Ya lloverá más

Por Gustavo García

Las crecidas del Ebro son espectaculares. – Foto: Eldiario.es

Que somos un país de contrastes, es evidente. Tenemos una región –Murcia– que cuenta con una impresionante huerta, envidia de medio planeta. El problema es que no posee una infraestructura como para sacar adelante los riegos con agua dulce. Ello implica la solidaridad de otras zonas –con o sin compensaciones– que, sacrifican su desarrollo por enviar un chorro constante del líquido elemento hacia el Levante. Ahí entran Guadalajara y Cuenca. Los embalses de cabecera del Tajo, Entrepeñas y Buendía, suministran como pueden a los sedientos campos murcianos. Eso, cuando y como pueden; que no siempre es así. A veces otras instancias y la propia presión de los agricultores murcianos se empeñan en trasvasar agua que no hay de origen. En cambio, llega la primavera y, este año, incluso antes de la entrada del invierno, y en la vertiente cantábrica, riojana y aragonesa otro río, el Ebro, se desborda y anega cuanto se encuentra a su paso. Pero, el agua se desperdicia.

Es algo muy antiguo y todos lo sabemos. A nadie se le escapa que si en un sitio falta algo y en otro sobra, hasta el punto de dar más perjuicio que beneficio, la solución está en confluir ambas “vertientes”. Para eso no hay que “ir a la escuela”, que dirían en mi pueblo. Lo que pasa que la toma de esas decisiones corresponden a una clase dirigente que está más preocupada siempre de sus posaderas que de lo que de verdad importa al ciudadano de a pie. Y, no es una afirmación gratuita ni criticar por criticar.

Cuando los dos grandes partidos de este país se han puesto de acuerdo –en contadas ocasiones, eso sí– los problemas, por serios, enquistados y difíciles que pareciesen, desaparecieron finalmente. Sólo cabe mencionar el ejemplo de ETA. Con eso está todo dicho. Hay alguno más, aunque no vamos a detallar. Y, lo peor y cierto, es que en el asunto de los trasvases entre cuencas y de unas regiones a otras, estuvieron a punto de lograrlo igualmente. El acuerdo estaba ya ultimado en los tiempos de Zapatero. Tenía nombre: PHN. O lo que es lo mismo, Plan Hidrológico Nacional.

Y, ahí entra la parte negativa de la clase a la que pagamos con nuestros impuestos. Se olían elecciones generales a la vista; había que realizar alguna infraestructura en Aragón, preferiblemente, que igual no era del agrado de alguna parte de la población o de sectores que pueden movilizar opinión contraria a los intereses políticos. Y, en estas entró en el ruedo un partido regionalista que colapsó el acuerdo entre PSOE y PP, el PAR.

Todo quedó en agua de borrajas. El temor a la pérdida de votos hizo recular a las dos grandes formaciones de la idea inicial y nunca más se supo del PHN. El PAR les llevó a su terreno y ganó la batalla.

Incongruencia

Después, para justificar lo injustificable, se ha dicho que no se pueden hacer embalses desde La Rioja hasta Aragón, que no hay caída suficiente, que es mejor limpiar el cauce de los ríos, que hay que mejorar las canalizaciones… Algunas de estas premisas no andan muy desencaminadas. Sin embargo, no todas son ciertas. Y, más sabiendo que si había ya un principio de acuerdo para aprovechar el agua de unas cuencas excedentes a otras deficitarias, por algo sería. Eso no se improvisa de la noche a la mañana. Los estudios técnicos estaban sobre la mesa y se trabajó en el asunto durante varios años. Lo normal. Se trataba de un plan ambicioso, a la vez que perentorio y con ninguna carga de postureo.

Es difícil pensar que nadie es capaz de encontrar una solución a esta incongruencia que casi cada año asola los campos navarros, riojanos y, sobre todo, aragoneses. Mientras, la pelea entre regiones vive episodios nuevos entre Castilla-La Mancha y Murcia cada dos por tres. Unos acusan a los otros de insolidarios y éstos se quejan de que aquéllos desperdician la poca agua que les queda habitualmente en sus pantanos para, por ejemplo, regar campos de golf al paso de la tubería del canal del trasvase Tajo-Segura. Bien sabemos por estos lares que en Sacedón y alrededores su desarrollo ya quedó quebrado hace años por ese continuo fluir de agua hacia Levante. La desolación en las urbanizaciones que en las décadas de los años 70 y 80 del pasado siglo se levantaron al albor de embalse de Entrepeñas es algo inenarrable cuando uno las visita. Y, lo primero que viene a la mente es lo que pudo ser y no fue.

Sin embargo, no aprendemos. Este año, otro ejemplo más. Las riadas aragonesas –y ahora también navarras– se adelantan hasta el otoño –veremos lo que ocurre luego en primavera con el deshielo–. Las indemnizaciones a los agricultores afectados vuelven a recordar lo que ocurrió en 2015 y 2018, que habían sido las dos últimas más recientes hasta ahora. “La cuantía total máxima para esta convocatoria es de 6.300.000 euros”, rezaba el Boletín Oficial de Aragón el 3 de julio de 2018. En este caso, fue en abril y se convocaban las ayudas para paliar los daños en producciones e infraestructuras de las explotaciones agrarias producidos en el territorio de Aragón por los desbordamientos en la cuenca del río Ebro, que incluía también a los ganaderos, explotaciones forestales y establecimientos industriales perjudicados por las riadas de aquel entonces. Hasta 54 términos municipales se vieron afectados. Pero, nada. La vida sigue igual. Se busca la partida presupuestaria de donde sea y aquí paz y después gloria. Mejor dicho, hasta la siguiente. Como el dinero no sale del bolsillo de esos dirigentes que se preocupan más por sus sillones que por el bienestar del conjunto de la ciudadanía, que ve con ojos de incredulidad lo que a todas luces es un desbarajuste de tanta envergadura. Que siga la bola. Y que Murcia pida más agua. Ya lloverá un poquito para que los alcarreños no se quejen mucho del espolio que sufren desde hace décadas en sus pantanos de cabecera. De hecho, hace unos días el Ministerio de Transición Ecológica, a través de la Comisión Central de Explotación del Acueducto Tajo-Segura, aprobaba otro trasvase para Levante; esta vez de 27 hectómetros cúbicos. “Tras constatar la normalidad hidrológica del sistema”, explicaba en un comunicado. Y, recalcaba que “ha tomado también nota de la previsión del sistema para los próximos cinco meses, según la cual se mantendría esa situación de normalidad”, Mientras, Buendía y Entrepeñas se encuentran al 23 y al 33 por ciento, respectivamente, de su capacidad. Total normalidad, claro. Y, ¿dónde está el PHN?

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