
Carolina Gudiño Rodríguez. // Foto: A. González Fretes
Por Antonio González Fretes (*)
Mi abuela Carolina o, como todo el mundo la conocía, Carola, tenía 96 años. Sabíamos que llegaría la hora. Pero no ahora y no así. Dicen que los abuelos deberían ser eternos. Ella ya lo era. Lo es.