
El PP, con Ana Guarinos al frente, celebra los resultados en la noche electoral. // Foto: lacronica.net
Por Concha Balenzategui
Me toca analizar los resultados electorales en clave provincial y me debato entre dos perspectivas que veo muy claras. Una es la inmediata, la que pueden hacer incluso los desmemoriados: comparar los resultados de diciembre de 2015 con los del pasado domingo, y sacar conclusiones derivadas del comportamiento de los partidos durante estos seis meses (fijándose sobre todo en la evolución nacional y las posturas de sus líderes) y las variaciones que han sufrido las candidaturas -pocas, pero no insignificantes- ya centrados en nuestra circunscripción.
Pero distanciarse para dar mayor perspectiva a la situación, quizá un ejercicio más propio de los que ya llevamos unos cuantos escrutinios analizados a nuestras espaldas, permite ver algunas tendencias marcadas. Y bajo ese prisma, la mirada retrospectiva, ese 20 de diciembre de 2015 empieza a parecer un espejismo, una nota que salió discordante en la partitura general, que incluso tiende a “estorbar” al análisis de fondo. Parece más bien un experimento que los electores se permitieron, pero sin mayores consecuencias. Y no se trata solo de que aquel resultado diera paso a una legislatura fallida, en la que los representantes elegidos no hayan llegado a ejercer plenamente como tal.