Teatro aficionado, en peligro de muerte

Por Juan Carlos Pérez-Arévalo*

La competencia de las plataformas de ocio y la pandemia están acabando con el teatro amateur.

Con motivo de la celebración este 27 de marzo del Día Mundial del Teatro, el grupo TresTristresTrigres lanza un manifiesto SOS en defensa de esta faceta, principalmente, en lo que a la parte aficionada respecta.

Desde tiempos inmemoriales hay una letanía que se viene repitiendo en este mundo de la escena: “El teatro está en crisis”. Tanto se ha repetido esa queja, que muchos ya se la toman a broma. Puede que esté en crisis, pero el TEATRO (así, con mayúsculas) nunca desaparecerá. Eso nos atrevemos a decir. De igual modo, pensamos que el teatro aficionado, el teatro amateur, no es que se encuentre en crisis, sino que está en claro peligro de extinción.

La mayoría de nosotros hemos hecho teatro desde antes de tener uso de razón: En el colegio, en el grupo de teatro del instituto, en la universidad… Hemos pisado tablas con muchos de los grupos de teatro amateur más conocidos de Guadalajara: Altiter, Antorcha, Gentes de Guadalajara, Vértigo Teatro, Nereidas, con la Escuela Municipal de Teatro… y los últimos 25 años, dentro de TresTristresTrigres Teatro. Nadie puede decir que no conocemos este mundo.

Durante los primeros años de andadura, con TresTristresTrigres y con otras compañías, la cosa funcionó “razonablemente bien”: Si uno se movía, no faltaban representaciones; y el público acudía numerosamente a las distintas actuaciones. Ya en esa época, recuerdo perfectamente que luchábamos por no coincidir con algunos “eventos” que sabíamos nos restaban espectadores. Un partido del Madrid, una final de la Champions o incluso Eurovisión (ciertos años) restaban las posibilidades de tener una buena entrada. Pero, eran ocasiones puntuales, manejables.

La crisis económica de 2008 y sus posteriores secuelas dieron un golpe tremendo al teatro, especialmente al amateur. Hubo recortes generalizados en cultura, disminución y eliminación de ‘subvenciones’, desaparición de certámenes y, como consecuencia, además, una pérdida del hábito de asistencia al teatro.

El auge de los servicios de streaming supuso un golpe igual de profundo al mundo del teatro aficionado. Ahora ya no tenías que competir con un evento puntual, sino que cualquier espectador tenía que decidir entre salir de casa para ver un montaje incierto de un grupo desconocido, u optar por ver una superproducción de fama mundial desde el sofá de su casa.

Por estas dos razones, en los últimos diez años notamos una progresiva dificultad para encontrar lugares donde actuar y un dramático descenso en el número de espectadores. Y no se trata de un problema puntual, sino de algo coyuntural. En estos tiempos un grupo de teatro local debe competir con una oferta global.

La pandemia, el confinamiento, han sido el “clavo que faltaba por poner a este ataúd”. Dos años de parón eliminan cualquier hábito. Muchos grupos (profesionales o amateurs) nunca volverán a arrancar. Los que lo hagan se enfrentarán, no sólo a la incertidumbre de lo que se puedan encontrar, sino ante la reticencia de muchos espectadores a encerrarse de nuevo en un local cerrado donde, para más inri, está mal visto/prohibido usar el smartphone. Secuestrados durante más de una hora sin poder usar el móvil. El infierno, vamos.

El mérito de este tipo de teatro es innegable.

El teatro, el hecho teatral, no desparecerá nunca. El gran teatro, las grandes producciones, los musicales, seguirán existiendo siempre y el público seguirá acudiendo a estos y otros “eventos” para vivir “la experiencia”. Pero, el pequeño teatro, el teatro hecho por grupos aficionados e incluso por modestas compañías profesionales, se está muriendo, está agonizando. Puede que siga existiendo un público muy concreto, muy limitado, interesado en una parte de este tipo de teatro (teatro social, performances, teatro experimental…), pero, lejos de crear un “circuito” de teatro aficionado, una “cultura de teatro”, incluso una “cantera” para el teatro profesional, lo que está creando esa excesiva “especialización”, es una “ghetificación” del mismo.

Amigas, amigos, el teatro aficionado está muriendo. No hay más que ver la asistencia media a cualquier evento teatral de formato mediano y compararla con la de hace una década o el número de espectadores totales. Está agonizando ante nuestras narices y, si queremos salvarlo, si de verdad queremos salvarlo, es hora de que todos los implicados, pero especialmente las administraciones culturales, se lo tomen en serio y apliquen las medidas necesarias.

*Juan Carlos Pérez-Arévalo es escritor, profesor, dramaturgo y, sobre todo, un enamorado del TEATRO. Ha estado al frente de TresTristresTrigres Teatro durante más de 20 años y ha publicado varias obras de teatro (Groucho’s, De-Función), además de una novela de ciencia-ficción (‘Ciudad Vertical’). También ha coordinado la recopilación poética ‘NPG’21’ (Nueva Poesía de Guadalajara) recientemente editada por la Diputación Provincial y Colección TTT.
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