
Los cinco elefantes en la A-30. // Foto: Radio Albacete
Por Patricia Biosca
Muchas veces, mientras voy por la carretera (y es muy frecuente), me gusta pensar en la carga que portan los vehículos de mi alrededor. Da igual que sean coches, furgonetas o camiones: me entretiene pensar en las historias que van dentro. Cuando veo un deportivo que parece caro, pienso que es posible que un futbolista, pongamos del Real Madrid (mi poca afición por este deporte me hace recurrir a ejemplos de andar por casa), conduzca a mi lado su bólido, ataviado de sus gafas de sol y un chándal de marca que seguramente habrá costado más de lo que valió mi Ibiza del 99 recién salido de fábrica. También me fijo en los vehículos que portan desde mesas a somieres solo agarrados por unas cuerdas e imaginarme el periplo hasta colgar del techo semejante mobiliario. Los autobuses en los atascos y la gente mirando distraída, melancólica, por las ventanas, son una debilidad más. Y los camiones, esos mastodontes que a veces enseñan su carga (ver las orejas al viento de los pobres cerdos mientras surcan la autovía me hace reflexionar sobre el miedo ante algo para lo que no les ha preparado el instinto), pero que otras la esconden. Pero ni en mis delirios más extremos recorrió por mi cabeza que alguno de ellos llevase elefantes. De esos de verdad, con trompa, pezuñas de descomunal tamaño y dientes de marfil que son paseados de pueblo en pueblo, de circo en circo, de penuria en penuria. Sigue leyendo →