Por Gloria Magro.
Estaba brillante y claro en las colinas rojas al norte de Guadalajara cuando nos paramos en el borde rocoso de una meseta, donde un camino blanco se inclinaba hacia un valle empinado, y observábamos las tropas fascistas en una meseta que se elevaba pura a través del estrecho valle. «Ahí viene uno por ese camino», dijo un oficial español a mi lado. “Allí tienen un nido de ametralladoras. Mira, hay tres más. Mira allá, cinco más”. Me senté con un par de prismáticos y conté más de 150 soldados que se movían por la meseta y los senderos a lo largo de su cara de acantilado. «Allí no tienen artillería», me aseguró el oficial, «y está demasiado lejos para usar ametralladoras contra nosotros» (…). Debajo de nosotros, en el valle, estaban las casas marrones amontonadas de los pueblos de Utande y Muduex. A la izquierda estaba Hita, como un cuadro cubista contra la empinada colina en forma de cono. Ernest Hemingway, 29 de marzo de 1937.

Soldados italianos de la CTV atrapados entre Masegoso y Almadrones.
«Domani a Guadalajara, dopo domani ad Alcala e fra tre giorni a Madrid». General Roatta (CTV, 1937).
Durante tres días de marzo de 1937, hace ya 85 años, el avance de las fuerzas italianas por la carretera de Francia en los altos de la Alcarria estuvo a punto de cambiar el curso de la Guerra Civil española. Equipados con la última tecnología militar y apoyados desde el norte por su aviación, las divisiones fascistas enviadas por Mussolini creían que alcanzarían Madrid en tres jornadas en un rápido y contundente jaque mate al Ejército Republicano. Los libros de Historia cuentan que no sucedió así y sus páginas se pueden leer aún en los campos de Almadrones, Masegoso, Trijueque, Torija, Brihuega y Gajanejos. En la Batalla de Guadalajara, la primera derrota del fascismo en Europa, podría estar la clave del futuro desarrollo turístico de esta comarca.
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