
Portada de la novela ‘Crematorio’ de Chirbes, en una de sus ediciones.
Por Rubén Madrid
Estoy leyendo estos días ‘Crematorio’ de Rafael Chirbes y les aseguro que no desconecto. Es levantar la vista de las páginas y encontrarme alrededor el mismo mundo de constructores y políticos sin escrúpulos, arreglos entre mafias en reservados de restaurantes y festines con todos los lujos pagados.
Como lectores nos sometemos por gusto, pero como ciudadanos no entiendo cómo podemos despertarnos cada mañana sin la desazón de lo que nos va a venir encima a lo largo del día, levantar las persianas entre bostezos de personas que hemos dormido despreocupadas y volver a dar cuerda a la maquinaria de este país como si no pasara nada, como si cada caso de corrupción (son tantos, son tan gordos) fuese un capítulo más de un telefilme para entretener los ratos libres en la peluquería o en Twitter.
No soy amigo de pedir dimisiones. No me gusta gastar una herramienta tan útil. Pero a estas alturas cae por madura la exigencia de dimisión de un presidente del Gobierno que debería haberse marchado porque, como poco, ha demostrado ser un bobo incapaz de controlar la corrupción en el partido que preside y en el país que gobierna. Y son dos argumentos suficientes y necesarios para abandonar ambas responsabilidades. Lo de su partido, en cualquier caso, no nos incumbe a todos. Lo otro sí. La marca España es hoy algo muy parecido a la imagen bochornosa que censurábamos no hace tanto en la Italia de Berlusconi, una hipérbole insultante de aquella Marbella de jetas (significa hocicos de cerdo) que observábamos con una mueca de asco, pero con el alivio de la distancia, cuando el municipio andaluz parecía sólo un caso aislado. Al cabo de mirarse en estos espejos, España se ha deformado como en el ‘callejón del gato’, y de tanto imitar a Torrente hemos acabado por creernos el personaje.
Sólo así se puede entender que cada día todo siga igual y, sobre todo, la derivación local de la que vengo a hablarles: la admirable templanza con la que afrontan la cuestión quienes más tendrían que decir en esta escalada de escándalos que estamos viviendo: los dirigentes locales de los partidos, los más próximos a la militancia, los más cercanos –cuántas veces lo hemos oído– al ciudadano de a pie –hoy ojiplático–, diputados de provincias, alcaldes, concejales, presidentes y secretarios de partidos en pequeñas ciudades… Llevo días preguntándome a qué se motivos responde su silencio y su tibieza.
El silencio y la tibieza. La presidenta del PP en Guadalajara, Ana Guarinos, a la que tanto le escandalizó la desafortunada ‘aspiradora’ de Cospedal en una declaración de García-Page, no se ha rasgado todavía ninguna vestidura ante la barahúnda de canalladas que están protagonizado sus colegas de partido. Salvo que lo hiciera en privado durante el guateque en el Infantado, que lo dudo, tampoco en la Interparlamentaria del PP aprovechó la presencia de líderes de primera fila en Guadalajara para manifestar su disgusto y su condena ante esta sinvergonzonería al por mayor. Se habló de Cataluña como problema. De esto otro, ni flores.

Guarinos remueve el arroz de una paella popular. // Foto: Diputación.
No entiendo que Robisco, tan locuaz, ni Guarinos, tan austera, puedan reprimir su reacción ante estos escándalos. Tengo mucha memoria para las cosas tontas y no se me olvida que en uno de los primeros plenos que la número uno del PP de Guadalajara presidió en Diputación reprochó a la expresidenta socialista los altísimos precios que las arcas provinciales habían tenido que afrontar por los ingredientes de la paella solidaria de Ferias. Lo de la Gürtel con ramificaciones por media España, lo de Bárcenas (las cuentas en Suiza, los papeles de la caja B, la presunta financiación ilegal del partido), lo de las ochenta tarjetas fantasma para todo tipo de gastos en la rescatada Caja Madrid de Blesa y de Rato, lo de los excesos del Caso Noos en la Baleares de Matas y del Palma Arena, lo de Fabra en la Diputación (pero de Castellón), lo de la Operación Púnica de Granados y compañía… todo esto quizá no vaya a la zaga de aquellas sospechosas facturas por la compra de arroz, calamares y gambas.
Si la actual presidenta del PP provincial calla, tampoco quien ya dejó de serlo parece dispuesto a abanderar la cruzada. El alcalde de Guadalajara y diputado nacional, Antonio Román, mostraba en una entrevista en la Cadena SER el lunes una tibieza que puede pasar cuando se trata de no incordiar por los incumplimientos de unos presupuestos regionales, pero que no es admisible para hablar de corrupción: tras decir que este tipo de comportamientos “restan credibilidad a los políticos”, hizo una reflexión de calado muy personal (“te replanteas si con gente que se aprovecha de los cargos de esta manera merece la pena seguir con la vocación de servicio publico”) y propuso como sanciones “contundentes e implacables” que “quienes meten la mano tienen que estar fuera de la política”. Nada más. Estar fuera de la política y replantearse si mantener la carrera propia en política.
Reacciones tan indolentes no calman los ánimos de la gente, sino que siembran la duda. Más aún cuando cabe preguntarse las razones por las que la corrupción supura a mansalva en la política nacional y en cambio se ha mantenido por lo general al margen en nuestro ámbito provincial. ¿Son nuestros dirigentes locales de estos mismos partidos de los Gürtel, Púnica y Pokemon unos benditos? ¿Estamos hechos los alcarreños de una pasta especial, con una honradez a prueba de bombas? ¿O hay otra explicación: que aquí no nos enteramos? En este caso, el rumor de algunos feos chanchullos que nos llega muy de pascuas a ramos sería apenas un signo mínimo del estallido mucho mayor que sonaría si hubiese una prensa que, como ha ocurrido a escala nacional con las investigaciones por ejemplo de la redacción de eldiario.es, instalase buzones de filtración de documentos oficiales, dedicase más tiempo a contrastar datos o empezase a tirar de los hilos con el respaldo que dan unos lectores que pagan por la información independiente. No lo podemos saber.

Los jóvenes del PP han emprendido una campaña en las redes sociales contra la corrupción.
La tibieza de las manifestaciones en las filas locales del PP siembra dudas y el silencio las dispara. Sorprende todavía más cuando tenemos recientes las alborotadas manifestaciones de dirigentes y militantes del PP de Guadalajara que incendiaron las redes sociales porque Gallardón dimitía y el Gobierno paralizaba la retrógada ley del aborto. Por eso sí clamaron. Frente a todo esto, las ya decenas de casos de corrupción serían apenas unas patologías controlables, garbanzos negros que siempre se cuelan en el puchero de cualquier familia de bien. Apenas hay algún verso suelto que protesta contra los riesgos de la cosa, como ha hecho en un artículo muy acertado el exconcejal Jesús Orea, o como Nuevas Generaciones en una campaña impulsada en las redes sociales.
La gravedad de los últimos acontecimientos conocidos hace que la mirada se vuelque especialmente en el Partido Popular, pero no olvido que hay corruptos de casi todos los colores. Ayer mismo el secretario provincial del PSOE de Guadalajara, Pablo Bellido, lanzaba un mensaje al respecto en su cuenta de Twitter: “Si hay algún corrupto del PSOE lo quiero fuera del Partido ya. Pero no generalicemos. Somos mayoría los que trabajamos con honradez”.
Demasiados casos. Seguro que Bellido tiene razón, pero el problema es que, si no son mayoría los aprovechados, los mangantes y los listillos de turno, sabemos que ya son muchos. Son demasiados corruptos desde hace ya demasiado tiempo. Y algunos de ellos tienen mucho peso, y el peso es una unidad determinante para medir la gravedad, en física como en política.
En el caso del PSOE, ya que estamos, pesan los sueldos estratosféricos de las puertas giratorias (legales pero inmorales), en especial en el caso de Felipe González; pesan las tarjetas negras de nuestro venerable exrector Virgilio Zapatero y de otros 14 socialistas; pesa muchísimo el caso de los ERE en Andalucía –que no es una inmoralidad aislada, sino una trama perfectamente constituida– o pesan los caraduras para los que Bono y Barreda parecían tener un magnetismo especial: Méndez Pozo no sólo protagonizó ‘Crematorio’ en Burgos, sino que campó a sus anchas por las llanuras manchegas. Todo el aglomerado de la caja regional, medios de comunicación, cambios de leyes del suelo, tuberías desde los pantanos y construcciones de aeropuertos no se montan si no es el calor de un gobierno. [Por cierto, de magnates de pueblo venidos a más por amistad fraternal de expresidentes socialistas, aeropuertos sin vuelos y editores de prensa que dejan en la calle sin pagar a redacciones enteras les puedo hablar otro día largo y tendido: y aquellos polvos no los echó Cospedal].
Los partidos tienen que echar a estos elementos, eso por descontado. Pero nuestras instituciones deben ser también capaces de enviar a prisión a los saqueadores y estafadores y de recuperar el dinero robado. Rajoy, por supuesto, debe dimitir y convocar unas elecciones generales a las que concurran partidos políticos depurados hasta la obsesión. Si los dirigentes locales y provinciales no son los primeros en impulsar este tipo de medidas contundentes, la purga llegará desde la calle y serán estos ‘políticos de proximidad’ los primeros (los próximos, qué ironía), en ser sacrificados en mayo.

Montaje colgado por una diputada provincial del PP en su perfil de Facebook.
Creo que el PSOE, aunque tarde, ha empezado a entender este mensaje, y seguro que entre los dirigentes locales dispuestos a presentarse con sus siglas lo agradecerán. En el PP, en cambio, hacen oídos sordos y apuntan problemas donde no están: en los de «las camisetas de colores que algún día vendrán a dar las gracias» por salvar los servicios públicos, en quienes remueven la entre la basura para comer o en quienes apuestan por otra forma de hacer política. Hace apenas unos días una joven diputada provincial y alcaldesa del Corredor del PP colgaba en su perfil de Facebook un montaje con caras de los más conocidos dirigentes de Podemos junto a las caras de Lenin, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales. En uno de los comentarios, aseguraba: “Las intenciones de estos tíos son como para quitarnos el sueño. De peli de terror!”.
Entre partidos hay muchos asuntos que debatir (de políticas fiscales, inversiones, modelos territoriales), pero también hay cosas que no caben nunca (corrupción) y cosas que son imprescindibles (la canalización de la voluntad a través de las urnas). Por mucho que al PP, hasta arriba de casos de corrupción, le moleste la irrupción de partidos como Podemos (lo mismo cabría decir de UPyD u otros), es muy buena noticia que, con la que está cayendo, la indignación popular esté encontrando canales democráticos de expresión.
¿No aconsejaban desde el PP a los acampados del 15-M que se presentasen a las elecciones? En el segundo aniversario les animaban exactamente a tratar de “conseguir sus objetivos con votos y no con pancartas”. La noticia está disponible en las hemerotecas: 14 de mayo de 2013. Por cierto que, populismos al margen, en esta noticia hacían un gran anuncio: “el año que viene saldremos de la crisis”. A mí todavía me quedan dos meses. ¿Y a usted?