Por José Romero Serrano (*).
En el Centro Cultural San José de Guadalajara se presentó el pasado jueves (26 de enero) el libro: “Abánades 1938. El IV Cuerpo de Ejército ¡al ataque”, historia militar de la batalla olvidada; una obra que por primera vez recoge un estudio monográfico sobre una batalla de la contienda española de 1936-1939, un acontecimiento al que de forma sorprendente no se le había prestado el interés académico y social que debiera.
El estudio lo firma el coronel Romero, que no hace sino aglutinar los esfuerzos de sus compañeros del Instituto y de investigadores de la zona de Guadalajara, en particular Julián Dueñas, Felicidad Roquero e Ismael Gallego, que forman su equipo más cercano.
El libro se enfrenta con el enigma de este olvido, que argumenta hasta cierto punto interesado. Incluso, y así empieza el texto, el que fuera el director de las operaciones militares del Ejército Popular de la República (Vicente Rojo) durante la guerra, explica cómo en esos primeros 6 meses de 1938 (desde la caída de Teruel al cinturón XYZ de Valencia) se fue de derrota en derrota sin poder tomar la iniciativa en ninguna parte, relegando, de forma incomprensible, la importancia de esta Batalla de Abánades del mes de abril. Un periodo que, en sus palabras “fue el más crítico de la guerra”.
La batalla fue un intento de distraer fuerzas del Ejército Nacional, aquél sublevado en África y la periferia peninsular en 1936, que en ese abril de 1938 y desde Aragón estaban llegando al mar a la altura de Vinaroz cortando la zona republicana en dos.
Debemos entender por qué el general Rojo ordenó que se efectuaran una serie de ofensivas de este tipo (de diversión) y el general Miaja (jefe del Ejército del Centro) eligiera al IV Cuerpo de Ejército para ello. El motivo de Rojo era detraer fuerzas nacionales de ese esfuerzo principal en el Ebro, organizando ofensivas en frentes secundarios o desactivados; el motivo de Miaja para elegir esa unidad (el IV cuerpo) fue su proximidad a la N-II o carretera de Francia, y porque era una unidad aguerrida y confiaba en su jefe, el mayor de milicias anarquista Cipriano Mera. La idea era romper desde la zona de Cifuentes, entre el río Tajuña y el Ablanquejo y alcanzar Alcolea del Pinar.
La ofensiva trataría no solo de distraer fuerzas sino, de resultar exitosa, revolverse contra Sigüenza y Maranchón, y si la situación permitiera, alcanzar Ariza, puerta de Aragón desde Castilla. La unidad de Mera, reforzada, se lanzó al ataque el 31 de marzo, con infiltraciones y terribles asaltos frontales a las posiciones nacionales defendidas por unidades movilizadas (75 división), pero para su sorpresa, el refuerzo enviado para esta división nacional fue inmediato, con unidades del centro, de Aragón y en tránsito, especialmente la 152 división marroquí del general Rada; una división de elite con tropas de regulares, legión y cazadores de África diseñada para socorrer a las unidades propias en situaciones difíciles.
Así se estableció una tremenda batalla de desgaste parecida a las de la Gran Guerra de 1914, que se cobró unas siete mil bajas entre los dos bandos durante las primeras semanas de abril.
Una serie de ataques y contrataques sin cuartel, sobre las lomas de chaparros que se extienden desde Abánades por el camino de Sotodosos, con el vértice Cerro, las posiciones de las Navas, la Mocasilla, Puntal del Abejar, las Calabazas, vértice Millán, hasta alcanzar el río Ablanquejo. Ocho brigadas mixtas republicanas, unos 40 mil hombres, con artillería y carros de combate, rompiendo las alambradas nacionales y sacrificando miles de vidas sobre el alambre de espino, debido al fuego de las ametralladoras enemigas, la aviación y el incesante martilleo artillero.
La situación quedó estabilizada a finales de mes, con pequeñas ganancias de terreno para Mera, y el objetivo parcialmente conseguido: distraer fuerzas (sobre unos veinte mil soldados de Franco) pero sin lograr sobrepasar la línea de Abánades a Saelices.
El libro, aun así, no se conforma con describir esta acción de abril de 1938, sino que aspira a dar una idea de la guerra civil en la provincia de Guadalajara y de completar la historia de la gran unidad republicana encargada de su defensa: el IV Cuerpo de Ejército de Cipriano Mera.
Para tal fin describe lo que el autor denomina “Las tres batallas de Guadalajara”, que son Sigüenza (1936), Guadalajara o de los italianos (1937) y Abánades u ofensiva del alto Tajuña (1938), que cubren entre las tres la parte central de la provincia. El autor no se resiste a comparar las dos últimas: Guadalajara y Abánades, porque en realidad donde termina una, en lo geográfico, empieza la siguiente; además, la primera fue cantada y recitada, conocida en todo el mundo como “la prima sconfitta del fascismo” (la primera derrota del fascismo), gracias al famoso libro de Olao Conforti, de 1967. Mientras que la segunda ha quedado como “La batalla olvidada”, casi sin material gráfico disponible, pero no por más tiempo; esta batalla merece, por su significación y enjundia militar, figurar al lado de las demás del frente central, como la de Ciudad Universitaria, Jarama, Brunete o Segovia.
El autor también incorpora un documento inédito, el historial del IV Cuerpo de Ejército (Archivo General Militar de Ávila), que describe, mes a mes, casi la totalidad de la guerra, completando las carencias con las operaciones que en el libro se describen. Una aspiración que reconfortaría a un ilustre de aquellos combatientes, Nuño Gaya.
Además, el libro presenta aspectos culturales y patrimoniales de la provincia, la diferencia que había entre una zona norte de influencia soriana y de románico rural, de pórticos y piedra, y otra sur de influencia toledana, más decorativa y con mayor presencia de ladrillo, y precisamente la divisoria de las dos zonas la marcó una línea continua de trincheras que partía la provincia en dos. También se interesa por la geografía militar y las características del geoparque del alto Tajo, las poblaciones, las manifestaciones culturales alrededor de las recreaciones históricas de Abánades, y las posibilidades para recorrer sendas magníficas o realizar recorridos de batalla (el Instituto realiza uno denominado “la ruta de los cuatro observatorios”, con comida en Abánades)
El libro concluye con unas consideraciones, que tratan de dar luz al enigma de su olvido. Argumenta que en parte se pudo deber a que el interés estaba concentrado masivamente en el valle del Ebro, donde una fulgurante campaña militar del ejército nacional barría las posiciones republicanas, avanzando 100 kilómetros en cuestión de días, destruyendo fuerzas republicanas contabilizadas en cien mil hombres y creando el pánico (así lo narra Vicente Rojo) en el frente y la retaguardia republicana que apenas se pudo contener. Al estar embebidos aquí, se relegó la importancia de lo que ocurría fuera de este valle. Así, cuando en 1938, como ocurrió en 1937, Mera clamaba por reservas y más fuerzas para reiterar el ataque, ni Miaja (desde Madrid), ni Rojo (desde el Levante), se las dieron. En cierta manera, se conformaron con el éxito táctico menor de Mera y se le ascendió, en reconocimiento, a teniente coronel de milicias.
Tampoco Mera gozaba de simpatías en el Gobierno de Negrín, asesorado por los comunistas (soviéticos y españoles), contrarios a los anarquistas, y cuyo episodio final se dio en Madrid, en esa pequeña guerra civil de marzo de 1939 entre los comunistas (Barceló) y los anarquistas (Mera-Besteiro y el coronel Casado) que precipitó el final de la guerra en Madrid.
Ese final que desmoronó los frentes y que en palabras de Nuño Gaya decía, como colofón a este artículo:
“De cada carretera secundaria iban afluyendo más hombres, desarmados, de nuestro ejército. Centenares, miles, decenas de miles de soldados, todos en dirección a Madrid. Sencillamente los treinta mil hombres del IV Cuerpo de Ejército. Era una masa humana imponente, una riada de combatientes vendidos por la traición, pero que, aun sin armas, resultaba terrible”.
(*) José Romero Serrano es coronel de Infantería del Ejército español, destinado en el Instituto de Historia y Cultura Militar. Diplomado de Estado Mayor, ha servido en unidades y cuarteles generales y desplegado en misiones en el exterior. Es autor de “Las Jornadas del coronel” (Universo de Letras, Sevilla, 2018), coautor de la guía “Guadalajara y sus campos de batalla (junto a B. Tauler y F. Roquero), en (Diputación de Guadalajara; Intermedio Ediciones, 2018), autor de “Grandes Tratadistas de interés militar” (Publicaciones de Defensa, Madrid, 2019), “Montaña Negra” (Ed Avant, Barcelona, 2020) y coordinador de “Apuntes Militares de Cuenca” (Diputación de Cuenca, 2020)