La vivienda entra en campaña

Por Gloria Magro.

El entorno del puente árabe, un importante nudo de comunicaciones con dotación de zonas verdes, área comercial y viviendas: 230 unidades de protección oficial y mercado libre. 

Alquilar un piso hoy en Guadalajara de más de un dormitorio sale por unos 800 euros al mes, a partir de mil euros si se trata de un adosado. Para bajar estos precios hay que trasladarse a los pueblos de alrededor, o bien subir hasta Yebes Valdeluz. Y aún así, la oferta en el mercado del alquiler es extraordinariamente reducida -exactamente 4 inmuebles en el portal Fotocasa en esa localidad- para las necesidades de una ciudad donde las empresas de logística ofrecen nuevos puestos de trabajo cada día, atrayendo cada vez más población. El tema de la vivienda empieza a ser una urgencia en Guadalajara, los partidos políticos lo saben y multiplican sus propuestas en plena campaña electoral.

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En busca de la fuente de 1885

Por Felicidad Roquero Guijosa (*).

Paseo mucho, por toda la ciudad. Me gusta detenerme en los detalles, observar cómo hay cosas que cambian, incluso que mejoran o empeoran; otras que no hay manera de cambiar, que se van deteriorando con el paso del tiempo y que a nadie parece importarles.

La mejor forma de conocer el lugar en el que vives es callejeando despacio. Según lo vas conociendo te vas enamorando pero no dejas de ver sus defectos. El amor no es ciego.

Amo Guadalajara, mi ciudad de adopción, sobre todo sus barrios. Perderme por sus calles y callejones, por las plazas y parques, es casi una tarea diaria.  Hago fotos de lo que me gusta y de lo que me disgusta: siempre hay algo que me llama la atención y que me obliga a detenerme un instante.

Hace pocos días subí por la antigua carretera de Zaragoza (N320). Si os habéis fijado en los nombres de las calles y plazas, algunas van cambiando, otras se mantienen, y otras, aunque cambien en el callejero no cambian para los vecinos y vecinas. Y esta calle larga será siempre lo que fue: la antigua carretera de Zaragoza, aunque ahora en las placas ponga calle de Zaragoza.

Mi paseo mañanero por esa zona de Guadalajara tenía un propósito muy concreto, iba en busca de una fuente que descubrí hace muchos años en un pequeño y encantador parque.

Hacía mucho que no subía por la antigua carretera de Zaragoza hasta el Parque del Depósito de las Aguas de Guadalajara.  A ambos lados se mezclan edificios altos y casitas bajas. Es invierno y huele a pueblo, a chimenea.

Casi es Navidad, el Ayuntamiento ha colocado algunas luces de colores en las altas farolas y a los balcones trepan los Reyes Magos o Papá Noel, dependiendo del gusto de la familia que habita en el piso. Las casas bajas, de arquitectura de barrio de ciudad, están algunas reformadas como modernos unifamiliares. En ellas sus propietarios se han dedicado con esmero a decorar puertas, ventanas y rejerías.

Al otro lado de la calle también huele a pueblo, a lumbre. Y también es Navidad, pero solo hay presupuesto para pegar figuras navideñas de papel en las ventanas y algún trozo de espumillón ya despeluchado de tanto uso. Son las casas de Manolito Taberné, que buena falta les hace una rehabilitación para dar dignidad al barrio y a las familias. Las casas las costeó Isidro Taberné Millán y se bautizaron con el nombre de su hijo fallecido siendo casi un bebé, Manolito. Las casas debían servir para acoger a familias con escasos o nulos recursos.

En mi paseo llego hasta lo que fue AVICU, hoy desmantelado y a la espera de construcción de una nueva barriada. Señales de prohibido y de stop, y unas puertas enrejadas impiden el paso, pero entre las rejas se ven las ruinas y un bonito paseo arbolado.

Antes de llegar al parque bebo agua de una fuente, no es la que busco, pero también fue antigua, seguro de la misma época. Hay alguna foto de Tomás Camarillo en la que se ve a un par de paisanos dando de beber a los animales. Cualquiera lo diría viéndola hoy toda recubierta de ladrillos y cemento: todo nuevo a estrenar, aunque tenga cien años. El lifting del patrimonio.

Llego al parque, me alegro de ver esa puerta abierta, las últimas veces estaban cerrada a cal y canto.

Y otra fuente nos recibe, pero no es la busco, es la fuente grande que se encuentra en el centro. La que un día fue lugar de honor para la escultura de Neptuno, procedente del Palacio de Montesclaros, y que hoy da pena. Tanta pena como los edificios que prácticamente se encuentran en ruinas. Mientras observo las grietas, las pintadas, el tejado medio derrumbado, me pregunto por qué es tan difícil conservar el poco patrimonio que ha llegado hasta nuestros días.

El Depósito de las Aguas y su parque se construyen allá por 1880 para dar servicio a una ciudad que no paraba de crecer. Es una construcción funcional de ladrillo y piedra, con arquerías de medio punto de 4 m, y otras 6 m. Forman bóvedas corridas y en paralelo de ladrillo que se van apoyando en líneas de arcadas. Semejan a los antiguos aljibes.

Pero yo he venido a comprobar que la pequeña fuente que descubrí por casualidad en uno de mis paseos sigue allí. Y sí, ahí sigue entre la maleza, casi escondida. Es de hierro fundido y está casi desde el principio de la construcción del depósito y del parque. Tiene grabada la fecha, 1885, y la procedencia, Madrid, poco más se puede leer entre tanta herrumbre y suciedad.

Realmente la fuente puede parecer poca cosa, pero es un síntoma de la enfermedad que aqueja a esta ciudad.

El parque con sus árboles es un espacio de Guadalajara que merece la pena cuidar y mantener como un lugar histórico. Según el Catálogo de Árboles Singulares, elaborado por la Asociación Micorriza para el Ayuntamiento de Guadalajara, compiten en antigüedad con los del Parque de la Concordia: algunos de ellos están ahí desde 1854.

(*) Felicidad Roquero Guijosa, es vecina de Guadalajara con raíces campiñeras. Es gestora cultural e informadora turística, además de futura historiadora del Arte.  Se define como paseante, consciente de la gran pérdida de patrimonio histórico que ha sufrido la ciudad. A su juicio, el presente y el futuro del patrimonio de Guadalajara se mira con desidia.

La Concordia, parque multiusos

Por Gloria Magro.

El centro de Guadalajara registra más vida estos días navideños y durante las dos últimas Ferias de la que ha tenido en años. Foto: Xulio G. Bilbao

“La Concordia se ha ido convirtiendo
con el transcurso de este siglo y medio de historia en mucho más que una simple zona
verde. La Concordia fue, al principio y por espacio de muchos años, el único gran parque
de la ciudad y, con el paso del tiempo y aunque Guadalajara se fue dotando de nuevas
y amplias zonas verdes, ha sido y sigue siendo el parque más emblemático y de
referencia de la ciudad, testigo de numerosos aconteceres históricos y sociales y
cómplice de no pocos instantes familiares e individuales, guardados en la memoria y en
el corazón de las sucesivas generaciones de guadalajareños”
. Jesús Orea, Guadalajara 2000. 150 Aniversario de La Concordia, 2004.

El parque de La Concordia no será en un futuro próximo candidato a Bien de Interés Cultural (BIC), al no prosperar la moción presentada en el último pleno del año por AIKE Guadalajara. La iniciativa, apoyada por los grupos municipales de VOX e IU-Unidas Podemos, incluía también la propuesta de protección administrativa para el recinto de Las Cuatro Estaciones, el pequeño parque histórico junto al Depósito de las Aguas.

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Un jardín encantador

Por Gloria Magro.

En lo alto de la antigua carretera de Zaragoza, unas alcorques vacíos y unas desvencijadas verjas de hierro ancladas a un antiguo murete de ladrillos resguardan de las miradas lo que en su día fue un encantador jardín público cuya presencia parece haber desaparecido de la memoria colectiva de la ciudad. El pequeño y decadente recinto es el Parque del Depósito de las Aguas, oficialmente hoy Parque de las Cuatro Estaciones y si prospera un proyecto que lleva ya algunos años rondando por los despachos, el futuro Parque de AVICU, lo que podría llegar a ser un aula de naturaleza de carácter didáctico y conservacionista al servicio de la ciudad. Su nombre rendiría homenaje a los trabajadores de la antigua empresa colindante, hoy desaparecida.

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Un profesor entre piedras, árboles, pájaros y setas

Floreal Pastor Moracho, in memoriam

Por Juan José Calvo Sánchez(*).

Escribir sobre Flores nos lleva, de forma inevitable, a recordar a la señora Felipa, su madre. Dulce, humilde, generosa y luchadora infatigable para poder sacar sola a sus dos hijos. Un puesto de pipas en la plaza de San Gil fue su única fuente de ingresos. Dos sus compañeras de fatigas, Enriqueta y Pepa, que también tenían dos puestos. Y no podemos olvidar a sus clientes,  niños y jóvenes; unos compraban caramelos, otros sacaban fiado algún que otro cigarrito. Incluso algunos domingos se desplazaba al Rastro para poder conseguir aquellos últimos cromos que permitían a los niños terminar sus colecciones.

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Una de zombis

Una imagen de la exitosa serie The Walking Dead.// Foto: Internet

Una imagen de la exitosa serie The Walking Dead.// Foto: Internet

Por Ana María Ruiz

Con motivo de la víspera de Todos los Santos, a lo largo y ancho de toda la provincia fueron muchos los que ayer celebraron la denominada “noche de Halloween”. Esta Noche de Brujas importada de la cultura anglosajona se convierte en la excusa perfecta para que los aficionados al disfraz y al maquillaje sangriento desplieguen toda su imaginación. En toda buena fiesta de Halloween no pueden faltar los zombis, esos muertos vivientes que vagan por las calles sin rumbo fijo, desorientados, que regresan al mundo de los vivos reanimados por arte de brujería y que tienen su voluntad totalmente dominada. Si se celebrase un Concurso Nacional de Zombis, Guadalajara se llevaría a buen seguro el primer premio, con reconocimiento “cum laude” incluido. Y por qué, se preguntarán ustedes. Pues la respuesta es sencilla. Con todos mis respetos a mis conciudadanos, los habitantes de esta ciudad y de su provincia andamos siempre como zombis, atontados, sin capacidad de reacción ante cualquier abuso que nuestras administraciones cometan contra nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestro patrimonio, nuestros pueblos o nuestro bolsillo. Somos incapaces de movilizarnos, de unirnos y salir a la calle a protestar aunque nos estén pisoteando los derechos más básicos y elementales.

En todos mis años como periodista y testigo directo de las movilizaciones que se han llevado a cabo en Guadalajara, son contadas las ocasiones en las que la ciudadanía ha respondido de forma masiva a una protesta colectiva. Recuerdo como algunas de las más numerosas la multitudinaria la manifestación convocada en 1997 con motivo del asesinato del concejal de Partido Popular de Ermua, Miguel Ángel Blanco, en la que más de 15.000 personas abarrotaron el centro de la capital para condenar la barbarie de la banda terrorista ETA. Otras de las más numerosas fueron las que se produjeron por los cierres de Carrier, Magnetti Marelli y Avicu, en 1999 y 2008 respectivamente, en las que la ciudad se volcó con los miles de trabajadores que estas empresas dejaron de patitas en la calle. Y más recientemente, en 2010, la celebrada contra la instalación del ATC de residuos nucleares en la localidad de Yebra, que fue un éxito rotundo.

Calladitos. Que nos modifican las líneas de autobuses en la capital con un servicio pésimo y lleno de carencias, los guadalajareños recogemos cuatro firmas y nos quedamos calladitos. Que se nos llevan el agua a Murcia y aprueban un Plan Hidrológico que seca nuestros pantanos, los guadalajareños agachamos la cabeza. Que nos cierran las urgencias en la provincia o las camas del Hospital y nos obligan a aparcar en auténticos barrizales o a pagar un aparcamiento privado, los guadalajareños nos conformamos. Que nos recortan profesores en la enseñanza pública y nos obligan a pagar por los libros de texto, los guadalajareños no nos quejamos. Que nos quieren cobrar por entrar al Palacio del Infantado mientras otros lo usan cual cortijo de señoritos andaluces, los guadalajareños a tragar. Que nos cierran el Teatro Moderno, los guadalajareños a morderse la lengua. Que nos suben el IBI más de un 20 por ciento o que el Gobierno regional tiene que cumplir una sentencia millonaria por readmitir a unos interinos que despidió hace dos años, los guadalajareños chitón. Que se nos quema la provincia en verano por los recortes en el Servicio de Prevención de Incendios, los guadalajareños guardan silencio.

Y no hablemos ya de las protestas laborales. Hace años Guadalajara encabezaba la lista regional de manifestaciones, concentraciones, encierros de delegados, etc. Hoy en día, los sindicatos han perdido totalmente su capacidad de convocatoria y ni siquiera el 1 de Mayo, la fiesta de los trabajadores por excelencia, logran congregar a algunas decenas de personas –la mayor parte afiliados “obligados” a acudir a esta cita- en un acto que en estos tiempos de crisis y abusos empresariales debería sacar a la calle a miles de personas.

Crear conciencia. Ante este panorama tan desilusionante son un soplo de aire fresco y de esperanza algunos movimientos ciudadanos que no se resignan a formar parte de esa horda de zombis que pululan por Guadalajara. Se trata de colectivos contestatarios, reivindicativos y luchadores que, a cambio de nada, crean plataformas o asociaciones que aglutinan a los descontentos y que toman las calles de forma pacífica para crear conciencia, demostrando además un gran poder de convocatoria. Pero, lamentablemente, también se cuentan con los dedos de la mano. Ahí están asociaciones como los Amigos del Moderno, con su original ciclo “En la puñetera calle” para protestar por el cierre del Teatro Moderno; el movimiento La Otra Guadalajara, una iniciativa ciudadana para el desarrollo y la defensa de la comarca de Molina de Aragón; o la Asociación Castillo de Galve que reivindica la rehabilitación del castillo de la localidad de Galve de Sorbe.

Es realmente desolador que los guadalajareños no seamos capaces de unirnos para casi nada si exceptuamos, eso sí, las citas festivas. Me gustaría ver la Plaza Mayor y las calles llenas de gente no sólo en el Chupinazo de Ferias, la Cabalgata de Reyes, las verbenas o las actividades gratuitas, sino también en aquellas ocasiones en las que es necesario reclamar y defender lo que es de todos: sanidad, cultura, educación, empleo,… No nos podemos conformar. No debemos callarnos. Tenemos que dejarnos ver y hacernos oír. Y ojo, que no estoy llamando a la desobediencia civil ni pretendo que Guadalajara se convierta en la capital de la pancarta,el megáfono y la cacerola. Estoy hablando de crear conciencia de ciudad, de provincia, de territorio, de población cohesionada. De otra forma se lo estamos poniendo muy fácil a quienes nos gobiernan. Un rebaño manso es muy fácil de manejar. Como los zombis.

La manifestación por el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, congregó a más de 15.000 personas en las calles de la ciudad, //Foto: Archivo NOTICIAS DE GUADALAJARA

La manifestación por el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, congregó a más de 15.000 personas en las calles de la ciudad. //Foto: Archivo NOTICIAS DE GUADALAJARA