Por Raquel Gamo

‘Los desiertos de la cultura’ (Diputación de Guadalajara, 2016).
El expresivo título de este libro, publicado en 1979 y reeditado por la Diputación Provincial de Guadalajara bajo el sello de Editores del Henares, nos lleva a un tema vigente 40 años después: cómo la migración masiva de las gentes del campo a las grandes urbes en busca de mayor prosperidad en los años 60 fue silenciando poco a poco la cultura rural y hasta qué punto este proceso ha moldeado la fisonomía social del país hasta convertirla casi en irreconocible. Santiago Araúz de Robles, abogado, ensayista jurídico y escritor, analizó desde el prisma del Señorío de Molina cómo el trasvase de pobladores del campo a la ciudad generó una nueva clase de urbanitas que, aun manteniendo cierto arraigo con su tierra, acabó empapada de la cultura urbana, global, homogénea, que difumina las identidades y las microculturas, e impone unos patrones sociales y económicos para todos por igual relegando el origen de cada uno. Este proceso transformó España hace más de medio siglo. En aras de la modernización, pasamos de ser un país agrario a industrial, pero a costa de sacrificar el futuro de las comarcas del interior.