Por David Sierra
Lo había advertido. En sus declaraciones de hace unos días fue sembrando el terreno para que a nadie le pillara por sorpresa. Para que se hicieran a la idea. La Semana Santa de por medio ante el anuncio serviría para calmar los ánimos. Para bajar la tensión e interiorizar lo inevitable. Para aliviar las penas y agachar las orejas. Para que el asunto acabe como casi todos, en un ir y venir de dimes y diretes sobre quien hizo y quien no hizo. Y eso a pesar de manifestar estar en acuerdo.

Trasvase Tajo-Segura. / Fuente: Nueva Alcarria.
Tejerina – la ministra – lo advirtió y ayer mismo, tal y como había intuido, se produjo. La Comisión de Explotación del Trasvase Tajo-Segura aprobaba una triple cesión al levante desde la cabecera del Tajo. Sesenta hectómetros repartidos en veintenas entre abril y junio. La cantidad excedentaria hasta los 400 hectómetros que marca el límite de lo trasvasable y lo que no lo es. Por voluntad casi divina de aquella mujer que lo instauró. Aunque las banderas en este caso no ondearán a media asta. La muerte de un río, no lo merece.
La plebe mostramos nuestra consternación. En los corrillos de supermercado o quizá con algún que otro chascarrillo que elevamos en voz alta para dejar constancia de la postura antitrasvasista. Pero el ímpetu que muestran los medios de comunicación en oposición a una medida injusta como ésta es mucho mayor que la propia voluntad popular. Y las pruebas sobran. Las redes sociales abarrotadas de expresiones como “despropósito”, “un nuevo ataque a la cabecera del Tajo” e incluso las que hablan de “saqueo” de agua no tienen la misma repercusión en la calle. Y para colmo, es desde la vecina Toledo donde claman al cielo llamando a la movilización ciudadana.
Si el diario.es publicaba hace unos días una información sobre el salvavidas en el que se han convertido algunas desaladoras almerienses durante la última época de sequía; uno de los alcaldes de los denominados municipios ribereños, el de Pareja concretamente, proponía públicamente a sus compañeros de partido en el Ejecutivo Central la posibilidad de impedir el trasvase de agua por debajo del 50 por ciento de la capacidad de los pantanos de Entrepeñas y Buendía. La coherencia de la idea no ha contado con respaldo, ni siquiera entre sus propias filas, y ha pasado desapercibida. Era de esperar. Menos ambiciosos se han mostrado el conjunto de pueblos ribereños integrados en asociación que, antes de conocer la información de una nueva derivación, solicitaban que la línea roja para trasvasar agua se fijara en el 40 por ciento de la capacidad de ambos embalses. Sin embargo, sus amenazas de movilización anunciadas ante la nueva derivación ya autorizada no tienen pinta de ser más multitudinarias que las anteriores. Quizá el éxito sea que, al menos, se mantengan.

Regantes y agricultores murcianos protestan en Madrid. / Foto: Olmo Calvo – El Mundo
Oídos sordos – era de esperar también – ha hecho el Ministerio de Agricultura a la última propuesta formulada desde el Ejecutivo castellano manchego de establecer una cota provisional de 510 hectómetros cúbicos apelando a la disposición adicional tercera de la Ley del Plan Hidrológico Nacional, que indica que la línea fijada para no trasvasar “podrá revisarse en el futuro, de forma que se garantice el carácter preferente de la cuenca cedente” tal y como cuenta Raúl Conde en El Mundo.
Tras casi cuatro décadas desde que se pusiera en marcha la tubería, la única certeza es que la tibieza con la que la cuenca cedente defiende el cierre del grifo contrasta con la rotundidad en la acción de la cuenca receptora. Una muestra inequívoca de ello fue la última y masiva manifestación de los regantes levantinos llevada a cabo en Madrid el pasado 7 de marzo para exigir la reapertura de la canalización, donde confluyeron en torno a 50.000 personas. Las protestas en contra del trasvase en Guadalajara apenas han movilizado a un par de millares de almas cuando se han llevado a cabo.
Quizá sea hora de preguntarse ¿Y ahora qué?. De unir fuerzas, unificar criterios y marcar un distanciamiento del interés partidista para forjar un frente común que permita defender el interés del agua para la cuenca cedente atendiendo a criterios tales como los factores de sostenibilidad e impacto ambiental y, por supuesto, manifestando de manera masiva y directa una oposición a una infraestructura caduca y perjudicial que ha quedado completamente distanciada del manido recurso de la solidaridad.