Una ley sin desperdicio

Por David Sierradesperdicio

Se esconden para disfrutar de su tesoro. Cada noche, buscan. Rebuscan. Remueven con ansias dentro del contenedor. Y a su alrededor. Siempre hay algo. Una deliciosa hamburguesa, dos panes de molde pasados de fecha. Media docena de huevos envueltos en su clara. Apenas un par quebrados. Carne, mucha carne. También fruta. Esta vez manzanas, plátanos y unas peras limoneras. Esa que se pone fea, amoratada por estar mal conservada. También dulce, deliciosa. Dos restaurantes de menú del día y un supermercado nutren el recipiente de basura. Sin selección.

Según los datos publicados por la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) cada español arroja a la basura más de medio kilo de alimentos a la semana, es decir, 1,5 millones de toneladas de alimentos aptos para su consumo al año. Las cifras a nivel mundial que proporciona la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) también son reveladoras y valora el coste de los alimentos desperdiciados al año en el mundo en más de 850.000 millones de euros, 143.000 de ellos pertenecientes a Europa.

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Alquilar barato y basura cara

Un camión descarga basura.

Los alcarreños pagamos una tasa de basura un 18’7% más alta que la media del resto de capitales. // Foto. Archivo

Por Álvaro Nuño.

Guadalajara no es una ciudad ni muy cara, ni muy barata para vivir. Dicho de otro modo (como diría el ya expresidente del Gobierno y del PP), estamos en la media de las capitales españolas según un estudio realizado por el portal Kelisto. De hecho, somos la ciudad número 26 en el ranking de 52, o sea que más en la media no podemos estar. ¿Adivinan cuáles son los productos o servicios más caros aquí? Pues la recogida de la basura (un 18,7% de coste superior a la media) y tomarse una caña en un bar (un 15,11% por ciento más cara que en las barras de España). ¿Y lo más asequible respecto al resto? Por muy sorprendente que parezca, el alquiler o la compra de una vivienda, con un 32,3 y 21 por ciento por debajo de la media del país.

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Trabajo basura

Por David Sierra

Rebuscaba en el contenedor. Su cuerpecillo, delgado y maleable como el de una lombriz, se colaba hasta la mitad del recipiente como si una gran boca le estuviera engullendo. Con un balanceo abdominal constante mantenía el equilibrio permitiéndole utilizar las dos manos. En una de ellas portaba una barra de acero con una ganzúa en la punta de uno de los extremos para ir separando las bolsas y recuperar aquello que pudiera serle de utilidad. Con la otra se asistía. Junto a él llevaba un viejo carrito de la compra donde introducía todo lo que encontraba. Ya estaba casi a rebosar y entre el cierre se podían ver utensilios como sartenes o cacerolas, aunque no hacía ascos a prácticamente nada.

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Malditos roedores

Por David Sierra

Aguardaba en silencio. Al mediodía. Cuando hasta las aves aprovechan para dormitar y los ruidos del campo se esconden entren alguna que otra brisa. Al pie del vertedero, sin mover una ceja y con la escopetilla de balines en posición de alerta, a media cintura, esperaba la ocasión. En el momento en el que su presencia se hiciese invisible, habría lugar para comprobar su tino. Entre unas bolsas de basura rasgadas, por cuya abertura salen las mondas de unas naranjas que aún huelen a postre, aparece un pequeño hocico abigotado. Y con movimientos rápidos y precisos se descubre todo el cuerpo. Olisquea como un auténtico experto enólogo sin ser consciente de su trágico destino.

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Estampas de verano

La III Muestra Internacional de Timelapses

La III Muestra Internacional de Timelapses «El Castillo» cubrió aforo en sus dos sesiones. // Foto: http://muestratimelapses.socumo.es/

Por Marta Perruca

El estío empieza a marcharse  sigilosamente de los pueblos del Señorío de Molina, cuando agosto llega a sus últimos estertores. Quizá ahora no nos demos cuenta, pero dentro de unos días empezaremos a notar el silencio que ha dejado tras de sí: el mismo con el que decidió marcharse. Es el silencio de los fantasmas que desaparecen de las puertas de la carnicería, la frutería, la pescadería o  las cajas de los supermercados;  de las sillas de las terrazas de los bares y las mesas de los restaurantes;  de las calles y plazas y los aparcamientos vacíos.

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