Por Yago López
Disculpen los lectores si hoy no acierto a explicarme pero la falta de sueño y la dificultad de exponer los motivos de mi marcha de este blog no me lo ponen sencillo. Escribo de madrugada tras una maratoniana jornada laboral e intimidado por la presencia cercana del despertador, que amenaza con sonar en breve para regresar al tajo.
Esta nueva e intensa actividad nada tiene que ver con el trabajo periodístico que aquí llevo intentando desarrollar los dos años de vida que acumula el blog. Cuando inicié la aventura aún no había cerrado el medio en el que trabajaba y pagaba mis facturas a base de informar. Sin embargo, la crisis arrasó con todo y me barrió de un plumazo, junto a decenas de compañeros que en este tiempo han cambiado de ocupación o simplemente continúan en el paro.
Escribir artículos con el grado de libertad editorial que ofrece El Hexágono ha sido una de las experiencias más gratificantes de mi carrera. Pero lo cierto es que redactarlos y analizar la información lleva tiempo y no es sencillo si no estás pegado a la actualidad de la provincia de una manera cercana. No obstante, no olvidemos que esto que hacemos es una profesión.
Y ese es precisamente el problema. Creo firmemente que iniciativas como El Hexágono deben proliferar porque solo una buena información sobre lo que ocurre hace al ciudadano libre de decidir lo que quiere o no, conociendo las opciones que se le ofrecen. Sin embargo, nadie está dispuesto a pagar porque le informen aunque al tiempo no concibe irse del bar sin abonar las cervezas.
El periodismo es una de las profesiones más vocacionales que existen y por eso muchas veces se fuerza la máquina. Pero en esta vida, al menos según funcionan las cosas en este siglo, hay que ganar dinero para sobrevivir. Con esa imperiosa necesidad el periodismo se convierte en una afición y si el tiempo no permite implicación acaba condenando al redactor a rebuscar en el baúl de los lugares comunes.
Me dirán muchos ciudadanos, y no les falta razón, que la mayor parte de los medios de comunicación están al servicio de intereses privados y bailan al son que cante su jefe. Pero, como hemos visto en tanta ocasiones en lugar de racionalizar el desempeño de la profesión e intentar luchar contra esas presiones mediáticas y esos errores sistémicos del periodismo lo que se ha hecho ha sido eliminar directamente a sus elementos más vitales para su superviviencia: los periodistas. Acabar con los periódicos en lugar de desarrollar una marco normativo que ayude a corregir sus errores equivale a acabar con los servicios públicos en lugar de mejorar la eficiencia.
Por mi parte, y por el momento, cuelgo las botas una temporada. Ha sido un auténtico placer y espero que volvamos a vernos pronto. Pero lamentablemente ahora no tengo tiempo ni fuerzas para desarrollar un trabajo en mi tiempo libre y otro para sobrevivir, y de continuar en este blog estaría estafando a los lectores y, sobre todo, a mí mismo.