Al Hospital, en canoa

Imágenes del estado de la planta baja tras la tormenta de la pasada semana.//Foto: FSP-UGT

Imágenes del estado de la planta baja tras al tormenta de la pasada semana.//Foto: FSP-UGT

Por Ana María Ruiz

La enorme tromba de agua que cayó la pasada semana sobre Guadalajara y que provocó un sinfín de problemas en toda la ciudad puso de manifiesto -por enésima vez- el estado de deterioro del Hospital Universitario, donde los usuarios, el personal y los pacientes ingresados asistieron a un nuevo capítulo de “Este Hospital es una ruina”. El nulo mantenimiento de las instalaciones provocó la aparición de goteras y la inundación de la planta baja. Esta situación obligó incluso al cierre de la cafetería y a la intervención de los Bomberos. Las imágenes que han colgado numerosos ciudadanos y trabajadores en las redes sociales son de verdadera vergüenza y hablan por sí solas: pasillos anegados, sábanas y toallas por los suelos como improvisadas bayetas y falsos techos abiertos en canal dejando pasar agua y más agua. Los trabajadores del servicio de limpieza -cuya plantilla roza lo ridículo para un centro de las características del de Guadalajara- no daban más de sí, e incluso el personal sanitario -que tanta falta hace en plantas y en consultas- tuvo que colaborar achicando agua. Un verdadero desastre.

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La razón de la sinrazón

El consejero de Sanidad, José Ignacio Echániz, en un acto electoral en Azuqueca, este fin de semana. // Foto: PP Guadalajara

El consejero de Sanidad, José Ignacio Echániz, en un acto electoral en Azuqueca, este fin de semana. // Foto: PP Guadalajara

Por Concha Balenzategui

Eduardo Galeano, escritor uruguayo que nos dejaba hace unos días, dejó escrito que «el mundo está loco; quizás la solución esté en un congreso internacional de psiquiatras». He leído que se refería a la guerra, lo que justifica plenamente esta reflexión, pues la guerra es sin duda el más aterrador de los monstruos producidos por el sueño de la razón.

Salvando las distancias, también la frase puede aplicarse a las campañas electorales, periodos que acrecientan esa sensación de que el mundo está desquiciado. La que está a punto de iniciarse de facto en España, y sus aplicaciones local y regional, desbarata las noticias de tal modo que no hay lugar para los grises ni los matices en las lecturas. Si la primera víctima de una guerra es la información, en la batalla electoral la que sufre menoscabo es la objetividad en las visiones de los bandos enfrentados.

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Cuatro imágenes y mil palabras

El consejero Echániz, en su visita a las obras del aparcamiento del Hospital. // Foto:  Junta de Comunidades

El consejero Echániz, en su visita a las obras del aparcamiento del Hospital. // Foto: Junta de Comunidades

Por Concha Balenzategui

Echániz no ve de cerca. El consejero de Sanidad, José Ignacio Echániz, visita las obras del aparcamiento del Hospital de Guadalajara, y observa los planos. El gesto que ofrece Echániz en esta foto me es familiar, como a muchos de los que hemos superado los 40. Dicen que uno de los primeros síntomas de que la edad avanza es que notas los brazos más cortos: Pasa cuando sientes la necesidad de alejarte los papeles de la cara para poder ver algo con nitidez. Un síntoma de vista cansada. No sé si el consejero empieza a padecer presbicia, como me sugiere esta foto, pero su gesto me viene al pelo para la reflexión de ese momento.

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Llega el convenio, sigue la frontera

Los consejeros de Sanidad de Madrid y Castilla-La Mancha, en la imagen del acuerdo remitida a los medios por la Junta de Comunidades.

Los consejeros de Sanidad de Madrid y Castilla-La Mancha, en la imagen del acuerdo remitida a los medios por la Junta de Comunidades.

Por Concha Balenzategui

No sería justo que hoy no dedicara mi artículo a la noticia sobre el convenio sanitario con Madrid que viene servida desde el viernes por el Gabinete de Prensa de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Y no sería justo -quienes me siguen lo saben- porque anteriormente he denunciado en varios artículos la falta de un acuerdo que acabara con el vergonzoso peregrinaje sanitario de los pacientes de Guadalajara a centros de Ciudad Real, Toledo o Albacete, más alejados que los de la capital de España.

Mis alusiones a este problema han sido constantes, porque lo considero un asunto de verdadera magnitud, uno de esos temas clave para medir la capacidad y eficacia de un Gobierno. Pero mucho más aún: porque el convenio sanitario es paradigma del sano y cabal funcionamiento del engranaje autonómico, uno de los índices básicos para medir la satisfacción con un mapa de comunidades con el que Guadalajara, ustedes lo saben, tuvo serias reticencias en su gestación, y las sigue teniendo cuando asuntos como este pasan al primer plano.

No sería justo tampoco que hoy no celebrara el acuerdo. Porque lo fundamental es que los enfermos puedan ser trasladados a los hospitales que están a poco más de media hora (en el caso de los habitantes del Corredor) y no pasarse el día de viaje por la Mancha. Es lo que a todos nos importa: reducir el calvario que la falta de acuerdo ocasionaba. Acabar con el despropósito de que no se cumpliera el principio de igualdad de acceso a los servicios de asistencias sanitaria con independencia del lugar de residencia.

Pero tampoco sería justo que hoy no leyera todo el prospecto, como se recomienda antes de cualquier tratamiento. Y en esta noticia hay mucha letra pequeña por escudriñar, incluso cuando me hago el propósito de no empañar la alegría que me produce. Por eso no voy a centrarme en el tiempo de retraso con el que llega el convenio (más de tres años y medio desde que María Dolores de Cospedal, siendo candidata, aseguró literalmente que «ya lo tenía acordado» con la Comunidad de Madrid y Esperanza Aguirre). Prefiero fijarme en la fecha de entrada el vigor. Porque si la primera evidencia de la noticia es que hay un acuerdo, la segunda evidencia es que se trata más bien de un «principio de acuerdo». En realidad tenemos poco más que la foto de un abrazo entre el consejero de Castilla-La Mancha, José Ignacio Echániz, y su homólogo en la Comunidad de Madrid, el ignominioso Javier Rodríguez, cuya imagen no podemos desligar de las recientes declaraciones en las que menospreciaba a los enfermos castellano-manchegos, y más sonado, cuando puso en duda la profesionalidad de Teresa Romero.

Evidentemente, además de la imagen -remitida por Gabinete de Prensa en lugar de a través de una comparecencia en la que se explicaran los detalles del acuerdo, y abierta a preguntas que ayudaran a dejar claros todos sus extremos- sabemos algunos puntos del preacuerdo. Fundamentalmente conocemos las patologías y pruebas diagnósticas que serán atendidas, los centros en los que se asistirá a los pacientes, y los vecinos a los que afecta el acuerdo, que además de una parte del norte de Toledo, son todos los de nuestra provincia. Pero hay que saber que este principio de acuerdo ahora debe ser debatido y aprobado por los parlamentos de las dos comunidades, y publicado en sus diarios oficiales antes de entrar en vigor. Nos quedan aún por delante algunos viajes más a la Mancha, es difícil especificar cuántos, pero tengan por seguro que la puesta en marcha no puede demorarse más allá del mes de mayo.

Hospital del Sescam en Toledo. // Foto: lainformacion.com

Hospital del Sescam en Toledo. // Foto: lainformacion.com

Conocemos también la fecha de caducidad, marcada por los cinco años de vigencia, que parece un buen colchón para dar seguridad y estabilidad a un convenio, incluso con el tiempo de renovarlo, ajustarlo o actualizarlo si, después de una legislatura de funcionamiento, cambiaran los gobernantes en uno u otro lado. Y esto, que el acuerdo tenga una durabilidad, me importa más que el hecho de que se alcance en la antesala de las elecciones autonómicas. Me mantengo en la convicción de que los ciudadanos son lo suficientemente maduros como para valorar el conjunto de la legislatura antes que los cantos de sirena de los últimos tres meses previos a las urnas.

El PP se ha dedicado a presumir del acuerdo, como hizo la presidenta de Castilla-La Mancha el pasado sábado en Sigüenza. Pero en su autobombo ha llegado a negar la evidencia; esto es, que existiera un convenio sanitario antes, en tiempos en que la comunidad la gobernaban los socialistas. Es un ejercicio de desmemoria imposible, porque fue el propio Echániz, entonces consejero de Sanidad de Madrid, el que lo firmó por la otra parte.

El PSOE se ha centrado en denunciar que el convenio nos cuesta un dinero que antes no costaba. La explicación es la siguiente: Antes, el traslado de pacientes a Madrid venía soportado por el Fondo de Cohesión Sanitaria, mientras que ahora Castilla-La Mancha tendrá que pagar por cada acto médico, por cada prueba diagnóstica, por cada ingreso hospitalario. En lo tocante al ciudadano, al guadalajareño en concreto le va a costar a priori lo mismo, porque el sistema sigue siendo gratuito; no tendrá que sacar la cartera en la consulta. Tampoco va a tener que pagar más impuestos porque ahora haya un convenio que le incluya la atención en Madrid que antes no tenía. Y eso es importante, quede claro. Lo que el secretario provincial de los socialistas viene a decir es que si antes la Junta no tenía que abonar ese gasto, ahora lo tendrá que asumir, por lo que se restará de otras inversiones.

Para mí, la cuestión fundamental es que un PET, una de las pruebas diagnósticas más habituales del peregrinaje de los guadalajareños al corazón de la Mancha, cuesta una media de 804 euros (según datos actualizados del Fondo de Cohesión Sanitaria, que sigue existiendo). Y será un precio muy similar (en reactivos, uso del aparato, salario de los profesionales…) en Madrid que en Ciudad Real, digo yo. Es el mismo gasto del erario público el que se produce. Por eso no tenía ningún sentido pagar, además de por la prueba, por el gasto extra ocasionado por la ambulancia, su conductor y la gasolina, mucho más alto si se practica en Ciudad Real que en Madrid. Por eso no tiene ninguna justificación que la Junta de Comunidades tenga que pagar porque a unos les operen, les diagnostiquen o les traten más cerca de su casa, con mayor calidad, rapidez y comodidad. Si me apuran, en ocasiones de salud delicada, con mayor seguridad.

Lo lógico es que el ciudadano sea atendido donde están los recursos más cercanos, y que exista una bolsa estatal que compense los desequilibrios que se producen, porque no podemos instalar una unidad de medicina nuclear en cada hospital. Tenemos el mismo derecho a ponernos malos en Meco que en Azuqueca. ¿Qué sentido tiene, de lo contrario, un Sistema Nacional de Salud Pública? ¿Para qué un Ministerio de Sanidad, si ya hay 17 consejerías que pueden jugar al trueque con la salud de sus habitantes? “Todos somos españoles y aquí no hay fronteras, sino que hay comunidades autónomas y podemos compartir servicios para mejorar el bienestar de los ciudadanos”, decía Cospedal en campaña. Pero a la luz del nuevo convenio, no se trata ya de compartir, sino más bien de alquilar.

Por eso insisto en que bienvenido sea el acuerdo. Pero de lo que no pueden convencerme es de que sea justo. Porque sigue marcando un trato desigual entre habitantes del mismo país. Esa frontera no se ha derribado.

Hastío sanitario

El consejero madrileño de Sanidad (izquierda) charla con la ministra de Sanidad y otros consejeros, entre ellos Echániz, este verano. // Foto: redacccionmedica.com

El consejero madrileño de Sanidad (izquierda) charla con la ministra de Sanidad y otros consejeros, entre ellos Echániz, este verano. // Foto: redacccionmedica.com

Por Concha Balenzategui

Confieso que arranco este artículo cargada de hastío, que no es la mejor forma de empezar a escribir. Porque el tema del que hablo, el del traslado de los enfermos a hospitales madrileños, me produce más que hartazgo. No quiero repetir los argumentos que en su día expuse sobre el tema. Pero veo que quienes me abocan a escribir de nuevo también se repiten: Siguen replicando las mismas frases durante meses y meses sin pudor.

Tres años y medio llevamos los guadalajareños leyendo y oyendo que la Junta castellano-manchega y el gobierno madrileño están negociando un acuerdo para que los pacientes puedan ser tratados, diagnosticados o sometidos a pruebas en hospitales de la vecina comunidad, en lugar de hacer decenas de kilómetros para ir a Ciudad Real, a Toledo, a Albacete y a Cuenca (que me acabo de enterar que es otro de los destinos del peregrinaje sanitario).

Por eso me produce una tremenda desazón cada vez que el consejero de Sanidad castellano-manchego, José Ignacio Echániz, habla de que el acuerdo está cerca. Lo mismo me da que converse “largo y tendido” como que “lime aristas”. O que enhebre frases larguísimas para suavizar y matizar lo que esta semana ha quedado en evidencia con el vergonzoso rifi-rafe que se ha traído con su homólogo madrileño. Lo que esta suerte de declaraciones han dejado claro son varias cuestiones:

  • Que el acuerdo no está ni mucho menos cerca, ni avanzado, ni maduro. Es evidente que no se ha estado abordando durante todos estos años en los que se nos decía que se estaba trabajando en ello. Aquí pongan ustedes la razón que quieran: ineficacia, falta de voluntad, que no estaba entre las prioridades de ninguno de los interlocutores o que no había dinero para llevarlo a cabo, por lo que no lo abordaron hasta empezar a sanear las cuentas.
  • Que María Dolores Cospedal, siendo candidata, mintió cuando dijo en la campaña electoral de 2011 que el convenio ya estaba “hablado y acordado” con la titular de la comunidad madrileña, entonces Esperanza Aguirre. Por cierto, lo dijo en El Casar, una localidad en la que se calcula que hay cerca de 5.000 vecinos viviendo que no se han empadronado ni van a hacerlo porque prefieren seguir teniendo su cartilla sanitaria en Madrid. Aquí pueden añadir el peso que según cada cual tiene una promesa electoral.
  • Que el acuerdo es cuestión una cuestión de cifras, lo que algunos no teníamos ninguna duda, pero que queda meridiano con la frase del consejero madrileño: “Si no lo pagan, no se lo vamos a firmar, eso lo puedo decir bien claro”. Pero aquí debíamos añadir, ustedes y yo, unos datos que nos faltan, porque aunque somos los afectados, los contribuyentes y los que pagamos su sueldo, no tenemos. No sabemos cuántos enfermos se están trasladando cada día a los hospitales de otras provincias, cuánto cuestan esos tratamientos, a cuánto nos los quieren cobrar y cuánto queremos pagar. Ni cuánto se dejó a deber del convenio de la anterior legislatura o cuánto se debe todavía. Y creo que a estas alturas deberíamos saber cuánto pesa nuestra salud o hacernos una idea remota de a qué podríamos renunciar para alcanzar el equilibrio.
  • Que el hecho de que haya dos gobiernos del mismo signo político en las dos comunidades sirve de poco, pues hubo convenio sanitario cuando los gobiernos eran distintos, pero no lo hay ahora que son ambos del PP. Y aquí podemos añadir que ese consejero madrileño que firmó el acuerdo con un socialista castellano-manchego es Echániz, el mismo que ahora está en el otro lado, que sabe de qué habla y en qué consiste el acuerdo, si es que quiere retomarlo.
  • Que la idea de España es un concepto que se usa para algunas cosas (léase como arma arrojadiza contra el independentismo catalán), pero no se aplica en la práctica para otras. Porque los ciudadanos tenemos derecho a ser atendidos (en tiempo, forma y distancia) lo mismo si vivimos a un lado como al otro de la frontera de la comunidad.
  • Que el cargo que ostenta Echániz como responsable de sanidad del PP a nivel nacional es papel mojado. No se puede entender que Javier Rodríguez, designado por el partido en Madrid en esta área, se permita hacer estas declaraciones y deje en evidencia al que es su superior orgánico.

Por último, me atrevería a decir también que Rodríguez no ha estado nunca enfermo, o no ha tenido cerca a nadie que requiera un tratamiento de cierta envergadura. Solo así puedo interpretar el tono de displicencia, desapego y hasta desprecio que usa para referirse a los enfermos. En este punto recomiendo escuchar, más que leer, la manera en que espeta: “Si no tienes para pagar, los operas tú”.

Y también quiero recordar que los pacientes que están sufriendo estos traslados innecesarios e inexplicables son muchos y variopintos. Quiero decir que no es un colectivo con un nivel económico, un nivel cultural o un estrato social determinado. La enfermedad no hace distinciones, como no las debería haber en el tratamiento entre quienes pagamos impuestos en una comunidad o en otra. Quiero decir que los enfermos no son tuyos ni míos, ni madrileños ni guadalajareños, ni de izquierdas ni de derechas. Entre ellos también hay votantes del PP, que cada vez están más hartos y más hastiados de la carretera y de la ineficacia.

El pecado de Azuqueca

Pablo Bellido registra un escrito ante la Junta de Comunidades para conocer la titularidad del centro de salud azudense.

Pablo Bellido registra un escrito ante la Junta de Comunidades para conocer la titularidad del centro de salud azudense.

Por Óscar Cuevas

Decía el miércoles Rubén Madrid en esta bitácora coral que el Gobierno de Cospedal ha inaugurado algo así como el “periodo happy” de su mandato, unos pocos meses de vino y rosas con horizonte electoral en mayo de 2015, que llegarán cuajados de anuncios de inversiones y promesas varias… aunque esas mismas inversiones sean las que el propio Ejecutivo autonómico ha mantenido paradas, laminadas, recortadas u olvidadas durante tres años largos de legislatura, bien sea por falta de fondos, bien por falta de voluntad, bien por falta de ambas.

Sin embargo, ya les digo yo que habrá quien se escape de la felicidad renovada y del CospeFlowerPower. Habrá quien tendrá que seguir penando y pagando culpas, pecados capitales, como esa indecente manía que tienen algunos de votar a la izquierda en vez de apoyar al PP. Verbigracia, son muy mala gente los vecinos de Azuqueca, a quienes Cospedal y el guadalajareño Echániz piensan hacer pagar sus malas costumbres a la hora de votar, y sobre todo, el vicio insano de tener como alcalde al secretario provincial del PSOE. Que eso, amiguitos, es imperdonable.

En estos días atrás hemos sabido que la Junta de Comunidades ha decidido renunciar para siempre a la reconstrucción del antiguo y primigenio Centro de Salud azudense, aquel que se abrió en los años 80 y que precisaba de una rehabilitación para poder desdoblar la Zona Básica que conforman, no sólo Azuqueca, sino también Quer, Alovera y -toma nota, Valdenebro- Villanueva de la Torre. El centro cerró sus puertas cuando se abrió el nuevo Centro de Especialidades (CEDT), allá por 2007, con idea de acometer una obra que permitiera que Azuqueca y su zona contaran con al menos dos instalaciones sanitarias, como ocurre con todas las poblaciones del tamaño de Azuqueca que por Castilla-La Mancha hay repartidas.

En Periodismo (y en la vida, diría yo), hay una máxima que dice que las opiniones son libres, pero que los hechos son sagrados. Y es un hecho que la reforma del citado centro, por aquello del estallido de la crisis, se retrasó en demasía. También es un hecho que Barreda y Lamata apuraron hasta el final de su último mandato para iniciar los trámites de las obras. Pero siendo eso cierto, el hecho primordial es que el proyecto siempre estuvo vivo. Con más o menos pulso, pero vivo. Y es un hecho innegable, también, que en tres años y pico de Gobierno de Cospedal, el proyecto ha languidecido, moribundo, y que lo ha hecho por la voluntad del PP, y no por otra. Hasta que ahora se ha procedido a su entierro definitivo con una actuación insólita: La decisión de la Junta de Comunidades de deshacerse de los terrenos y el edificio, que son de su titularidad, para devolvérselos al estado central, a la Seguridad Social.

El alcalde y varios concejales de Azuqueca, a la salida de la sede de la Junta de Comunidades.

El alcalde y varios concejales de Azuqueca, a la salida de la sede de la Junta de Comunidades.

A partir de estos hechos, caben muchas interpretaciones. La mía es que es una pura venganza política y un ataque directo a un alcalde, Pablo Bellido, al que Cospedal y su gobierno no guardan el mínimo respeto institucional porque le consideran un enemigo de relevancia dado su cargo y su influencia en el PSOE regional. Una falta de decoro político que llega al punto de que ni siquiera le comunicaron oficialmente la decisión, y fue el Grupo Popular en el Ayuntamiento el que dio la noticia en un Pleno, actuando poco menos que de chivato correveidile, ante el estupor de los concejales de PSOE, IU… y el de sus propios excompañeros populares, aquellos a los que laminaron del partido hace escasos meses y que hora conforman un cuarto grupo independiente.

La siguiente interpretación que me viene a la mente es que esto es un robo intolerable a la ciudadanía azudense. Un atraco a mano armada que se sustenta en el hecho de que los terrenos donde se construyó aquel viejo ambulatorio fueron comprados y pagados por el propio Ayuntamiento de Azuqueca, que los cedió al Estado central -que a comienzos de los 80 tenía las competencias- para que se construyera la instalación sanitaria. Fue en el año 2000 cuando, con la transferencia de las competencias, la propiedad pasó a la Consejería de Sanidad de la Junta. Y parece evidente que, si la Junta no quiere emplear el lugar para aquello para lo que se cedió, lo lícito es que se lo devuelva al consistorio que lo pagó, y no al Ejecutivo de Rajoy. En ese sentido, el propio alcalde ya ha anunciado que tomará las medidas legales necesarias para defender el interés de sus vecinos, y bien que hace.

Pleno del Ayuntamiento de Azuqueca. // Foto: Álvaro Díaz-Villamil

Pleno del Ayuntamiento de Azuqueca. // Foto: Álvaro Díaz-Villamil

Capítulo aparte merece el espectáculo patético que ha vuelto a protagonizar el delegado provincial del Gobierno Regional, quien ha dado explicaciones peregrinas, carentes de todo fundamento, para justificar la maniobra. Condado-Candado vuelve a demostrar que es el representante de los intereses de Cospedal en Guadalajara, muy por encima de ser el defensor de los intereses de Guadalajara ante Cospedal. Aunque en honor a la verdad no es el primero en su cargo que se comporta de este modo, que precedentes tiene y de todos los colores, la actitud de Condado está alcanzando cotas nunca vistas hasta la fecha.

Ha dicho José Luis Condado que, cómo no, la culpa de todo la tiene Yoko Barreda, porque inició las obras al final de la pasada legislatura sin tener dinero para acometerlas. Bien, puede ser que la segunda parte de su afirmación sea cierta. Pero hay que ser muy bruto para relacionar aquella situación con la decisión que toma ahora, casi tres años y medio después, el Gobierno al que él representa. También hay que ser verdaderamente retorcido para decir públicamente que los vecinos de Azuqueca –y de Villanueva, Alovera o Quer, insisto- pueden quedarse tranquilos porque ya les pusieron una UVI allí, que antes operaba desde la capital. No ocurre lo mismo en ninguna otra población de 30.000 habitantes en toda la autonomía, y lo sabe.

Y es que si el de Cospedal fuera un Gobierno serio, lo que habría hecho, hace meses, años, es sentarse a negociar con Bellido un calendario posible para retomar los trabajos. Como debería ocurrir igual con la abandonada y necesaria obra de ampliación del Hospital de Guadalajara.

Porque cualquiera puede entender un retraso por motivos económicos -se puede entender ahora, como se podía entender en la legislatura horribilis de Barreda-, pero lo que es impresentable es la renuncia para siempre de un proyecto necesario. Es impresentable asimismo la falta de respeto hacia una ciudadanía a la que no se informa, y ante la que el PP regional actúa con hechos consumados. Y es impresentable la falta de decoro político de ningunear a un Equipo de Gobierno municipal, hasta el punto de que la información la tenga antes algún iluminado que el propio alcalde.