Por Sonia Jodra

Todo lo bueno y todo lo malo que tiene Guadalajara nos llega de Madrid a partes iguales. Cuando la economía, la demografía y la dinámica social de la provincia están condicionadas en las últimas décadas por nuestra proximidad a la Comunidad de Madrid, resulta casi obsceno pensar que la última crisis política de nuestros vecinos no acabará afectándonos. En época de bots, fake news, burbujas filtrantes y algoritmos controladores, es difícil discernir cuáles son las opiniones acertadas y las interesadas. Pero hay hechos indiscutibles, como que Isabel Díaz-Ayuso es la tercera presidenta de la Comunidad de Madrid, el motor económico y social de España, que se ve salpicada por un presunto caso de corrupción.
Y cuando la ultraderecha de Vox sigue amenazando con continuar ocupando parte del espectro político conservador, no es una buena noticia que el Partido Popular se abra en canal. Porque cuando los partidos ultras ganan poder, hay colectivos que pierden derechos.
No hay muros, alambradas ni pasos fronterizos en el límite que separa la Comunidad de Madrid de la de Castilla-La Mancha ahí donde colindan los términos de Meco y Azuqueca de Henares. Por ello sentimos casi como propio este sainete madrileño con el que ayer la clase política vio un poco más erosionada su ya de por sí ajada imagen para la ciudadanía. La mitad de los habitantes del Corredor del Henares guadalajareño conocen más a Ayuso que a los lideres regionales y provinciales y, por supuesto, jalearon sus propuestas de abrir barras de bar y terrazas para luchar contra el aburrimiento en lugar de hacerlo contra la pandemia.
Ayer se destapó un escándalo, un auténtico escándalo político. Un familiar de la presidenta madrileña podría haber cobrado comisión por un contrato de la Comunidad de Madrid para la adquisición de mascarillas. Pero el hecho se ha quedado algo difuso en medio de la niebla generada, todo indica que interesadamente, por el presunto espionaje al que fue sometida Ayuso por parte de los responsables de su partido. Por si esto no fuera bastante tremendo, resulta que el espionaje pudo ser financiado con medios del Ayuntamiento de Madrid. Sinceramente creo que la ciudadanía de Madrid no se merece todo este estrés al que el Partido Popular está sometiendo a las instituciones.
No se trata de cuestiones internas de un partido, se trata de asuntos que afectan gravemente a la estabilidad del sistema y que incrementan la desafección de la gente por la clase política. Todo ello incrementa el clima de incertidumbre por el que atravesamos como sociedad tras los dos años más extraños de nuestra existencia. Por ello el deterioro que genera todo este cruento enfrentamiento de los líderes del principal partido de la oposición es severo.
Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes y ahora Isabel Díaz-Ayuso, tres presidentas de la Comunidad Autónoma más importante de España inmersas en asuntos de corrupción parecen demasiadas, aunque bien es cierto que no es lo mismo robar unas cremas hidratantes que amparar una de las mayores tramas corruptas de la democracia.
Malas noticias las de ayer para el maltrecho devenir de acontecimientos en este 2022 en el que Europa tiembla ante la posibilidad de entrar en una nueva gran guerra y las secuelas de la pandemia se dejan notar en el sistema de salud pública que ha soportado con entrega y compromiso los dos años de COVID.
Isabel Díaz-Ayuso conseguía ganar hace solo unos meses unas elecciones al más puro estilo de las grandes gestas políticas y hoy lleva sobre sus hombros la sombra de la sospecha de una conducta poco ejemplar. Sin embargo, la gente se manifestaba ayer a las puertas de Génova para anunciar públicamente su apoyo a la presidenta en la que consideran una “caza de brujas” contra la única que ha plantado cara al líder del PP. Poco sólido este argumento. Por la mañana la presidenta reconocía la relación de su hermano con la empresa de las mascarillas. Al margen de conspiraciones y desavenencias partidistas, cuando alguien no ejerce su cargo con la dignidad y la coherencia que exigen las instituciones, poco hay que justificar con presuntos espionajes de encargo. Y que conste que parece que “haberlo, haylo” y por lo visto al más puro estilo “Mortadelo y Filemón”. Por la tarde dimitía el coordinador de Alcaldía del Ayuntamiento de Madrid.
En fin, que nuestra democracia está desde ayer un poco más debilitada. Poca broma cuando hay tanto en juego. Delirante.