Por Sonsoles Fernández Day
Una niña de 13 años ha sido expulsada quince días del IES Liceo Caracense de Guadalajara por insistir en acudir a clase con un hiyab, con un velo islámico. Las Normas de Convivencia, Organización y Funcionamiento (NCOF) del centro dicen que no se puede acudir al Liceo con la cabeza tapada. Un alumno o alumna que se hubiera negado a quitarse una gorra, un pañuelo o una capucha dentro del aula, después de haber sido avisado varias veces, también habría sido amonestado, aunque probablemente no habría sido noticia. A pesar de que el centro hubiera preferido que esto no trascendiera, la familia de la niña ha emprendido una guerra contra el instituto.
La niña empezó el curso sin llevar el velo y después de unas semanas de clase empezó a usarlo, según declara su madre ‘por su propia voluntad’. Desde la dirección del centro le advirtieron que estaba infringiendo las normas de convivencia y si continuaba en su empeño, sería suspendida del derecho a asistir a clase por un período de quince días. La familia ha organizado varias concentraciones en la puerta del Liceo Caracense y delante de la Delegación de Educación para pedir que se permita a su hija acudir al instituto con el hiyab. Mientras, el Consejo Escolar del centro se reunió para debatir este problema y se decidió, por unanimidad, ratificar las normas de convivencia, organización y funcionamiento del instituto. No está permitido a ningún alumno llevar la cabeza cubierta dentro del centro ni en las aulas.
Por parte de la Delegación de Educación, que intentan actuar de mediadores en el conflicto, se le ha ofrecido a la familia que la niña continúe los estudios en otro centro educativo que no tenga las mismas normas, y donde pueda ir con el velo. Sin embargo, la familia insiste en que quieren que vaya al Caracense. La madre de la joven se queja de que ‘está sufriendo mucho porque lleva dos semanas sin asistir a clase, la dejan fuera’. La explicación del instituto es que la niña ha estado apartada en un aula, siempre con un profesor, donde se le daba trabajo. Ella sola porque, al negarse a quitarse el velo, no podía entrar en su clase. Es después de este plazo de aviso y al no cambiar de idea, que ha sido expulsada quince días.
El resultado es que ya lleva perdido más de un mes de clase. Me pregunto si una niña de doce o trece años tiene ganas de ese protagonismo. Lo sencillo que hubiera sido para todos y, especialmente para ella, cambiar de centro antes de que se formase este revuelo. Cambiar de centro, o adaptarse a la normativa. En el Liceo Caracense hay alumnas musulmanas que se quitan el velo para entrar al centro y se lo vuelven a poner cuando salen, aceptando y acatando las normas del lugar donde estudian.
Cuando el centro ha querido saber si la niña cambiará de opinión y actitud después de la sanción, el padre ha informado que ‘ya contestaría su abogado’. Están decididos a seguir en su lucha, aunque existen precedentes y hay sentencias que dan la razón a los centros escolares, porque es potestad de cada centro educativo decidir qué hacer con la vestimenta de sus alumnos. Después de un caso similar en 2019 en un instituto de Madrid, el Defensor del Pueblo admitía la prohibición del velo islámico ‘como una norma de convivencia interna, en la medida en que la misma no vulnera la dignidad de la alumna ni constituye tampoco una injerencia en su libertad religiosa, siempre que se halle prevista en el reglamento de régimen interno del centro y sea aplicable por igual a todos los alumnos del mismo’.
La percepción de la Plataforma Feminista de Guadalajara es completamente contraria a la del Defensor del Pueblo. Se han manifestado a favor de la familia y de la niña diciendo que es ‘un típico ejemplo de racismo contra una mujer de religión islámica’, y, además declaraban: ‘Hacemos un llamamiento al IES Liceo Caracense y a la Consejería de Educación para que sea inmediatamente readmitida, como es su derecho’. Como menor de edad, también está en su derecho a mantenerse anónima, pero ellas han puesto su nombre en los llamamientos y en los titulares.
El propio centro enviaba una carta a todos los alumnos para defenderse de estas acusaciones, ‘se ha tratado de que parezca que existe un conflicto de discriminación religiosa o incluso racista, muy al contrario, se trata de un conflicto de soberanía democrática, esto es, de quién y de cómo se deciden las Normas de Convivencia, Organización y Funcionamiento en nuestro instituto’. Por eso escribía al principio de estas líneas que nada o poco hubiera pasado si se tratara de la capucha de una sudadera. Taparse la cabeza con un velo y ser musulmana parece que lo cambia todo. Sin embargo, sigue siendo taparse la cabeza.
Como reflexión feminista prefiero quedarme con la imagen de un montón de mujeres musulmanas manifestándose abierta y libremente en la calle. Tengan o no tengan razón. Estoy orgullosa de vivir en un país en el que pueden hacerlo sin temer por su vida. Sin embargo, el hecho de que no se vea ningún hombre en las imágenes de las concentraciones me hace pensar en una situación algo orquestada, resulta sospechoso. Y, en cuanto a la niña, donde tiene que estar es en clase. Con o sin velo, tiene donde elegir, y a eso se le llama libertad.
Efectivamente, ella puede elegir. Otras mujeres y niñas en países musulmanes no. Y me parece correcta la actitud del colegio. No es un tema sobre religión, aunque los padres quieran que se convierta en ello.
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