
Cospedal, junto a José Manuel Soria, Ana Guarinos y Jesús Herranz, en marzo pasado, durante la presentación de las obras del Parador. // Foto: JCCM
Por Raquel Gamo
En el mejor de los casos, para que el Parador Nacional de Turismo de Molina de Aragón abra sus puertas se habrán necesitado cuatro legislaturas, dos jefes de Gobierno, tres mandatarios autonómicos, dos alcaldes de Molina y algo más de diez años. En el peor, el proyecto volverá a encallar y se mantendrá varado en los despachos del Ministerio de Industria, que es lo que ha venido ocurriendo hasta ahora con gobiernos del PP y del PSOE.
Si la paciencia del pueblo alcarreño es ilimitada, tal como comprobó el conde de Romanones, la de los molineses raya el estoicismo. Pero incluso en esta tierra, relegada al ostracismo desde que los Señores de Lara construyeron castillos y palacios en el siglo XII, la capacidad de resistencia tiene un límite, si bien en este caso la rebeldía parece haber mutado en resignación. O en un hartazgo taimado por el sosiego con el que los molineses encajamos los sueños rotos. Sigue leyendo