Por David Sierra
Sale la brujita a la calle. Entusiasmada, con un gorro de caperuza negra casi más alto que ella. Los labios marcados en negro azabache y el párpado inferior en un tono oscuro, tal como el ojo de un boxeador después de haber recibido un directo, hacen prácticamente identificable a la criatura que juega ilusionada ajena a la situación. Justo en ese instante, aparece un diminuto muerto viviente perfectamente maquillado para la ocasión. Se junta con Drácula, una momia con mascarilla y otros seres de la oscuridad para pasar un rato de diversión. Saben que este año no habrá truco o trato, y aunque les ha tentado la idea, ninguno ha optado por disfrazarse del malicioso virus, a pesar de que a estas alturas es lo que más miedo puede suscitar.
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