Por Gloria Magro.
Hace unos días compartí unas imágenes de denuncia que había difundido La Camada en las que se veía un gatito cruelmente maltratado. Las fotos del animalito en la consulta del veterinario, con su carita de pena y los rastros evidentes de tortura por su pequeño cuerpo, suscitaron la repulsa unánime de todos aquellos que las vieron, así como la condena pública del responsable de semejante atrocidad. Al mismo tiempo se difundía en las redes sociales el artículo anterior a este, del mismo título. La imagen que lo acompañaba era también de un animal con signos externos más que evidentes de estar siendo maltratado, solo que en este caso no era un pequeño gatito, sino un toro en un festejo popular, con el hocico ensangrentado y los cuernos amarrados ante un público de niños al fondo. Al parecer esa segunda fotografía no removió las mismas conciencias. O tal vez si lo hizo y por eso hubo quien optó por no permitir que su grupo de Facebook la viese ni que tuviera acceso directo al texto que ilustraba. Sigue leyendo