El Prado en la Concordia

Imagen que muestra el cartel que sirve de presentación de la exposición. // Foto: Juan Palomeque

Por Juan Palomeque

Una nueva exposición itinerante llegó el Día de los Santos Inocentes a Guadalajara. Nada más y nada menos que han venido a Guadalajara estas navidades exposiciones del Guernica y del Museo del Prado. Ya no es solo motivo de alegría el hecho de que tales exposiciones hayan venido a parar a Guadalajara de manera tan seguida, sino que sobre todo, después de aproximadamente dos meses de cierre perimetral, estas iniciativas consiguen dar un poco de aire fresco a aquellas vecinas y vecinos de Guadalajara que gustan de ir a Madrid para ver pintura. Con la que está cayendo, no es cuestión desde luego de hacerle ascos a tal combinación de coincidencias que nos ha deparado el destino, y lo que sí toca es ir al parque de la Concordia para darse un paseo por la exposición El Prado en las calles que va a estar abierta hasta el próximo 27 de enero.

Lo que se podrán encontrar los curiosos que todavía no hayan decidido dejarse caer por la Concordia será una larga hilera de paneles que contienen reproducciones a tamaño real de las obras más emblemáticas del Prado. Acompañados los paneles de textos explicativos bastante acertados, con una distancia incomprensiblemente bien calculada entre paneles dada la relación existente de reproducciones expuestas a lo largo del paseo, el visitante de la exposición puede encontrarse cara a cara con algunas de las obras que han hecho del Museo del Prado uno de los referentes mundiales del arte clásico. Desplazados los tradicionales puestos de navidad al interior del parque, estos días la verdad es que la Concordia se ha revelado como un magnífico espacio de vida social. No deja de ser cierto, que, por momentos, la mezcla de públicos interactuando en el parque se hace un poco difícil de sobrellevar. El hecho de tener que juntar a grupos de adolescentes, parroquianos del parque, niños y visitantes de la exposición (por solo citar a algunos de los principales grupos que se congregaban el día que decidí ir a echar un vistazo a la exposición) en el mismo espacio no deja de resultar un poco pintoresco. Aun así, si esta exposición lleva cinco años parando por distintos puntos de la geografía de habla castellana, será que tales mezclas contienen algún tipo de ingrediente milagroso que las hace sobrevivir.

El Prado bajo mi punto de vista acierta de lleno con esta iniciativa. Es cierto que, como señalaba anteriormente, esta exposición surgió hace cinco años con propósitos distintos a la función más sobresaliente que puede cumplir en tiempos de confinamientos más o menos duros. Nacida para promocionar el catálogo de obras del Prado en Latinoamérica, el motivo de que recalase en España fue acercar igualmente, durante la celebración del bicentenario de la inauguración del Prado el pasado 2019, la colección del Prado a distintas localidades de nuestro país. A quienes tenemos la suerte de vivir cerca de Madrid, no nos sorprende el vasto patrimonio artístico que posee el Prado y allende nuestras fronteras, así es reconocida la institución, pasando por ser una de las más importantes pinacotecas de arte clásico del mundo. Cosa que no es de extrañar por otro lado, ya que si caemos en la cuenta de que nuestro sufrido país fue una potencia mundial de primer orden durante la Edad Moderna no es de extrañar que el Estado español se haya repartido como botín de guerra algunas de las más grandes obras pictóricas del Renacimiento y el Barroco. Si al arte extranjero importado unimos el hecho de que el Prado es fiel depositario de la obra producida por la tradición clásica patria, tenemos como resultado que quizá en el Prado, encontramos los españoles una seña de identidad de prestigio internacional que quizá debiera ser mejor reivindicada.

Vivimos en una ciudad en la que por suerte o por desgracia si no tienes unos gustos culturales mayoritarios te ves obligado a desplazarte a Madrid para pasar un rato de ocio agradable. En un momento de movilidad restringida como el que vivimos actualmente, exposiciones como la del Prado o la del Guernica sobre la que ya hablé en fechas recientes nos presentan alternativas de ocio válidas a aquellos que en Guadalajara nos movemos en los márgenes de la cultura hegemónica. No son quizá las propuestas ideales, pero hay que valorarlas en su justa medida, y reconocer que, en una situación como la actual, cumplen la función de ofrecer alternativas interesantes de ocio para los aficionados al arte.

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