Guadalajara, la ciudad dormida

Por Ana García L. (*)

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Una ola de indignación se  apoderó de la ciudad hace unos días tras conocerse lo sucedido en un programa matutino de la televisión nacional en el que informaban de la inminente llegada de las vacunas contra la COVID 19 a nuestro país. El lugar elegido para la recepción de las tan esperadas dosis era Guadalajara y en el citado programa, al documentar gráficamente la noticia, colocaban una imponente imagen de la catedral de Guadalajara, México.  

La triste realidad es que lo sucedido en el magacín de Ana Rosa Quintana podría deberse a un involuntario error, que a los alcarreños, como afectados directos, nos puede parecer garrafal, sin embargo no es una excepción y son muchos los españoles de toda condición que desconocen dónde se ubica nuestra ciudad.

Son innumerables las ocasiones en las que he tenido que dar explicaciones de dónde se sitúa nuestra provincia mientras viajaba por el país bien por vacaciones bien por otros motivos. Muy pocos sabían localizarla en el mapa, no tenían ni idea de a qué comunidad pertenecía, eran incapaces de mencionar un solo monumento, de citar un espacio natural  de nuestra hermosa tierra, ni tan siquiera podían hacer referencia a un plato o producto típico. Cuando esto sucede, me embarga una profunda tristeza porque es un claro  síntoma de que carecemos de unas señas de identidad definidas. Me pregunto entonces ¿Por qué? ¿Qué es lo que sucede? ¿Qué le pasa a la amable  ciudad de las cinco aes que, sin embargo, para vivir con tranquilidad es una ciudad cinco estrellas?

La respuesta aún no la sé. No sé si alguien podría o sabría ofrecérmela.

¿Qué nos ocurre?

Somos una ciudad con un acervo cultural enorme, en ella se han  ido asentando todas las culturas que  desde los tiempos más remotos llegaron a la Península Ibérica y han sabido ver su posición estratégica celtíberos, romanos, visigodos, árabes… aunque, por desgracia, todo ese legado que  fueron dejando durante el tiempo que convivieron con nosotros, hoy parece estar en paradero desconocido o directamente ha desaparecido: iglesias, conventos, palacios, murallas defensivas… Pueden servir como ejemplo el Palacio de los Vizcondes de Palazuelos, situado en la Plaza de San Esteban; la casa del Cardenal Pedro González de Mendoza, el Palacio de los Guzmán, la vivienda del Marqués de Montesclaros, en la actual Plaza de España; la muralla de la ciudad de la que apenas quedan restos o el Alcázar andalusí del siglo IX, cuyo lamentable estado todos conocemos y que se perderá por completo si no se actúa con premura.

En el siglo XIX, la ciudad tenía multitud de establecimientos hosteleros, casas de comidas, servicios básicos para los ciudadanos que vivían en ella y también para los visitantes: bancos, correos, telégrafos, edificios administrativos varios, estación de tren, ómnibus, tiendas y comercios de todo tipo, teatro, museos. Y eso que en las guías de turismo de la época ya avisaban de que con un solo día era suficiente para conocer la población. La razón es que ya entonces muchos edificios históricos, muchos monumentos habían desaparecido, aunque otros aún se mantenían en pie. Otra razón para que el despegue de la ciudad no fuera mayor fue la falta de desarrollo industrial,  tema que actualmente sigue sin solucionarse.

El siglo XX continuó asistiendo a ese  progresivo adormecimiento de la ciudad, esos edificios fueron abandonados, descuidados y dejados hasta convertirse en ruinas y eso que en los años 1960 Guadalajara iba a ser declarada Conjunto Histórico Artístico, proyecto que se cambió por otro un poco más “mundano” formar parte del Plan de Descongestión de Madrid, que permitió que se derribara casi todo lo que por aquel entonces aún permanecía en pie. Ese pudo ser el inicio del modelo de ciudad en el que nos hemos convertido, una ciudad dormitorio cerca de la gran urbe.

Por una cuestión o por otra,  actualmente no queda ni rastro ni de esos monumentos ni de todos esos negocios e industrias que vivieron una época de esplendor de la que hoy solo queda el recuerdo. El ejemplo más claro lo constituye el edificio de la Hispano Suiza, la antigua fábrica de automóviles, material de guerra y de aviación, que se instaló en Guadalajara en 1917 y que nos situó en los primeros puestos de la industrialización en España y de la que solo queda el triste esqueleto. En la memoria de muchos supongo que aparecerán  también nombres como Rodríguez Coronado, Taylor,  los almacenes Martínez, Marqueta,  el Restaurante Ricardos, La Murciana, o el mítico Bar Soria.  En su lugar solo encontramos solares y más solares que dan un aspecto de abandono que no dice nada bueno de nosotros o edificios cerrados a cal y canto que acabaran por caerse como por ejemplo el del Ateneo, junto al Teatro Moderno, que, por cierto, estuvo cerrado muchísimo tiempo por cuestiones que todo el mundo conoce. Peor suerte corrieron el Cine Coliseo o el Imperio.

Vamos a entrar en la segunda década del XXI  y no estamos mucho mejor, a pesar de que pertenezcamos al archiconocido Corredor del Henares, que debería ser un motor económico indiscutible. Sin embargo, no se asientan en nuestros polígonos ni fábricas, ni industrias, ni empresas varias que ofrezcan oportunidades laborales a las nuevas generaciones de alcarreños. Lo único que parece crecer un poco son las viviendas, cuyos moradores no parecen hacer vida en la ciudad.

Si el indicador de vitalidad de una ciudad son sus negocios y su industria, hacer un repaso del tejido industrial y comercial de la urbe alcarreña resulta desolador. El número de empresas y negocios que han abandonado la ciudad en las últimas décadas es alarmante. Los últimos en echar el cierre, de momento, son Erosky, que en su día supuso un nuevo modelo de compras en la capital y que se instaló aprovechando la antigua estructura de lo que iba a ser un hotel que no fue, y el grupo gallego Inditex, que cierra sus puertas en el Centro Comercial. Muchos piensan que la razón principal es que la multinacional de Arteixo quiere reforzar el canal digital de ventas y cerrar tiendas pequeñas que no dan tanto beneficio, pero lo cierto es que no han sido las únicas que se han ido del Ferial Plaza, pues antes nos dejaron Tino González, Sfera, Gocco, C&A, Shana y otras tantas, que siguen teniendo locales abiertos en  parques comerciales de otras ciudades.

No les va mejor a los comercios de la ciudad, al comercio tradicional, al de toda la vida, que languidece poco a poco, que echa el cierre en un agónico goteo, que puede que la pandemia haya acelerado, pero que había comenzado tiempo atrás, según opinan muchos, a consecuencia de la llegada a España hace un tiempo del gigante de las compras online.

La ciudad entera debería reaccionar, debería cambiar el rumbo que hasta ahora llevaba, adaptarse a los tiempos, ofrecer alternativas de ocio y cultura para hacer que los guadalajareños vuelvan a transitar  por las calles, por las nuevas y por las viejas. Las instituciones deberían implicarse,  no mirar para otro lado, no tirar balones fuera, no culpar a los del color contrario al suyo, porque además tenemos buenos profesionales en los más diversos ámbitos que podrían sacarnos del letargo, de la hibernación en la que estamos sumidos, pero a los que no se les da oportunidad y a los que se les ponen demasiadas trabas para desarrollar sus proyectos, unos proyectos que darían lugar a una ciudad emergente, luminosa y adaptada al progreso…

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(*) Ana García L. es licenciada en Filología Hispánica y profesora de Lengua y Literatura Castellana en el IES Brianda de Mendoza de Guadalajara. También es una reputada crítica musical y articulista, además de amante de los libros y de las palabras.

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