
Por Sonsoles Fernández Day
Cuando una chica entra en el servicio del vestuario femenino de las pistas de atletismo de la Fuente de la Niña en Guadalajara se encuentra de bruces con dos urinarios. Si es la primera vez que entra, lo normal es que dude, piense que ha podido equivocarse y, si puede, salga a comprobar que efectivamente había leído bien y en la puerta hay un cartel que pone ‘Vestuario Atletismo Femenino’. Habrá alguna que ni se haya fijado, pero servidora, que soy de darle vueltas a todo, cada vez que lo veo, entre la sorpresa y la intriga, no puedo evitar acordarme de la señora Montero y su Ley Trans.
Un año después de que el anteproyecto de la Ley Trans se aprobase en el Consejo de Ministros, así se llama y no de Ministros y Ministras como le gusta decir a Irene Montero, el Consejo General del Poder Judicial se ha pronunciado al respecto diciendo que la redacción de esta norma discrimina a las mujeres y además encuentran ‘aspectos oscuros’ en las consecuencias que se pueden plantear tras un cambio de sexo en ámbitos como la violencia machista o el deporte.
Claro que el CGPJ respeta y valora la intención de proteger a las personas trans y al colectivo LGTBI pero no creen que sea adecuada ni necesaria una ley de carácter específico. El hecho de dar a este colectivo un régimen privilegiado de protección al margen del régimen que se aplica al resto de los ciudadanos termina yendo en contra del derecho de igualdad de la Constitución. Otro detalle es que el texto se refiere a las ‘mujeres no transexuales’ y el Consejo ha aprobado por unanimidad que se sustituya por la palabra ‘mujeres’. Sin más, que ahora parece que tiene una que avergonzarse de ser mujer, heterosexual y corriente.
En cuanto al deporte, el Consejo General del Poder Judicial considera que debería tenerse en cuenta la ‘realidad de la diferencia de las condiciones físicas existentes y de la superioridad física de la mujer transexual frente a la que no lo es’. Una mujer no puede competir, deportivamente hablando, con otra con cuerpo de hombre.
El debate y el ejemplo están en los recientes casos de la halterófila australiana Laurel Hubbard, que compitió en los Juegos Olímpicos de Tokio, y la nadadora estadounidense Lia Thomas, a quienes solo hace falta ver su físico sin necesidad de verlas actuar para entender que una deportista transexual es muy superior al resto en una competición femenina. Teniendo en cuenta que podría no ocurrir en todos los deportes, el Comité Olímpico Internacional no define una norma general, sino que prefiere que cada federación deportiva designe los límites o las normas para la participación de mujeres trans en las competiciones, porque dicen que no debe presumirse su ventaja sobre el resto de las mujeres, a quienes define como mujeres cisgénero.
Otra forma de decir mujeres no transexuales, otro apellido. Las personas cisgénero son aquellas cuya identidad y expresión de género coincide con el sexo biológico que se les asignó cuando nacieron. Esta definición se me escapa. Sin ánimo de ofender a nadie, hasta donde yo entiendo, nace un niño o una niña, claramente distinguibles después de verles los órganos genitales. Nadie nos asigna el sexo, sino que lo llevamos puesto. Si cuando la persona crece, se siente de otra manera, nuevamente, mis respetos y, por supuesto, deseo que se sienta libre de expresarlo y plena de derechos.
La Ministra de Igualdad, Irene Montero, no ha hecho ningún caso a la reflexión del Consejo General del Poder Judicial, asegura que no le causa sorpresa y que la Ley Trans llegará al Congreso antes de verano. Ni siquiera se molesta en corregir las palabras que el CGPJ denuncia que son inventadas: ‘contracondicionamiento’, ‘despatologizador’ o ‘intersexualidad’. Ya sabemos que ella es muy de inventar. Todos, todas y todes.
Esta semana lo ha dado todo con la salud menstrual, la estigmatización, el silencio de la regla, la soledad, la culpa y la vergüenza. Todo por las personas menstruantes. Señora Montero, sigue usted borrando a las mujeres, eso sí que da vergüenza. Veremos si la baja laboral por menstruación dolorosa nos beneficia o nos perjudica.
Quien necesitara una baja, seguramente ya se la cogía. El resto, queremos que nos miren como iguales a los hombres, no más débiles. No hay estigmas en la regla. Lo hablamos cuando toca y hay confianza y si no lo hablamos es porque no nos apetece, igual que no le cuento a nadie cómo son mis mocos cuando estoy resfriada, porque a nadie le incumbe.
Para terminar, por si a alguien le interesa, les diré que preguntando me he enterado de que el servicio del vestuario masculino de las pistas de atletismo no tiene urinarios. Debió ser un error a la hora de colocarlos, no es por motivos inclusivos. La razón por la que no cambian el cartelito y por tanto, el género del vestuario, la desconozco. Nadie se habrá quejado.