
El círculo vicioso del bipartidismo en una viñeta. // Foto: cuadernoderetales.blogspot.com
Por Marta Perruca
La verdad es que nunca me he considerado una buena analista y tampoco la persona más indicada para hacer predicciones de tipo político, porque el funcionamiento de la política es algo que se escapa a mi entendimiento y a lo que yo considero razonable y reconozco que no me suelo manejar bien en ese “todo vale” para mantenerse en el poder. Sí, es cierto que existen algunos instrumentos –como el barómetro del CIS, que salía publicado la semana pasada- que pulsan a la opinión pública, pero estos métodos sólo sirven para medir, de alguna manera, la intención de voto en un momento determinado o hacernos una idea de hacia donde pueden inclinarse los resultados electorales, pero todos sabemos que es extremadamente complicado, por no decir imposible, preguntar, uno a uno, a todos los votantes, por lo que nos tenemos que fiar de la muestra.
Y es que, aunque consigamos reunir la información suficiente como para hilar bastante fino en cuanto a, por ejemplo, quién podría ganar en Guadalajara, o quiénes serán los candidatos de uno u otro partido en tal o cual ayuntamiento, lo que los votantes no podrán siquiera imaginar es cómo será su gestión. Alguien podría decirme que lo que acabo de decir es una perogrullada como un templo y el caso es que sí lo es, pero no debería ser así. En teoría, los partidos concurren a las elecciones con un programa electoral, que debería representar un compromiso firme con los votantes y los ciudadanos a los que se pretende gobernar, una partitura con la que deberíamos ser capaces de intuir la melodía que van a tocar durante los siguientes cuatro años y decidir cuál es la que más nos gusta, pero a estas alturas de la política todos sabemos que estos programas vienen a ser meros panfletos propagandísticos que, una vez han llegado al sillón, se convierten en papel mojado, por lo que el derecho al sufragio no es más que en un auténtico ejercicio de fe.
Así que ruego a los lectores que me disculpen, pero llevo varios días dándole vueltas a este artículo y, por algún motivo, cuando me planteo sobre qué escribir esta semana, esta cabeza loca siempre termina llevándome a la misma idea. Desde el sábado me encuentro disfrutando de unas breves vacaciones en Dublín y sé que es osado, porque os aseguro que me he perdido los últimos capítulos, pero es ese gen molinés cabezón que no he conseguido aplacar, el que se ha empeñado en aferrarse a ello.
Lo que propongo esta semana es intentar trasladarnos en el tiempo con el propósito de responder a una pregunta casi de pitonisa: ¿Cómo será Guadalajara después del 25 de mayo?
Sí, soy consciente de que me estoy metiendo en un buen berenjenal ¿Quién podría predecirlo a ciencia cierta con todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor?
Recuerdo que cuando salieron a la luz los papeles de Bárcenas mi padre me llamó por teléfono muy preocupado: Marta, ¿Y ahora en quién confiamos? Hasta ahora había acudido a las urnas con total confianza en lo que votaba. Desde el PP vendían honradez y él los creía a pies juntillas.
Ahora que todos los partidos tradicionales se encuentran atrapados por el fango, parece que la cosa está en demostrar cuál de los dos grandes partidos es menos corrupto, aunque la verdad es que el escenario es más complicado ahora, porque las opciones se han multiplicado, de tal manera, que hay quien ya asegura el final del bipartidismo. Yo, sin embargo, no estoy tan segura.
Creo que el surgimiento de nuevas alternativas políticas no solo es bueno para el ejercicio de la Democracia, sino que me atrevería a decir que incluso, en estos momentos, es necesario. Pero, quizá desde mi atalaya contemplo a esta provincia y a esta región todavía como demasiado conservadoras como para protagonizar un giro de este calibre, que termine por romper la baraja. Mi bola de cristal no es demasiado efectiva, pero cuando miro en su interior, parece que el escenario político no va a cambiar tanto como podría parecer.
El otro día escuchaba en una tertulia decir a uno de los contertulios que mucha de la gente que tiene intención de votar a Podemos no lo haría porque esté convencido de su ideario político, sino con la intención de castigar la corrupción de los partidos tradicionales. Yo me pregunto qué será lo que pese más a la hora de que los vecinos de esta provincia elijan la papeleta que introducirán en la urna: Si el voto de castigo o el más vale malo conocido y “los experimentos con gaseosa”.
Parece ser que los partidos de izquierdas, hasta ahora minoritarios, van a optar por presentarse a las elecciones municipales unidos lo que, posiblemente, incremente sus posibilidades de hacerse con algún ayuntamiento o, en su defecto, aumenten su representación en la bancada de la oposición.
Con todo ello, a pesar de la expectación que ha levantado “Podemos” en el escenario de las elecciones generales, no creo que su peso, aún unido al de otros partidos, sea demasiado significativo en nuestra provincia, al menos, no tanto como para desbancar a los viejos partidos de los gobiernos del Ayuntamiento de Guadalajara o de la Diputación y no sé por qué, no me imagino a esta fuerza en el Palacio de Fuensalida, a pesar de lo que puedan decir otros sondeos.
En la capital, y teniendo en cuenta los tres nombres que concurrirán a las Primarias en el Partido Socialista, el PP, probablemente, seguirá siendo la fuerza más votada, aunque quizá esas izquierdas que han manifestado ya su intención de presentarse unidas puedan quitarle un trozo importante del pastel.
La Diputación es lo que puede quedar un poco más en el aire, al elegirse de manera indirecta, teniendo en cuenta los resultados alcanzados en los municipios pero, casi con toda seguridad (o sin el casi), será Popular o Socialista. Ya sabemos que la realidad política en los pueblos de la provincia dista mucho de lo que ocurre en las grandes ciudades y en los partidos a nivel nacional y, en nuestros pueblos, más cuanto menor es su número de habitantes, se vota a la persona.
A mí, lo que realmente me preocupa es lo que pueda llegar a suceder en las elecciones autonómicas. El PP de Castilla-La Mancha asegura que maneja encuestas por las que Cospedal alcanzaría la mayoría absoluta y no es la primera vez que los sondeos le dan mayoría a la presidenta regional. Lo cierto es que María Dolores Cospedal ha comprado suficientes boletos como para no ser reelegida y hay que tener en cuenta que éste ha sido un feudo tradicionalmente socialista, pero también debemos recordar que, como otros lo hicieron antes, la presidenta ha hecho las reformas en el Ley Electoral, que ha considerado oportunas para salir beneficiada. Tampoco me atrevería a afirmar que, el que hasta ahora parece que será el candidato socialista para medirse con Cospedal, Emiliano García Page, sea un candidato sólido y un firme oponente. Estoy casi convencida de que el Gobierno de la región se debatirá entre PP y PSOE, pero ¿y si se confirmaran esas otras encuestas y las elecciones del 25M dieran lugar a unas Cortes regionales con multitud de tendencias (PP, PSOE,Podemos, IU, Ciudadanos y UPyD) ?
Habrá que esperar a ver qué sucede el 25 de mayo, si gana esa corriente que afirma que Cospedal ha cavado su propia tumba durante esta legislatura o se materializan esos sondeos que maneja el PP.
De cualquier manera, como ya ocurriera en 2011, parece obvio que se va a consolidar la tendencia de ayuntamientos multicolor, que acogen en sus bancadas la aparición de nuevos partidos políticos, pero ¿realmente en Guadalajara y en Castilla-La Mancha estamos asistiendo al final del bipartidismo?