Cuando yo era pequeña y vivía en casa de mis padres, si mis hermanos o yo volcábamos un vaso encima del mantel o se nos caía un cuchillo, mi padre tronaba: “¡No hagáis groserías!” Si mojábamos plan en la salsa, gritaba: “¡No rebañéis los platos! ¡No hagáis mejunjes!” (…) Durante las comidas solía hablar de las personas que había visto ese día; era muy severo en sus juicios y todo el mundo le parecía estúpido. Para él, un estúpido era un tonto. “Me ha parecido un grandísimo tonto”, decía de alguien a quien acababa de conocer. Además de los tontos, estaban los “palurdos”. Para mi padre los “palurdos” eran las personas que se comportaban torpe y tímidamente… Natalia Ginzburg, Léxico Familiar. (*)
Por Gloria Magro.
Todas las familias, incluso las más cultas, han compartido tradicionalmente un lenguaje propio y unos códigos que se interpretan sin la menor vacilación en el ámbito doméstico. Esos códigos pueden tener el mismo significado o no tenerlo en la casa vecina, en una misma localidad o en una misma zona geográfica sin que por ello trasciendan al idioma normalizado que aparece en los diccionarios de la Lengua. Sigue leyendo →