Por David Sierra
Con más de un siglo a sus espaldas, cuando a Dámaso le propusieron vacunarse no lo dudó un instante. Pastor durante toda una vida y con el recuerdo de sus ovejas, fieles compañeras, siempre presentes en su memoria – que aún conserva con especial lucidez -, a pesar de los temores por la aparición de este temible virus nunca perdió la esperanza de alcanzar los ciento doce otoños propuestos medio en broma y muy en serio. En su municipio, – uno de esos donde los pocos que quedan están más cerca de su generación que del resto, donde el panadero acude con cada vez menos ganas en su furgoneta, donde las tiendas y los comercios brillan por su ausencia; donde el autobús ya no entra ni para cerca, donde el cartero acumula y deja para un día en concreto toda la correspondencia, y donde el consultorio médico sólo abre sus puertas de quincena en quincena, aunque los enfermos ronden la puerta -, las vacunas contra el Covid ni se las ve ni se las espera.
