Ambiciones

Por David Sierra

Llevaba las manos gastadas, a modo de garra como el azor que acecha una presa. Callosas y envejecidas ante las durezas a las que había tenido que hacer frente. Y al mismo tiempo, descansadas, por fin. Marcelino ronda ahora un tanto en fuera de juego, aclimatándose a una nueva situación. La de abordar el merecido respiro que ofrece la jubilación, después de un cuarto de siglo atendiendo al municipio que un día le acogió como un vecino más cuando la despoblación hacía estragos, como en casi todos los de la provincia.

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