¿Entrarías en un bar lleno de gente?

Por Sonsoles Fernández Day

En Castilla-La Mancha, como en casi toda España, han desaparecido desde hace una semana las restricciones de aforo en los bares y restaurantes, en locales de ocio, cines, teatros, y en cualquier tipo de evento. Ya podemos consumir en la barra, de pie y sentado, y no hay limitaciones para el número de personas que quieran compartir una mesa. Solo quedaría como recuerdo de lo recién vivido la mascarilla y la distancia de seguridad. ‘Si no puede mantenerse la distancia de seguridad mínima será obligatorio el uso de mascarilla, de conformidad con la normativa vigente’, reza el decreto de la Consejería de Sanidad de nuestra región. Es lógico y sensato, pero, ¿será así en la realidad?

Los datos de coronavirus en Castilla-La Mancha son muy positivos ya que, según dicen las estadísticas, nos estamos acercando a lo que se considera ‘riesgo bajo’ de contagio. Recordarán que, con el ‘riesgo muy alto’ de contagio, nos cerraban, o encerraban, perimetralmente. La incidencia acumulada a 14 días, otra cifra que nos condiciona desde hace meses, está en 51 casos por cada 100.000 habitantes y bajando. La mejor noticia es que no ha habido en 24 horas ningún fallecido en toda la región por COVID-19. Y los datos de Guadalajara son aún mejores, la incidencia está en 41 casos, no hay ningún paciente de COVID en la UCI del Hospital y no ha habido ningún fallecido por coronavirus en la provincia en las últimas dos semanas.

Estos números, que no debemos olvidar que son personas, que afortunadamente cada vez van a menos, y las cifras de vacunados en la región, que pasan ya del 84 por ciento de la población, son los datos que han convencido a nuestro presidente Emiliano García-Page para decir que ‘el virus está acorralado’. Por eso ha sido posible la liberación de las restricciones. Eso sí, ‘esta vuelta a la normalidad tiene que constar de una permanencia en la prudencia y que sigamos teniendo una cierta distancia con el virus’, advierte el señor García-Page. Quedamos liberados, pero no abiertos al desmadre.

Para hacer un repaso de lo que antes no se podía hacer y ahora ya está permitido: todos los límites de aforos quedan suprimidos, no hay hora de cierre en la noche, se puede consumir en la barra de un bar, no hay número máximo de comensales en una mesa y se puede bailar en los locales de ocio nocturno. Todo ello queda condicionado por el uso de la mascarilla, siempre y cuando no se pueda mantener la distancia de seguridad. No habrá límite de aforo en el transporte público, pero estará prohibido comer o beber. Tampoco existe límite en visitas a monumentos o cualquier espacio cultural, pero hay que hacer una reserva previa. No hay límites para eventos taurinos, vuelven los encierros, pero habrá localidades pre asignadas, y el uso de la mascarilla será obligatorio si no existe la distancia reglamentaria. En los eventos deportivos tampoco se limita el aforo, pero el público debe permanecer sentado y con la mascarilla puesta. Según el consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha, Jesús Fernández Sanz, estas medidas ‘nos sitúan de una manera más cercana a la normalidad’

Cuando salimos de la anormalidad absoluta que supuso el confinamiento total, tuvimos que acostumbrarnos a la llamada nueva normalidad. Hemos hecho una vida normal entre comillas, limitada, con todo lo que significa poner límites a la vida diaria, pero eran normas higiénico-sanitarias, anti-covid, contra una pandemia, en muchos casos, absolutamente necesarias. La prudencia de cada uno y el miedo al virus habrán colaborado a sobrellevar, incluso a preferir en alguna situación, esas limitaciones.

En un punto en que la mayoría de nosotros estamos vacunados, que pensamos que tenemos al puñetero bicho acorralado, o incluso que nos hemos podido olvidar de él en muchos momentos, y que estamos hasta el mismo gorro de límites, el hecho de recuperar nuestras vidas casi casi como eran, es todo un alivio. Cada uno tiene sus preferencias y habrá celebrado volver a hacer aquello que tanto echaba de menos. Sentarse en una mesa de un restaurante con padres, hermanos y sobrinos, acudir a un estadio de fútbol o a un polideportivo a animar a su equipo, volver a correr una carrera popular, bailar en su local favorito, en definitiva, disfrutar de cualquiera de las cosas que habíamos perdido.

Todos sabemos que hay una parte de la casi normalidad muy difícil de cumplir. Los aforos ‘hasta la bandera’ no son compatibles con la distancia de seguridad, y el vinito, el tercio o la copa en la mano no cuadran con llevar la mascarilla puesta. Menos aún bailar. Estamos hablando de garitos y discotecas, no de una clase de aerobic. No hay distancia ni se espera. También va a ser difícil que alguien se vaya a quedar quieto en un encierro y a ver quién se resiste a ponerse de pie en la emoción de un partido.

Mientras algunos están encantados de poder disfrutar de nuevo de las aglomeraciones, a muchos nos produce ahora un pelín de repelús. Es posible que nos haya quedado un poso de desconfianza o que nos hayamos acostumbrado a que corra el aire. No somos unos siesos, pero hemos disfrutado de sentarnos en el cine y en el teatro con el asiento de al lado vacío. Seguiremos en la terraza del bar mientras se pueda, todo lo que tarde en llegar el invierno. Y seguramente, más tarde o más temprano, acabaremos apretujados en la barra de un alegre bar abarrotado de gente. Porque a todo se acostumbra el ser humano.

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