Esperando una ley antimafias

Vivienda precintada tras ser desalojada en Cabanillas. Foto//SER Guadalajara

Por Sonsoles Fernández Day

El grave problema de la ocupación ilegal de la vivienda en España está resultando difícil de solucionar.  Los intereses y las diferencias entre el Gobierno y sus socios, PSOE y Unidas Podemos, y la oposición, PP y VOX, no permiten que se pongan de acuerdo en este asunto. Como en ningún otro, pero este debería mirarse por encima de las tendencias políticas, más allá de las ideologías. Hablamos de mafias, delincuencia y abusos. Mientras se pelean o se ignoran los de arriba, los municipios que lo sufren día a día, siguen reclamando una ley justa que beneficie al propietario, buscan la manera de solucionarlo por sí mismos, unen fuerzas ante un enemigo cada vez más agresivo.

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Otro verano sin fiestas populares

Por Sonsoles Fernández Day

Alcaldes y concejales de once ayuntamientos de Guadalajara y Madrid, todos en la zona de la Campiña y el Corredor del Henares, firmaban esta semana un compromiso conjunto por el que cancelan las fiestas populares de verano que se celebrarían entre junio y septiembre en sus municipios. El manifiesto se llama ‘Carta abierta a los vecinos y vecinas’. Podían haber puesto también ‘de los alcaldes y alcaldesas’ y así ya cumplían con todos y todas.

Lo firman Cabanillas del Campo, Marchamalo, Pioz, Torrejón del Rey, Valdeaveruelo y Villanueva de la Torre entre los pueblos de Guadalajara, y los madrileños son Camarma de Esteruelas, Daganzo, Meco, Ribatejada y Valdeavero. Los vecinos y vecinas quedamos a la espera de noticias de Azuqueca de Henares, Alovera y, claro está, Guadalajara capital.

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Fuenteovejunas

Azuqueca acuerdo

Todos los portavoces del Ayuntamiento de Azuqueca junto al alcalde. // Foto: azuqueca.es

Por Álvaro Nuño.

En uno de mis diarios y recurrentes paseos por Facebook, hace unos días me encontré algo que realmente me sorprendió de manera positiva y así se lo hice saber a mis contactos. Resulta que el PP de Cabanillas del Campo publicaba en su página el pasado 7 de junio el vídeo de una campaña corporativa del Ayuntamiento  en la que, bajo el lema «Ahora más que nunca, compra en Cabanillas»,  aparecen varios comerciantes de la localidad en sus respectivos negocios en una actitud de positivismo y con el objetivo de que los cabanilleros no salgan de su municipio para cubrir sus necesidades comerciales. Los populares además, acompañaban el vídeo con un pequeño texto en el que dicen: «Desde la Corporación Municipal hemos luchado contra el coronavirus todos juntos, aprobando por unanimidad todas las iniciativas puestas en marcha desde el Ayuntamiento. Ahora ha llegado vuestro turno. Por el futuro de nuestro pueblo, #CompraenCabanillas»

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Fiestas sin retorno

Por David Sierra

¿Quién no ha fantaseado alguna vez con la posibilidad de que un año no hubiese fiestas patronales en ningún sitio? Sí, celebraciones de esas en las que hay verbenas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, con grupos musicales que lo dan todo en el escenario a precio de gira; con sueltas de reses que van desde el barbecho hasta la mismísima puerta del bar al compás de los cites y las llamadas a la embestida; con procesiones multitudinarias, o no tanto, entre los feligreses devotos y los ocultos tras las Rayban de la resaca. Sí, celebraciones de esas en las que los Consistorios emplean buena parte de sus superávits para darle al pueblo el circo que reclaman cuando el pan ya está satisfecho.

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Cabanillas del Campo: buscando nuestra identidad

Vista de Cabanillas del Campo. // Foto: Ayuntamiento de Cabanillas del Campo

Vista de Cabanillas del Campo. // Foto: Nando Rivero

Por Rafael Villaseca Lozano*

Mirando desde la cristalera de la concurrida estación de Blackfriars, en la City londinense, me encuentro ensimismado viendo fluir el río Támesis. Corre a gran velocidad, tanto en dirección a su final en el Mar del Norte, como cuando sube la marea y discurre en sentido contrario.

Apurando mis últimos días en esta Inglaterra cambiante, con una fuerte identidad nacional, mirando fijamente el río escapar del agotamiento capitalino, no puedo dejar de pensar en mi tierra. Cabanillas del Campo es, y siempre será, mi hogar. Sin ningún género de dudas es ese rincón del mundo el que me hace sentir a salvo, pero también orgulloso. Nosotros, los cabanilleros, también tenemos identidad y es mi obligación como historiador tratar de luchar por ella.

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Juventud, divino tesoro

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Por Sonsoles Fernández Day

Domingo por la mañana en un parque de Cabanillas del Campo. La noche anterior unos chavales se habían tomado las copas en un banco, y cuando se hartaron de pasar frío, se fueron a casa. Había una botella y más vasos por el suelo y en una bolsa, lo que quedaba del refresco y de ron. A menos de doscientos metros hay un contenedor amarillo y unos cuantos más por toda la urbanización, seguro que les pillaba alguno de camino de vuelta a casa. En dos minutos podían haberlo recogido todo. ¿Por qué no lo hicieron? Sigue leyendo

El principio y el fin del verano

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Imagen del pregón en las fiestas de Cabanillas del Campo. // Foto: Ayto. Cabanillas

Por Patricia Biosca

Cuando conozco a alguien de otra provincia suelo preguntarle por sus fiestas patronales: en qué consisten, cómo las celebran, qué tradiciones tienen. Sobre todo me interesa saber si algo tan natural para mí como son las peñas se repiten igual por toda la geografía. ¿Ellos también se devanan los sesos durante días para pensar en el nombre más absurdo/molón/típico/representativo de su grupo de amigos? ¿Se hacen camisetas y tienen broncas por decidir el color y el dibujo? ¿También usan los pantalones de pintor blancos para llenarlos de tierra (y lo que no es tierra) como traje oficial sin saber muy bien quién fue el primero que instauró aquella tradición? ¿Sienten como una familia aquel heterogéneo grupo que se junta en fiestas y que puede que no haya hablado durante un año entero? Sigue leyendo

Recuerdos de una niña de pueblo

Cabanillas del Campo // Foto: José Luis Muñoz - Ayuntamiento

Cabanillas del Campo // Foto: José Luis Muñoz – Ayuntamiento

Por Patricia Biosca

Tengo la suerte de conservar muchos viejos recuerdos. Puedo ver claramente el grandioso día de primavera en el que inauguraron la piscina municipal y mis amigos y yo, aún con chaquetas, estuvimos dando volteretas por el césped recién puesto al son de la orquesta. También puedo evocar fácilmente mi primera bicicleta, marca BH y de color rosa, que me servía con apenas ocho años de medio de transporte (y con la que rayé el flamante coche nuevo de mi padre). Me viene a la mente la forma en la que el pavimento de mi calle cambiaba de textura y color cuando terminaba la casa de mi tío Sebastián. Cuando atravesaba una explanada cada mañana para ir a casa de “la Julia”, a que me peinase una coleta bien tirante y me regañase por salirme del margen de los dibujos. Las fiestas de San Blas, el patrón de Cabanillas, dentro de la discoteca los Kony’s, a la que los niños solo podíamos acceder en estas ocasiones especiales. A mi tío Julito, el alguacil, abriendo la comitiva el día de San Isidro. Clases con tan pocos niños que tenían que juntarnos a chavales de años diferentes. Todos son recuerdos de una niña de pueblo. Sigue leyendo

Querido maestro

El maestro junto con los chicos de Cabanillas que se quedaron estudiando en la Biblioteca Municipal. // Foto: @lauripeco

El maestro junto con los chicos de Cabanillas que se quedaron estudiando en la Biblioteca Municipal. // Foto: @lauripeco

Por Patricia Biosca

Llevo la mayoría de mi vida estudiando. 25 de mis 31 años siempre tenía algún examen que aprobar, algunos apuntes que pasar, alguna clase que no me podía perder (y eso que mi debilidad por el sueño ha ganado en mucho a mi compromiso con la escuela). Conozco de primera mano casos en los que el colegio, las aulas, los libros, los profesores y/o los compañeros han sido un viacrucis bíblico, un tránsito equiparable al de Frodo y Sam de camino al Monte del Destino, un picor agudo en la espalda de esos que no resuelves si no te ayudas con algún artilugio o con una mano amiga. Sin embargo, mi experiencia no ha sido así y, aunque todo no fue un camino de rosas (maldita adolescencia, que crea inseguridades que se contagian como la gripe en invierno), en general, guardo muchas lecciones.Tuve la suerte de contar con bastantes maestros del tipo que se refleja en las películas y se suben encima de sillas para enseñar pensamientos libres; de esos cuya vocación sobrepasa el trabajo y sientes su cariño por el mero hecho de ser su alumno; aquellos cuya huella imborrable permanece en mi personalidad grabada a fuego, junto con sus costumbres y sus lecciones. Esas “doñas” y “dones” a los que a veces la inercia hacía que les llamases “papá” o “mamá”, seguida de un enrojecimiento de mejillas comparables a la lava de la montaña de Mordor. Sigue leyendo

«¿Pero en tu pueblo hay semáforos?»

Uno de los semáforos instalados en la CM-9100 a la altura de Cabanillas del Campo. // Foto: P. B.

Uno de los semáforos instalados en la CM-9100 a la altura de Cabanillas del Campo. // Foto: P. B.

Por Patricia Biosca

Si son gente de pueblo (me valen tanto nacidos como residentes y un combo de ambos), seguramente les suene esta situación. En una gran urbe, de esas que coleccionan coches, asfalto, hormigón, gente cosmopolita y moderna y muchas lucecitas que tintinean, a alguien se le ocurre decir que pertenece a una localidad de menos de 10.000 habitantes y sin título oficial de ciudad. Al aclarar el nombre de su municipio, apunta a que pertenece a tal provincia, pongamos, Guadalajara. “Pero allí las ovejas van por medio de la calle ¿no?”, responde la otra persona que, se supone, escucha. El interlocutor -ya identificado como persona de pueblo y, por lo tanto, un “paleto”- responde un “no”, acompañado de la explicación de por qué la Edad Media dejó de llevarse en su pueblo hace siglos. “¿Pero tenéis médico?” “¿Y agua potable?” “¿No os laváis en el río?” “¿Tiráis cabras desde el campanario en las fiestas?”. El entrevistador intenta encontrar, como si fuese un arqueólogo, las huellas del pasado en el pueblo del presente. Yo, que soy de pueblo de toda la vida, siempre conseguía sortear entre indignada y divertida todos los embites de las gentes de la capital por hacerme sentir de los años en los que el charlestón triunfaba en los 40 Principales. Hasta que llegaba la pregunta: “¿Y semáforos?”. Entonces mis defensas caían como la Armada Invencible a manos del ejército inglés, porque la civilización no es tal si no tiene semáforos. Sigue leyendo