
Nogueroles presentó la iniciativa acompañada del edil de Hacienda, Alfonso Esteban // Foto: Jesús Ropero (Ayto.Guadalajara)
Por Óscar Cuevas
Isabel Nogureoles tiene estas cosas. De vez en cuando se le enciende una bombillita, así de repente, y pare una idea. Y si nadie la frena (que no suele ocurrir, menuda es) pues la lleva a cabo. Porque ella lo vale. ¿Que por el camino tiene que convencer a Román? Lo hace. Y mira, a veces la cosa le sale bien; a veces, hasta muy bien. Pero en otras no pasa de ocurrencia. Y lo de esta semana es eso: una ocurrencia carísima.
Tan costosa, como 120.000 euros. Son los que apoquinaremos los guadalajareños por su decisión de erigir tres estatuas de bronce, dedicadas a otros tantos acontecimientos del calendario sociocultural de la capital. A saber: La Semana Santa, el Tenorio Mendocino y el Maratón de Cuentos. La fácil división nos da el cociente de 40.000 lereles por estatua. Curiosa cifra, pardiez, que debe ser tarifa habitual, porque coincide con el precio de la famosa efigie que los populares se empecinaron en levantar para mayor gloria de Juan Pablo II. Esa que los vecinos de la zona tienen rebautizada como «la de Batman».

La estatua del Cardenal Mendoza fue otro intento de «embellecer» el entorno, que debemos a Bris // Foto: Herrera Casado
«Se trata de embellecer la ciudad», ha dicho Nogueroles. Échense a temblar. Cada vez que un edil de esta ciudad ha decidido «embellecernos», ya saben lo que ha venido ocurriendo. Bien es cierto que lo del arte urbano es muy subjetivo, y a unos agrada lo que a otros espanta. Servidor, en su particular museo de los horrores, tiene en un pedestal esa bicicleta gigantesca y amórfica de allá por Los Valles; las gotas con forma de peonza de Aguas Vivas, la peladura de monda de naranja que nos cascaron frente al Escartín; ese Cardenal Mendoza que parece un picador en tarde de toros… Y, sobre todo, esa «galería del terror» en que convirtió el viejo Bris al paseo de Las Cruces, cascando un decapitado cada 50 metros. Escalofríos me entran cada vez que pienso en ellos.
Dice Nogueroles que su nueva ingeniosidad goza del consenso del resto de partidos del Ayuntamiento. Supondremos, por tanto, que en el Pleno que hoy se celebra allí habrá unanimidad para aprobar la modificación presupuestaria que va a habilitar la partida para estas nuevas «estatuas noguerolianas». En estos días no he leído reacción alguna de la oposición ni a favor ni en contra. Pero dando por cierto lo que dice la edil, si es verdad que hay consenso, repártanse los capones equitativamente, según nivel de representatividad, PP, PSOE e IU. Porque una ocurrencia compartida no es menos ocurrencia. Aunque si Nogueroles fue capaz de embaucar al siempre sensato Alfonso Esteban para que presentara con ella esta memez, la creo capaz de seducir hacia la locura de bronce al mismísimo Maximiliano. Que todo es ponerse.
Me pregunto de dónde habrá sacado la idea, doña Isabel. ¿Acaso han visto ustedes a algún representante de los colectivos a los que se pretende homenajear reclamar semejante asunto? Yo sí les he visto -a esos y a otros muchos ciudadanos con inquietudes culturales- pedir dinero, pero para muchas otras cosas. Para estatuas, nunca. Y se me antoja aberrante pulirse 120.000 del ala en estos muertos, en lugar de destinarlos a la financiación las verdaderas necesidades de la Cultura local. Que no son pocas, precisamente. ¿No es tremenda contradicción anunciar este dispendio la misma semana que conocemos que las asociaciones tienen que abandonar su cuchitril del Centro Cívico, y que varias se van a quedar sin un mísero localito, a falta de Casa de la Cultura? ¿No es tremenda contradicción que la partida prevista para estas efigies sea similar al gasto de la ñapa que le están haciendo al Teatro Moderno?
Les voy a contar una hipótesis. Alguno dirá que esta es ocurrencia de mi cosecha. Pero yo pongo la mano en el fuego. Estoy convencido de que el PP lo que de verdad quería era tan solo levantar la estatua de los nazarenos «semanasanteros». Pero el único modo que ha tenido de presentarla con ese «consenso» del que presume es metiéndola en un paquete, digamos, «ideológicamente más amplio». Faltan 5 meses para las Municipales, y los populares no podían someterse a otra catarata de críticas como las que recibieron con la estatua de Wojtyla. Ha habido ya demasiados gestos, demasiadas transferencias de dinero a la Iglesia (y no hablo de ayudar a su labor social, precisamente) como para permitirse otro aluvión de reproches. Por eso han tenido la ocurrencia para con el Tenorio y sobre todo la del Maratón. Vamos, que no es más que un ejercicio de «a ver si cuela». Y colará, claro. Para eso mandan.
Pero lo cierto es que a la Semana Santa de Guadalajara no le hace falta ninguna estatua. Lo que necesita es un interés cultural y un respaldo social mayor; que no tiene, desafortunadamente para sus devotos. Porque esto no es Zamora, Murcia, Cuenca, ni siquiera Toledo. Y eso me temo que no hay estatua que lo remedie. Es más. Digo yo que puestos a poner una escultura a un acontecimiento religioso de peculiar valor de la capital, la mirada tendría que haberse ido hacia el Corpus, no hacia la Pasión. Y digo también que, puestos a ayudar al realce de la Semana Santa local, era bastante mejor idea aquella que sugirió la socialista Magdalena Valerio, en la última campaña electoral, sobre crear un centro de interpretación o un museo alusivo.

Don Juan y doña Inés, en el último Tenorio Mendocino // Foto: Elena Clemente
Al Tenorio Mendocino, por su parte, tampoco le hace falta más escultura que las que figuradamente componen los actores, en esas tétricas escenas finales a la entrada de un Convento de la Piedad reconvertido en camposanto. El Tenorio precisa, si acaso, de más soporte económico. Y seguramente, de más cariño institucional. Y no tanto por parte del Ayuntamiento como de una Junta y de un consejero de Cultura que lo desprecia reiteradamente, hasta el punto de no conocerlo siquiera (como tampoco ha pisado en 4 años el Maratón de Cuentos). Y en cualquier caso. Puestos a poner una estatua a nuestro Tenorio, ¿por qué no decidieron representar las figuras principales de don Juan o doña Inés? Es fácil: El PP quiere la de Don Gonzalo porque es el papel que encarnaba el entrañable y nunca suficientemente bien ponderado Javier Borobia. Que es una eminencia adorable, pero que tampoco necesita estatuas.
Finalmente, el fantástico Maratón de Cuentos de Guadalajara no necesita de ninguna Bella Durmiente perenne y bronceada. Ya tiene su propia Blancanieves, de carne y hueso, que lo ha convertido -junto a cientos de manos voluntarias- en una maravilla. Pero desde el calor, no desde el frío metal. El Maratón, como el Tenorio, necesita de contadores y escuchadores, y de fondos que garanticen su superviviencia. Y sobre todo de mucho cariño social e institucional, de cosas tan sencillas como que el consejero de Cultura, ese compañero de partido de Román y Nogueroles, no demuestre su inmensa idiocia cada vez que se refiere a él.
Claro, que ahora que lo menciono, se me ocurre que, en lugar de la rueca de Aurora, la estatua alusiva al Maratón podría ser algo así como un perol gigante, colocado a la puerta del Infantado, donde hacernos una queimada comunal y bolivariana. Nos la beberemos a la salud de Marín, Nogueroles, y de sus ocurrencias.