Por Ana María Ruiz
La enorme tromba de agua que cayó la pasada semana sobre Guadalajara y que provocó un sinfín de problemas en toda la ciudad puso de manifiesto -por enésima vez- el estado de deterioro del Hospital Universitario, donde los usuarios, el personal y los pacientes ingresados asistieron a un nuevo capítulo de “Este Hospital es una ruina”. El nulo mantenimiento de las instalaciones provocó la aparición de goteras y la inundación de la planta baja. Esta situación obligó incluso al cierre de la cafetería y a la intervención de los Bomberos. Las imágenes que han colgado numerosos ciudadanos y trabajadores en las redes sociales son de verdadera vergüenza y hablan por sí solas: pasillos anegados, sábanas y toallas por los suelos como improvisadas bayetas y falsos techos abiertos en canal dejando pasar agua y más agua. Los trabajadores del servicio de limpieza -cuya plantilla roza lo ridículo para un centro de las características del de Guadalajara- no daban más de sí, e incluso el personal sanitario -que tanta falta hace en plantas y en consultas- tuvo que colaborar achicando agua. Un verdadero desastre.