Por Sonsoles Fernández Day
Hace unos días, el escritor y académico de la RAE, Arturo Pérez-Reverte, criticaba en su cuenta de Twitter un libro de Historia de segundo de la ESO que utiliza el llamado lenguaje inclusivo. En el libro de texto se puede leer que había ‘musulmanes y musulmanas’ que, tras la conquista de Granada en 1492, seguían practicando su religión, así como ‘conversos y conversas’ que eran los nuevos ‘cristianos y cristianas’. Pérez-Reverte, directo y claro como siempre, los calificaba como ‘Libros de texto escritos por idiotas que fabrican idiotas’. El texto está publicado en Andalucía y, curiosamente, el mismo libro de Historia en Madrid no utiliza el desdoblamiento de género. Bien porque no se han ‘modernizado’ aún en la capital, bien porque economizan el lenguaje.
En el discurso que daba el pasado fin de semana la ministra de Igualdad, Irene Montero, con motivo de la campaña electoral de Madrid, se permitió dar una vuelta más al lenguaje inclusivo llevándolo al extremo de añadir la terminación en ‘e’ a sus sustantivos, adjetivos y participios. Agotadora tarea, señora ministra, tremendo esfuerzo. Montero repetía ‘hijos, hijas e hijes’, ‘los niños, las niñas y les niñes’, y ‘escuchados, escuchadas y escuchades’, ante una audiencia que, debido a las mascarillas, no podemos saber si dejó boquiabiertos. Afortunadamente, no eran muchos los sufridores de tales desvaríos y patadas al diccionario. La pregunta es si en las palabras de la ministra hay más intención manipuladora que ignorancia.
En más de una ocasión se han pronunciado, seguramente aburridos y desesperados, los señores de la Real Academia de la Lengua, cuando escuchan eso de ‘ciudadanos y ciudadanas’ o ‘españoles y españolas’ defendiendo que ‘este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. Existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Deben evitarse estas repeticiones que complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.’ El lenguaje está para simplificar, no para complicar, confundir ni agotar.
El caso del destriplicamiento, (puestos a inventar palabras), el uso de ‘algunos, algunas y algunes’, por ejemplo, se debe a los trans que no se sienten ni hombres ni mujeres. Para estas personas sin género se utiliza la terminación en ‘e’. Sin hacer broma y con el debido respeto por los sentimientos que cada uno pueda tener respecto a su cuerpo, el hecho de usar un lenguaje claro, conciso y directo no margina, ni excluye, ni discrimina. Solo ahorra palabras. Desde la RAE insisten, también aburridos y desesperados, que ‘El uso de la letra ‘e’ como supuesta marca de género es ajeno al sistema morfológico del español, además de ser innecesario’. Dicen los académicos que ‘el masculino gramatical funciona como término inclusivo en referencia a colectivos mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos’. O sea que diciendo todos, entramos todos, que no hace falta decir todos, todas y todes.
En otro ámbito, pero también relacionado con el lenguaje, el Ayuntamiento de Guadalajara lanzó en el mes de marzo una campaña llamada ‘Cuidado con lo que dices’. La intención, según Ignacio de la Iglesia, concejal de Diversidad, es desterrar de nuestro lenguaje expresiones asociadas a microrracismos. ‘Me engañaron como a un chino’, ‘No hay moros en la costa’, ‘Vas hecha una gitana’ o ‘Trabajo como un negro’ son expresiones utilizadas comúnmente y que, según la campaña, debemos eliminar ‘para fomentar una sociedad más justa, igualitaria y respetuosa’. Totalmente de acuerdo en luchar para conseguir este objetivo, aunque pienso que muchas veces utilizamos estas frases y otras parecidas, sin ánimo de faltar a nadie y, por supuesto, sin connotación racista ni xenófoba. Posiblemente las generaciones más jóvenes hayan creado otras expresiones más dañinas que esas.
Si nos ponemos a borrar o corregir frases o palabras poco correctas de nuestro lenguaje, no terminaríamos nunca, y además seríamos más pobres. Ya saben las connotaciones de ‘coñazo’, ‘cojonudo’ y ‘mariconada’. Y ahí están. Lo importante es usarlas sin maldad, pienso yo.
Si me obligaran a utilizar tres géneros en vez de uno solo, para economizar, me expresaría en inglés. En el trabajo, hablaría a los passengers, en lugar de a los pasajeros, pasajeras y pasajeres. Y en mis artículos, me dirigiría a ustedes los readers, mis queridos lectoros, lectoras y lectores. Lo miren como lo miren, tanta repetición no solo es hacer el ridículo, también es dar el coñazo.