
Por Patricia Biosca
La teoría de los universos paralelos postula que existen varios universos o realidades relativamente independientes que difieren del nuestro porque sería posible transcurrir por dos situaciones a la vez, partiéndose en dos el devenir. Por ejemplo, si Fleming no hubiera reparado en una placa de Petri sucia y llena de moho, no habría descubierto la penicilina. ¿Cómo sería nuestro mundo ahora? O si Leo Hendrik Baekeland no la hubiera “liado parda” combinando formaldehído con fenol en 1907, es posible que el ordenador o el móvil desde el que está leyendo esto fuera muy diferente. Seguramente usted mismo haya fantaseado con el devenir de su vida si se hubiera retirado a una hora prudente aquella fría noche de diciembre o si aquel “no” hubiera sido un “sí”. Es probable que haya pensado millones de veces qué estaría haciendo ahora mismo de no ser por una pandemia: las vacaciones, los puentes, los fines de semana, el trabajo, la familia. La diferencia entre su vida con virus llegado desde china y sin él.
Si pensamos en estos términos, es posible que existiera un universo paralelo en el que no se produjera el salto fortuito de un virus de murciélago a humano (vamos a obviar las teorías conspiranoicas, por simplificar escenario y que el ejercicio mental no se vaya demasiado de madre). En ese caso, eliminaríamos muchas de las decisiones tomadas hasta ahora. Por ejemplo, se habrían celebrado los Juegos Olímpicos, el Mobile World Congress, las Fallas, la Semana Santa y las fiestas de todos y cada uno de los pueblos de la geografía española, como manda la tradición. Seguramente la mayoría no sabríamos quién es Fernando Simón, ni su afición por el surf, las chupas de cuero y las almendras. Habríamos asistido a muchas bodas con sus consiguientes barras libres en las que liarla más parda con los combinados que Baekeland. Y de seguro este sería un mundo mucho más ruidoso, con un montón más de gente que seguiría viviendo su vida un tiempo más, ajena a una cosa llamada covid-19.
Lo que sí parece seguro es que no habría ocurrido la remodelación del equipo del Ayuntamiento de Guadalajara anunciada este lunes por el actual alcalde, Alberto Rojo, flanqueado por su primer teniente alcalde y portavoz de Ciudadanos, Rafael Pérez Borda. Y no habría ocurrido porque, según ellos mismos han contado, la realidad de la capital ahora no es la misma que cuando se formó el Gobierno municipal de coalición, en junio de 2019, aludiendo a la pandemia. Así, Pérez Borda, casi un desconocido en la política entonces (aunque no así su hermano, Juan Antonio Pérez Borda, uno de los apoyos del anterior edil, Antonio Román), se habría quedado como coordinador de desarrollo urbano, limpieza y sostenibilidad, y no habría fagocitado las funciones del hasta ahora concejal de obras, Jaime Sanz Tejedor, quien por estos devenires del destino pierde Obras y mantenimiento de Vías.
Si no hubiera pandemia -porque esto está motivado por la pandemia, recuerden-, Santiago Baeza no habría perdido las competencias del desbloqueo del Poblado de Villaflores, que también van a parar a Pérez Borda, al igual que la nueva estación de autobuses o la rehabilitación del Alcázar Real. También pierde Baeza mando del ambicioso plan de renovación del casco histórico que, oh sorpresa, cae en manos de la segunda teniente alcalde, la incombustible Sara Simón (que lo mismo te hace un vídeo para concienciar a los jóvenes de las medidas anticovid poniendo de ejemplo cómo los jóvenes respetan las medidas anticovid -creo que aquí se creó un principio de paradoja espacio-temporal-, que monta una encuesta para el modelo de ferias, te pone música para hacerte más llevadero el confinamiento o se mete en un “beefeo” por Twitter, a lo generación trap).
Y todo esto es fruto de la pandemia, porque no existe “ninguna crisis” entre los socios de Gobierno, por lo que todo va como la seda. “Estos cambios no surgen de ninguna crisis sino del trabajo diario que estamos haciendo las dos formaciones políticas en la ciudad”, afirmaba Rojo en rueda de prensa. Por su parte, Pérez Borda también incluía un episodio excepcional, como el temporal Filomena, para rasgar de nuevo la continuidad de la realidad en dos, aseverando que él mismo se encargará de “solventar aquellos desperfectos que se han producido en calzadas y acelerado a consecuencia de la borrasca”. Porque entre mis amigos no hay otra conversación que no sea el mal estado de las aceras después de la nieve, claro. Lo que no me queda claro es si en esta línea temporal Sanz Tejedor, concejal de parques y jardines, se encargará de los árboles tronchados y partidos por el temporal.
Lo que es seguro es que Sanz Tejedor tiene deberes sin hacer con la limpieza en general, “porque sigue siendo un problema importante para la ciudad” y, según Rojo, en estos momentos hay cosas que no funcionan, por lo que debe “implicarse”. ¿Esos problemas son consecuencia de la pandemia o venían de antes? Parece ser que nunca lo sabremos… En cuanto a Baeza, el alcalde ha señalado que se debe centrar en temas económicos ya que hay planes de desarrollo para la ciudad que hay que atender y es prioritario dar solución a los problemas del pequeño comercio tras la pandemia. “Prefiero que se centre en eso”, ha asegurado Rojo. Debe ser que el pequeño comercio de Guadalajara atravesaba una edad de oro en la capital alcarreña precovid.
El caso es que este universo está quedando del todo pintón. Y como de momento no tenemos un portal a lo “Fringe” para ver cómo quedaría el otro lado sin murciélago, no hay más alternativa que creer que todo es fruto de la pandemia y que no habría ocurrido de ninguna otra forma. Como el cartel de “Expediente X” de “I want to believe”, una cuestión de fe. Qué remedio.