
Por Gustavo García
Otra vez sin bares en Guadalajara capital. Siento no ser original y comenzar el post así, pidiendo disculpas. Lo cierto es que la actualidad siempre llama a la puerta y la sangre informativa nos lleva inexorablemente a comentar de nuevo algo sobre la maldita, traída y llevada pandemia. Prometo desde aquí que en sucesivas entregas de estos martes, seremos más alternativos en los temas a abordar. Por ahora, es lo que hay.
Creo que es interesante tratar en este momento este asunto porque todavía estamos a tiempo de poner remedio cuanto antes a estos males que nos aquejan y si contribuimos desde estas modestas líneas a concienciar a unos cuantos, pues eso que vamos ganando. Algo que, al fin y al cabo, es uno de los motivos por los que esta profesión existe, aunque muchas veces –más de las debidas– eso mismo se nos olvide a los propios profesionales de la comunicación social. Por supuesto, que no estamos aquí exponiendo un tratado científico ni de investigación; ni siquiera unas afirmaciones concretas de ningún experto en sanidad o pandemias. Simplemente, como ya indiqué en mi presentación el pasado martes, lo que trataremos es de desarrollar un punto de vista coherente y apoyado únicamente en hechos objetivos. Hasta donde se pueda entender esa objetividad, tan maltratada en los últimos tiempos en este mundillo. No se pretende, claro está, que todo el mundo esté de acuerdo ni se tome esto como un dogma de fe. Como siempre, tras la exposición, que cada cual procese en su interior las reflexiones que considere oportunas.
Bien. La intención era dejar nítida la postura que recoge este texto porque, si algo hemos aprendido en este tiempo, desde la ventaja que de estar a distancia de todo esta vorágine de la información diaria y al pie del cañón, incluso desde las propias vivencias diarias que dan los años, es que, mejor es ser reiterativo que no dejarse entender perfectamente con lo que se pretende exponer en cada momento.
Y, decíamos, cierre de bares de nuevo, superficies comerciales, nuevas y reforzadas restricciones en general, etc. Se han analizado reiteradamente todos los aspectos, y también en este medio, de una manera u otra. No vamos a repetir argumentos. Eso no. La idea es darles una vuelta y ahondar en lo que pensamos que es uno de los principales problemas que nos vienen asolando desde hace ya más de un año.
¿Cómo abordar todos los aspectos de nuestro comportamiento ante la nueva situación que se nos planteó en el mes de marzo de 2020? Enfocaremos la atención en esos centros maravillosos y de encuentro social que son los bares y restaurantes. El pasado domingo hubo nueva protesta en Guadalajara, no sólo del sector de la hostelería, sino también por parte otros gremios afectados por la crisis, que organizaba CEOE-CEPYME y con el lema, Yo me sumo a la caravana de protesta empresarial. En redes sociales el eslogan era Basta ya. Queremos trabajar. Con ambas frases está todo dicho. La mayoría estaremos de acuerdo en que en sus reivindicaciones no hay dudas ni sospechas. Tienen toda la razón: incertidumbre, con cierres y aforos parciales de manera constante; falta de ayudas directas y sin ventajas fiscales ni de alquileres… Todo está muy debatido al respecto. Razón no les falta en eso, a lo que hay que añadir ese componente social que comentábamos anteriormente; una labor impagable para todos.
Ahora bien, no es menos cierto que, sin que este sector sea el culpable directo del repunte cíclico de los contagios; no sólo en la capital alcarreña, sino en el resto del país y, es más, en media Europa, prácticamente a la vez, coincide en que la apertura de los locales de restauración lleva a una desenfrenada actitud de olvidar por completo a los usuarios que esto no ha acabado. Aquí se salvan de nuevo los propietarios de los bares, que bastante tienen ya con cuadrar sus cuentas y organizarse con sus equipos para abrir, cerrar, colocar terrazas… Ellos, nos consta que intentan cumplir con lo que las autoridades sanitarias les exigen. Pero, entonces, ¿por dónde viene el problema? No hay otro resquicio que el propio comportamiento de los clientes.
Los ciudadanos estamos hartos de tantas restricciones, medidas coactivas, sustracción de libertades, etc. Ni la generación del último cuarto del siglo pasado ni las nuevas de este XXI estábamos acostumbrados a vivir tanta intrusión en nuestra vida privada. Era algo de lo que nos sentíamos orgullosos y que ahora valoramos todavía en mayor medida. Justo como se merece. Y, lo que ocurre es que ese hartazgo general nos lleva a cometer errores de bulto. Da igual las recomendaciones que hacen, por activa y por pasiva, los sanitarios –una de las últimas que me llamó la atención fue la del médico de Horche, Juan Carlos García Arés, también conocido socialmente por su vinculación con el baloncesto femenino de la provincia, por haber ocupado cargos de responsabilidad en la Administración y porque sabemos de su trayectoria profesional–. No sirven de mucho, por desgracia, todos estos avisos, advertencias y recomendaciones. La gente sale desenfrenada cada vez que se abre un poco la puerta. En muchos casos, y esto es intuición personal, parece que se trata de tomar una cerveza para, con la excusa, quitarse la mascarilla y charlar pegados a nuestros amigos y familiares. En definitiva, librarse del corsé. Aunque, ahí puede entrar además un componente psicológico oculto que nos incita a ese comportamiento.
Nada más hay que observar las terrazas de los bares, incluso en pleno invierno. No, no; no hablamos de estudios, de debates o de quejas de los hosteleros en declararse inocentes de los brotes de contagios. Es nada más que pura observación. De veinte personas que ves tomando una consumición, solamente aparecen dos o tres con mascarilla y respetando las medidas de distancia social. No hablemos ya de los fumadores, que luego se nos quejan, pero su alejamiento debería ser superior por el peligro que conllevan los aerosoles, como indican las normas, al menos ahora en pandemia, y da igual. Pocos respetan a los demás ni entre ellos mismos. Y, luego, pasa lo que pasa.
Respecto a la efectividad de las medidas impuestas por las autoridades, pues qué vamos a decir. Muchos vaivenes, improvisaciones, contradicciones constantes o normativa incongruente en demasiadas ocasiones. Pero, bueno, puestos en el lugar de los dirigentes, hay que decir en su haber que intentan atajar el mal –con mayor o menor acierto–, que por eso mismo deberían cobrar en función de sus resultados. Y ese es otro debate. Por indicar sólo dos ejemplos, me vienen a la memoria las primeras ideas de dejar salir a los niños tras el confinamiento a las farmacias o los supermercados, acompañados de sus padres –una medida que duró unas horas por lo alocada que era en sí–; o también, las más recientes de cierres perimetrales por calles o por comunidades autónomas diferentes. A veces dan resultados y otras no tanto. En ésta última, otro hecho contrastado para desmontar su efectividad: Cuenca venía teniendo una incidencia de contagios mínima en España y la menor durante todo el tiempo en Castilla-La Mancha; se permite el tránsito entre provincias de la misma región y… en Semana Santa hubo días festivos donde se encontraba allí media Guadalajara –como solemos decir por estos lares–. Resultado: En la cuarta ola, ambas capitales castellano-manchegas, pasan a nivel 3 y, en Guadalajara, reforzado.
En la actualidad, con la hostelería cerrada en Guadalajara capital, localidades como Azuqueca o Marchamalo ven sus locales hasta arriba. ¿Nos aventuramos a pronosticar lo que pasará en estas zonas dentro de dos semanas? La respuesta es obvia.
¿Qué hacer entonces? La conclusión, desde mi punto de vista, es simple. O respetamos desde la responsabilidad individual las normas con la idea que se nos quiere inculcar desde las administraciones y desde la propia visión de los expertos en epidemias, o continuamos abocados a depender en exclusiva de que las vacunas, cuando por fin lleguen en condiciones, para que hagan su efecto. Algo que tendrán que hacer por nosotros ya que se ha demostrado que, en general, somos incapaces de esperar y tener paciencia antes. El encuentro, la diversión y, en algunos casos, la fiesta son palabras que no queremos mantener ocultas en el baúl de los recuerdos por más tiempo. Son drogas demasiado fuertes como para desengancharnos en únicamente unos meses. Demasiado pronto.
- Pie de foto: Aspecto de un bulevar de Guadalajara a última hora del pasado domingo, con los bares cerrados. / Imagen: Rodrigo García