Por David Sierra
Que Guadalajara es una ciudad con un eminente carácter deportivo no lo vamos a poner en cuestión ahora mismo. Las políticas, con sus luces y sombras, llevadas a cabo en las últimas décadas relacionadas con la promoción deportiva a nivel aficionado han ido dando sus frutos hasta el punto de que cualquier acontecimiento organizado en sus calles tiene una aceptación más que notable. El deporte se convirtió en una de las principales banderas del anterior equipo de Gobierno de la mano de su concejal, Eladio Freijo, que tomaba el testigo de un buen puñado de iniciativas ya encaminadas a proyectos que le permitieron incorporar a su gestión una base sólida de infraestructuras sobre las que sostener cualquiera de sus propias ideas.

A partir de aquí, sin entrar a valorar cuestiones tales como la de terciarizar prácticamente toda la gestión municipal en materia de deporte o la de poner dinero para promocionar y atraer competiciones de toda índole con el argumento válido de encontrar en la actividad deportiva un elemento de identidad en la ciudad y explotarlo al máximo, los vecinos de Guadalajara se muestran abiertos a cualquier iniciativa vinculada con el deporte. Uno de los ejemplos más palpables se produjo el pasado domingo con la celebración del Día de la Bicicleta, un acontecimiento que reunió a más de 2.000 participantes según narran las crónicas de nuestra prensa local, en un excepcional ambiente.
Como es habitual en estos casos, no faltaron las declaraciones de organizadores y políticos. El alcalde de Guadalajara, Alberto Rojo, expresaba “la importancia de llevar una vida sana, haciendo ejercicio, y si, además, utilizamos un medio como el de la bicicleta, que no contamina, estaremos siendo un ejemplo de ciudad sostenible” y el edil encargado de la faceta deportiva, Evaristo Olcina, señalaba que “fue un día de lujo para los participantes, que han disfrutado del privilegio de tener preferencia sobre el tráfico habitual, ya que hemos cortado las calles para su disfrute”.
Es cierto que el actual equipo de Gobierno apenas ha gozado de tiempo para perfilar un proyecto a largo plazo en materia de deporte, puesto que la pandemia y la crisis sanitaria ha obligado a los responsables públicos, en la vuelta a la ‘normalidad’, a priorizar en la recuperación de todo aquello que estaba instaurado antes de que la Covid marcase el devenir de la vida pública. Sin embargo, tampoco ha habido gestos.
Es por eso que cuando el alcalde habla de la utilización de la bicicleta para convertir la ciudad que preside en un espacio más sostenible y menos contaminante, habría que preguntarle en qué medida está el Ayuntamiento de Guadalajara llevando a cabo ese cometido. Atendiendo, por ejemplo, al estado en el que se encuentra el actual carril bici que circunvala la urbe y sobre el que aún no ha habido ninguna modificación o ampliación, la respuesta evidente es que todavía queda demasiado trabajo por hacer y no parece que los esfuerzos vayan por esos derroteros. Así pues, la vía sigue siendo la antítesis de cualquier camino destinado a los vehículos a pedales: proyectada sobre las aceras en vez de ocupar la calzada teniendo que ser compartida por los viandantes, pasando por entradas de colegios y establecimientos o cruzando zonas de juego infantil, entre otros obstáculos, que los ciclistas deben superar con esmero. El trazado se convierte, por tanto, en inservible como alternativa para la utilización de la bicicleta como medio de transporte rutinario, dado que difícilmente a través de él se puede uno mover con sencillez y seguridad por el centro de la ciudad.

Tampoco la disposición normativa ayuda. Destacaba Olcina la preferencia que por un día ostentaba la bicicleta sobre el tráfico habitual. Lo que para el Consistorio guadalajareño es todavía un lujo, en ciudades como Valencia o Barcelona se está convirtiendo en lo habitual con actuaciones concretas para fomentar el uso de la bicicleta y el transporte público en detrimento del vehículo privado, incrementando, entre otras cosas, el espacio destinado a la movilidad limpia. A falta de esos trayectos en la capital alcarreña, ni por asomo se vislumbra la posibilidad de recuperar iniciativas como el sistema de alquiler de bicicletas públicas, aunque fuera para acaparar una curiosa fotografía de portada. Quizá, la solución pase por decretar todos los días como el de la Bicicleta porque el ejemplo de sostenibilidad ya se lo está dando la ciudadanía al Ayuntamiento.
Sí. Siempre q puedo voy al Día de la Bici. Y es un gusto q no haya coches.
Debería ser lo habitual. Para los q dicen q la ciudad tiene muchas subidas, q adquieran una eléctrica, como hicieron algunos el domingo.
Apoyo esas iniciativas de q hablas, pero está difícil la cosa.
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