Por David Sierra
Le esperaban con la noche bien entrada. Con la comida fría sobre la encimera. En los países de Centroeuropa se cena pronto. Es políglota y, además, los checos dominan el inglés. A ratos. Cualquier lengua le vale para hacerse entender. Por suerte, también chapurrea como nadie el español. Aunque le acierta dar un leve acento sudamericano. La expectación suscitada por su presentador había sido máxima, pero es su altura lo que más llama la atención. Viste sencillo. Se asemeja en ese rasgo a los frailes jesuitas que aún vagan por Filipinas tratando de difundir la palabra del Señor. Y también, porque no decirlo, para hacer la vida más fácil a quienes peor lo pasan. Que por esos mundos de ojos rasgados son muchos. O, al menos, eso dicen ellos.