Guadalajara, en modo abierto

Interior del centro de interpretación de Checa, en el Alto Tajo. // Foto: Amaia Goicoechea.

Interior del centro de interpretación de Checa, en el Alto Tajo. // Foto: Amaia Goicoechea.

Por Concha Balenzategui

El pasado sábado volvieron a abrir los centros de interpretación turística y puntos de información de los parques naturales de Castilla-La Mancha, que fueron objeto de severos recortes durante la pasada legislatura, durante la cual la mayoría abrió entre poco y nada. Lo anunciaba el consejero de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo, desde el propio centro de Corduente, que es uno de los más interesantes y completos con los que contamos en la provincia.

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Los Centros de Interpretación y el refranero

El Parque Natural del Alto Tajo cuenta con cuatro centros de interpretación. // Foto: M.P.

El Parque Natural del Alto Tajo cuenta con cuatro centros de interpretación. // Foto: M.P.

Por Marta Perruca

A estas alturas de la vida, una va asumiendo que aunque el refranero popular sí tiene todas las respuestas, no necesariamente tiene por qué llevar razón. Por ejemplo, existen dichos perversos como: “menos da una piedra”, “menos es nada” o “a falta de pan, buenas son tortas”,  que nos explotan en la cara  en muchos de nuestros empeños y empresas. Se trata de esa última frase lapidaria que casi nos obliga a conformarnos con algo que no llega, ni de lejos, a lo que necesitaríamos o consideraríamos óptimo, pero “es lo que hay” y “menos es nada”.

Y el caso es que, aunque a todas luces algo siempre va a ser más que nada, si necesitamos pan y nos dan tortas, esas tortas serán más que nada, pero no nos sirven.

Me quedé estupefacta cuando llegó a mis manos el calendario de apertura de los Centros de Interpretación del Parque Natural del Alto Tajo, de este verano. Probablemente, muchos se preguntarán, ¿pero han estado abiertos? Y la respuesta podrá ser afirmativa, pero abrir seis días al año y nada, para mí, es lo mismo, y más si no se realiza una campaña de información efectiva para que, al menos, los visitantes que se encontraban en nuestro territorio durante esas fechas pudieran haber disfrutado de una visita que tienen vedada los turistas que se acercan aquí durante el resto del año.

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Un problema de identidad

Imagen del Flysch de Zumaia. // Foto: J.L. Azcano/ objetivogipuzkoa.diariovasco.com

Imagen del Flysch de Zumaia. // Foto: J.L. Azcano/ objetivogipuzkoa.diariovasco.com

Por Marta Perruca

Hace apenas unas semanas que llegué a mi pueblo, Molina de Aragón, para disfrutar del verano, y no había siquiera bajado del coche cuando recibí la llamada de Manolo Monasterio, que me ofrecía colaborar con el Museo Comarcal de Molina. Así que mis vacaciones no duraron ni un suspiro y desde entonces me encuentro detrás de este mostrador recibiendo a esos turistas y visitantes que, año tras año, llegan a esta tierra un tanto desorientados. Me gustaría decir que eso me sorprende, de veras, pero no es así.

Y es que el otro día hablaba con mi hermana Eva, que está disfrutando de sus vacaciones por el norte, y me comentaba que había estado visitando el Geoparque de la Costa Vasca. “¡Qué bien lo tienen montado, Marta!”, me decía todavía emocionada después de admirar el Flysch a lo largo de un placentero paseo en barco y consciente de mi implicación con el proyecto molinés, que acaba de ser admitido dentro de la Red Europea y la Red Global de Geoparques. Es verdad eso que dicen que las comparaciones son odiosas, pero también que detrás de este mostrador se ven las cosas desde otra perspectiva. Y entonces me acordé de los visitantes que llegan desorientados al Museo, que se asoman a esta ciudad atraídos por su imponente castillo, pero completamente ignorantes de los innumerables encantos que adornan sus alrededores. Y llegan aquí en su coche y de no ser por la Oficina de Turismo y este Museo, probablemente se marcharían sin contemplar el exuberante cañón del río Gallo, en el Barranco de la Hoz, a tan solo diez minutos de esta ciudad.

Barranco de la Hoz. // Foto: J.A. Martínez

Barranco de la Hoz. // Foto: J.A. Martínez

Pues eso le decía a mi hermana, que el Geoparque de la Costa Vasca, prácticamente es el Flysch, que es impresionante y tiene un enorme interés científico, pero que nosotros tenemos una gran geodiversidad difícilmente comparable. Y en ese momento me di cuenta de que quizá ese era el problema, que teníamos demasiadas cosas. El Geoparque de la Costa Vasca posee una identidad muy marcada en torno a este admirable fenómeno geológico, que además contribuye a explicar la teoría de la extinción de los dinosaurios y, por tanto, por sí solo es un producto atractivo y fácilmente vendible.

Y entonces llegan los turistas desorientados al Museo y siembran en mí el desconcierto, porque, en serio, no es fácil explicar a un turista todo lo que puede visitar en el Geoparque de la Comarca de Molina y el Alto Tajo “¿Por qué creéis que tiene un nombre tan largo?”.

Río de bloques de piedra en Orea. // Foto: M.P.

Río de bloques de piedra en Orea. // Foto: M.P.

“Nos hemos dado cuenta de que se necesitan cuatro o cinco días para conocer esto en profundidad”, me comentaban unos asturianos, que ponían rumbo a su tierra al día siguiente. Me mostré, en cierta medida, de acuerdo con ellos, pensando que se referían a esta comarca y cuál fue mi sorpresa cuando caí en la cuenta de que me estaban hablando de toda la provincia. Creo que fue en el momento en el que me preguntaron si merecía la pena visitar el Barranco del Río Dulce. Claro que merece la pena, pero les tuve que explicar que aquello estaba en Sigüenza y que quedaba un poco lejos para visitarlo en esa misma tarde. En ese momento comprendí que se encontraban algo más que desorientados. Llevaban tres días recorriendo la provincia y estaban totalmente perdidos. Traté de hacerles entender que no podían conocer esta comarca en un solo día, ni siquiera en dos, pues yo soy de aquí de toda la vida y todavía me sorprendo al descubrir rincones verdaderamente maravillosos.

Cascada de la Escaleruela. // Foto: J.A. Martínez

Cascada de la Escaleruela. // Foto: J.A. Martínez

Y ahí fue cuando me vi envuelta en el dilema que ha inspirado este artículo: En el preciso momento en que comencé a enumerar espacios naturales como el Barranco de la Hoz, el Puente San Pedro, el Salto de Poveda, la Laguna de Taravilla, el barranco del Horcajo, la cueva del Tornero, el entorno de Checa, Chequilla o Peralejos de las Truchas, el Río de Piedras de Orea, la Sima de Alcorón, la Sierra de Caldereros, el bosque fósil de la Sierra de Aragoncillo, el Valle del Río Mesa y eso sin tener en cuenta la ruta de los castillos, los templos del Románico Rural y un puñado de pueblos con encanto. En ese momento descubrí que es tal la diversidad de esta comarca que explicarla turísticamente se convierte en una empresa cuanto menos complicada.

Cascada de "El Campillo". // Foto: M.P

Cascada de «El Campillo». // Foto: M.P

Como ellos, son muchos los que visitan Guadalajara y pretenden saborearla en un fin de semana. Entonces llegan a Molina exhaustos preguntando, con ávidos ojos, qué es lo que pueden ver y me cuentan una historia que he comprobado que se repite con demasiada frecuencia: Resulta que se alojan en Atienza, en Albarracín, Sigüenza, Cuenca o cualquier pueblo de la Alcarria y han caído aquí, casi por casualidad.

La conclusión que yo saco es que, si después de 14 años de Parque Natural y una década trabajando en la candidatura del Geoparque los turistas no llegan aquí con una ligera idea de lo que se pueden encontrar es que no hemos sabido hacer bien las cosas.

Paraje conocido como los claros, en Peñalén. // Foto: M.P.

Paraje conocido como los claros, en Peñalén. // Foto: M.P.

Conversaba con mi hermana, todavía alucinada por la visión del Flysch, sobre la posible identidad de esta comarca. Podríamos hablar del aragonito, el mineral español por excelencia, del que Molina es la localidad tipo y, además, es el emblema del Geoparque, pero admitámoslo, la gente va a ver el Flysch porque es impresionante, pero no creo que le podamos impresionar con un aragonito, por muy curioso que sea. Y el problema no es que carezcamos de lugares impresionantes, es que tenemos muchos y muy diversos, aunque quizá ninguno tan relevante como para que resalte sobre los demás.

Y el caso es que el año pasado me lo repitieron hasta la saciedad los geólogos del Geoparque, José Antonio Martínez y Luis Carcavilla, cuando éramos evaluados para entrar a formar parte de la Red Europea y la Red Global de Geoparques: Lo que caracteriza a este territorio, geológicamente hablando, es su geodiversidad, pero también su diversidad, su riqueza patrimonial, arqueológica, etnológica, etc.

Los Centros de Interpretación, una buena herramienta

El comienzo del verano traía a mi memoria los Centros de Interpretación, porque se invirtió una cantidad ingente de dinero en su construcción, pero estaban cerrados y esta reflexión los ha vuelto a rescatar de mi memoria, precisamente, porque vuelven a estar abiertos y porque, a falta de una buena campaña de promoción turística, que no se ha abordado jamás, creo que podrían ser un buen instrumento a la hora de cumplir con su misión: facilitar la labor de mostrar los entresijos de este territorio tan diverso a los visitantes. No soy la única que se ha dado cuenta de esto, la consejera del ramo ya lo hacía apenas unos días atrás.

Lo que pasa es que la Alhambra es muy bonita y nadie que vaya a Granada prescindiría de su visita,  pero si nadie supiera de su existencia estoy segura de que su público sería limitado. De igual manera, si se conociera de su existencia, pero prácticamente nadie supiera que está abierta, me imagino que tampoco tendría un volumen importante de visitas. Lo que quiero decir es que, después de dos años cerrados, con una apertura que pasó sin pena ni gloria el verano pasado, de nada servirá que estos centros vuelvan a abrir sus puertas si no se les da la publicidad oportuna.

Desde luego, yo no me podía explicar que su apertura no se haya anunciado a bombo y platillo hasta que cayó en mis manos el calendario de apertura y comprobé que no solo ésta llegaba tarde, sino también mal. Geacam se ha hecho cargo de la gestión de los centros para los próximos dos años con el siguiente balance: Los centros de Corduente y Zaorejas abren del 19 de julio al 7 de septiembre, únicamente los fines de semana (un total de 18 días);  Checa y Orea lo hacen en el mismo periodo de tiempo, pero fines de semana alternos (nueve días cada uno). Mandayona abre del 15 de agosto al 14 de septiembre, únicamente los fines de semana (once días) y Pelegrina del 20 de septiembre al 10 de noviembre (16 días). Pueden sacar ustedes sus propias conclusiones.

A propósito del verano

José María Barreda durante la inauguración del Centro de Interpretación de Zaorejas. // Foto: www.lacerca.com

José María Barreda durante la inauguración del Centro de Interpretación de Zaorejas. // Foto: http://www.lacerca.com

Por Marta Perruca

Siempre he tenido la sensación de que el tiempo pasa más deprisa en primavera y verano. Son meses que discurren raudos en el calendario, quizá porque se configuran las circunstancias idóneas para que nos detengamos un buen puñado de instantes a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Parece como si el sol, por una especie de embrujo, hiciera que nos afanemos con mayor ahínco en diseñar momentos agradables. Pensamos, por ejemplo, en planear nuestras vacaciones a la playa o a cualquier otro destino, pero después la cosa no se queda ahí y entonces buscamos nuevos días de sol para seguir disfrutando.

La llegada del verano nos recuerda que los hermosos parajes naturales de nuestra provincia están ahí. Llevan esperando todo el año a que vayamos a visitarlos, a que nos bañemos en las aguas de nuestros ríos y pantanos y disfrutemos de sus paisajes con la tartera de tortilla de patata en la mochila o cargando en el maletero con la nevera y la mesa y las sillas plegables de campo, cuando nos ponemos el atuendo de domingueros. No es que el resto del año desaparezcan. Puede, incluso, que nos decidiéramos a salir una mañana de otoño a recolectar setas o, simplemente, a dar un paseo, pero no fue más que un tímido pensamiento que cierto día nos animó a ser intrépidos. En verano escuchamos alta y clara su llamada, casi como un mandato categórico, que nos obliga a disfrutarlos al máximo antes de que el frío establezca sus límites y la pereza nos aconseje quedarnos en casa.

Y cada año, cuando el verano pone en la hoja de ruta estos rincones, no puedo evitar acordarme de que los centros de interpretación, para los que se desembolsaron millones a mansalva en época de bonanza, continúan cerrados. Aquellos eran tiempos en los que la inversión más importante parecía no ser la más útil y mejor pensada, sino la que llevaba adosada un presupuesto de mayor cuantía, como si la preocupación de los dirigentes por los ciudadanos a los que gobernaban se midiera, entonces, en millones de euros, en lugar de en medidas eficaces. Y claro, entre todas las infraestructuras que vieron la luz se encontraban estos centros de interpretación que, con excepciones, podría decirse que  competían en ver cuál tenía el diseño más ostentoso y menos sostenible, en el que encajaran bien los políticos el día de la inauguración, para hacerse la foto.

Lo cierto es que casi fue esa su única función, porque poco después de concluirse los seis centros de la provincia  (cuatro en el Parque Natural del Alto Tajo y dos en el del Río Dulce) –dejaremos al margen el de la Riba de Saelices, al que ya ni se le ve, ni se le espera-, llegó ese mandato de austeridad a cerrar sus puertas. La austeridad y la intención velada o claramente manifiesta, según se mire, de la Junta de Comunidades de privatizarlos. Pero el Gobierno regional no contó con que esta oferta no resultara interesante para la empresa privada, primero porque el criterio, o la falta del mismo, con el que fueron diseñados hace muy costoso su mantenimiento y después, porque tal y como están planteados, no son rentables.

Las distintas administraciones han mostrado cierta voluntad de volver a abrir sus puertas. Sin ir más lejos, hace apenas unos días conocíamos el acuerdo que ha alcanzado el Gobierno regional con Geacam para que la empresa pública se haga cargo de su mantenimiento y gestión durante los años 2014 y 2015, aunque los centros permanecen a día de hoy cerrados y no se concreta una fecha, ni calendario de apertura. También hay que tener en cuenta que se ha dejado pasar el tren de la Semana Santa y de la primavera e, imagino, que habrán sido muchos los visitantes que se marcharían decepcionados al encontrar sus puertas cerradas a cal y canto.

También el año pasado se anunciaba de manera somera su apertura y los centros abrieron sus puertas sin pena ni gloria durante algunos fines de semana. La medida no contó con la publicidad necesaria y si alguien se enteró fue de casualidad. De esa manera me encontré abierto el Centro de Interpretación de Pelegrina, dedicado al Barranco del Río Dulce y a la figura de Felix Rodríguez de la Fuente, cierto fin de semana de otoño, justo el último domingo antes de volver a cerrar sus puertas.

Imagen del interior del centro de  interpretación de Pelegrina. // Foto: M.P.

Imagen del interior del centro de interpretación de Pelegrina. // Foto: M.P.

Por otra parte, existen iniciativas municipales como la de Checa, que propone un catálogo de medidas, como ubicar allí una modesta tienda, con el fin de lograr hacer su apertura económicamente más viable. La propuesta ha sido bien acogida por los órganos gestores del Parque Natural, pero el Ayuntamiento todavía no tiene noticias al respecto.

Y es cierto que si nos ponemos a echar números y sopesamos en la balanza las prioridades de gasto que impone la crisis, está claro que la apertura de estos centros retrocedería posiciones hasta ocupar los últimos puestos de la lista. Es evidente que la gestión de estos centros nunca podría ser rentable para una empresa privada, por mucha entrada que pretendiera cobrar por su visita. Desde luego, no es necesario tener  dos dedos de frente para darse cuenta de que dos y dos son cuatro. Pero que estas infraestructuras no sean apetecibles para una empresa privada no quiere decir que no sean rentables.

¿Cuántas veces nos lamentamos de que el turismo de esta provincia, a pesar de su importante riqueza patrimonial y natural, no acaba de despegar? Tenemos extensas zonas rurales que hoy por hoy malviven prácticamente del turismo, porque apenas cuentan con otro recurso que explotar.

Desde mi punto de vista, el problema está claro. Si el turismo de esta provincia no ha terminado de arrancar es porque carece de una apuesta firme y, en consecuencia, la oferta turística no termina de llegar de una manera clara al visitante potencial.

Para lograr un despegue real se deberían dar muchos pasos previos, tanto en la promoción de este territorio, como en la rehabilitación, mantenimiento y dinamización de los recursos y establecimientos turísticos. Pero en ese puzzle, los centros de interpretación podrían cumplir un papel muy importante, como puntos estratégicos de información que fueran auténticos escaparates de la oferta turística, desde donde centralizar y distribuir las visitas por todo el territorio. Lugares donde, más allá de mostrar los caprichos de un arquitecto o de una empresa de diseño de interiores, que en su día se llenaron los bolsillos con aquellas adjudicaciones millonarias, se mostrase no solo el valor natural del entorno, sino también el resto de  la oferta turística de los alrededores. Y ya de paso, además se podría facilitar información sobre los alojamientos y establecimientos hosteleros existentes, que por cierto, no son demasiado abundantes en estas zonas, y estoy convencida de que, como a mí me ha pasado en más de una ocasión, trae de cabeza a los excursionistas que improvisaron convencidos de que podrán llevarse algo a la boca en alguno de los pueblos de la zona.

No es casualidad que, cada año, cuando el verano hace todavía más visibles los rincones naturales de nuestra provincia, me acuerde de los centros de interpretación, cuya construcción supuso un desembolso importante de dinero, que en lugar de una inversión pareció ser un gasto. Y lo que me resulta más paradójico es que, a pesar de ello, no logro  considerarlos como uno de esos proyectos baldíos que consiguieron ver la luz con las vacas gordas. Muy al contrario, creo que eran necesarios. Lo que puede que resultara oportunista fue su planteamiento y desarrollo. Quizá ahora que la crisis nos ha vuelto más audaces, en lugar de esperar que la solución llueva del cielo, se podría apostar por una vuelta de tuerca, para que además de bonitos y ostentosos, fueran útiles y rentables.

Pero quizá todo esto solo sea una de mis divagaciones, a propósito del verano.