Lo lúdico cobra gran importancia ahora en las urbes.
No son pocas las personas que comentan estos días hasta dónde nos pueden tratar de engatusar los dirigentes políticos con sus prisas de última hora. El 28 de mayo ya hay elecciones municipales y autonómicas, con lo que las calles, carreteras, barrancos, caminos y, no sé si también puertos, se encuentran patas arriba en estos meses previos a la cita con las urnas. Solo hay que escuchar por ahí, sin querer, cuando cualquiera dice que “se creen que somos tontos”. Y, lo cierto es que no le falta razón a la ciudadanía cuando ve que en cuatro largos años no se ha tenido tiempo de ejecutar las obras necesarias para sus municipios y regiones, mientras ahora ya sí que todo es factible. Hay presupuesto y disposición como nunca antes en el mandato para realizar dichos trabajos.
Para luchar contra la despoblación a veces no es necesarios redactar planes de 400 folios ni hacer presentaciones en Madrid con luces, cámaras y acción. A veces basta con tomar decisiones pequeñas que pueden tener efectos grandes. Así lo ha hecho el alcalde de Campisábalos, José María Huete. Con el dinero que su Ayuntamiento obtiene por el parque eólico está organizando actividades para que sus vecinos hagan cosas juntos, salgan de su casa y disfruten de la vida en el pueblo. Da igual si es costura o cocina, lo importante es luchar contra la despoblación con los pies en la tierra.
Circula estas semanas por las redes un mapa que recoge el porcentaje de los nacidos en cada provincia que vive fuera. El ránking de los lugareños que más han emigrado de sus provincias de origen lo lideran Soria, Cuenca, Ávila y Teruel, por encima del 50 por ciento. Guadalajara se sitúa en el 41 por ciento. Son muchos los que habiendo nacido en Guadalajara deciden fijar su residencia fuera, pero nada tiene que ver con los fenómenos de la España vaciada, en nuestro caso se inscribe en el fenómeno de “frontera invisible” que tenemos con la Comunidad de Madrid.
La Revuelta de la España Vaciada, con ‘Soria ¡Ya!’, a la cabeza en la Castellana.
El trabajo, la constancia, la razón y las carencias de otros suelen dar sus frutos si en cuanto a competir por algo se trata. Hemos venido contando, aquí y en otras instancias, que la España Vaciada se está organizando para acudir con sus plataformas a los distintos comicios electorales de nuestro país. Soria ¡Ya! acaba de dar la campanada en las urnas para las Cortes de Castilla y León. Dijimos hace unos meses que mal harían los grandes partidos en despreciar a este movimiento ciudadano que defiende lo que nadie viene haciendo en tal sentido en las zonas más despobladas. En Guadalajara también sabemos mucho de eso. Es más, las similitudes con Soria por la parte de Sigüenza y Atienza son bastantes más que las compartidas con otras zonas de la comunidad autónoma a la que pertenecemos y con las que nos confunden por llevar el apellido de La Mancha.
Hubo un tiempo, después de pasar un par de meses encerrados en unos metros cuadrados y de recuperar por fases y poco a poco la libertad de movimiento, en el que las encuestas y los informes presentaban la España rural y vaciada como el lugar ideal para mudarse, el oasis para huir de la pandemia, para sentirse libre, apartado y seguro. ‘El dinero no da la felicidad’, decían ocho de cada diez españoles, soñando con aire puro, sus gallinitas y las verdes praderas. Pero abrieron las terrazas de los bares y la felicidad cambió de rumbo.
Tamajón y Cogolludo. Dos municipios de la Sierra Norte de Guadalajara que en las últimas semanas han visto cómo les abandonaba otro servicio. Parece que ahora la banca pierde. Y si la banca pierde no hay beneficio social que justifique su presencia en la Guadalajara vaciada. No se trata de sacar dinero en un cajero, se trata de que las zonas rurales ya no son “país para viejos”. En el caso de los bancos la herida supera las fronteras de las zonas vaciadas. Durante la gran crisis tuvimos que rescatar a los bancos para que el sistema continuara funcionando. Pero ahora los bancos han abierto una enorme brecha digital, dejando sin atención a miles de personas mayores en nuestro país, que no operan con el móvil en sus transacciones bancarias y que se han unido al grito de “soy mayor, pero no idiota”.
Campisábalos, 60 habitantes; Cantalojas, 146 habitantes; Zarzuela de Jadraque, 42 habitantes. No son los municipios más poblados de la provincia y su volumen de población dista mucho de ser un producto interesante para las grandes compañías telefónicas. Tal vez por eso estas tres localidades de la Sierra Norte se han quedado incomunicadas y desconectadas esta semana ante la indiferencia de las teleoperadoras. Con temperaturas bajas, grandes heladas, mal tiempo… no tener cobertura para atender las emergencias y sobre todo no disponer de conexión a Internet constituye un problema profundo e intenso. Máxime cuando la dificultad se suma a la lista de limitaciones que supone la elección de vivir en el medio rural, de emprender en la España despoblada, de trabajar en la Guadalajara vaciada.
Algo parece que se mueve. Lo cierto es que desde fuera de Teruel no sabemos muy bien si su movimiento reivindicativo que culminó en el Parlamento español con la representación de Teruel Existe sirvió para conseguir algo más que ser noticia en los medios de comunicación nacionales. Hay, nada más y nada menos, que 30 provincias españolas afectadas por lo que se ha dado en llamar laEspaña Vaciada. Sus problemas son evidentes y queda muy bien la clase política cuando llegan las elecciones y no dudan en apoyar a pies juntillas todas sus reivindicaciones para igualar a su escasa población al resto de las zonas más pobladas y mejor atendidas. Luego pasa el tiempo y los pueblos vuelven a su languidez habitual de hace ya unas décadas.
Ahora se abre otro hilo de esperanza. Los colectivos que representan a este sector (160 en total) se están organizando y comienzan a tomar decisiones importantes que pueden llevarles a alcanzar grandes logros cara al futuro. Hasta un total de 70 estuvieron recientemente presentes en la III Asamblea General de la España Vaciada. La conclusión principal es que ya piensan en concurrir a las próximas citas electorales para salvaguardar los intereses de las zonas más abandonadas del país. Será la “fórmula más adecuada para trabajar por el reequilibrio territorial y luchar contra la despoblación“, apuntan. En este sentido, se basan en los artículos 138 y 139 de la Constitución, que hablan de desarrollo equilibrado y del principio de igualdad entre los españoles. Estas agrupaciones aseguran que “la vía de participación electoral está siendo reclamada por muchos ciudadanos, en muchos territorios, que sienten la necesidad de dar este paso decisivo”.
Las inclemencias meteorológicas ponen en evidencia la fragilidad de los pequeños núcleos de población. Foto: Nacho Abascal
Tarea complicada, según se nos antoja, tal y como van las cosas en nuestro país. Y, más, después de tantos años de lucha en saco roto. Si bien, los movimientos que se atisbaron en las últimas comparecencias electorales afloran ya con mayor ímpetu. Los gérmenes estaban creados y ejemplos como el de Teruel Existe anima a estos grupos a llegar más a fondo. La idea de estar representados directamente donde se toman las decisiones, y no solamente a través de otros partidos, sino con una formación de sello propio, puede resultar interesante y no sería raro que alcanzasen los objetivos marcados de antemano, aunque ahora se vislumbren lejanos. Acertar con la vía adecuada no es sencillo. Lo que está claro es que el avance logrado con la visualización general de sus problemas ha supuesto pocos avances para estos territorios. Fue el 31 de marzo de 2019 en Madrid cuando la coordinadora de la España Vaciada se conoció un poco más con una gran manifestación. Después, ha seguido trabajando intensamente con la idea de concienciar sobre la necesidad de revertir los desequilibrios territoriales. Y, consideran que la sociedad ha aumentado su interés por estas dificultades que viven las zonas donde menos gente vive.
Ritmos distintos En Guadalajara bien conocemos las dos velocidades diferentes de la parte del Corredor del Henares y la de las zonas despobladas de la Sierra Norte, del Señorío de Molina de Aragón o de la propia Alcarria. Aquí también las administraciones se han olvidado de los ‘menos numerosos’ –en buena medida, por puro egoísmo en la cantidad de votos a cosechar–. Algo que estiman como “un maltrato y un abandono histórico”. Estamos hablando de una provincia con 288 municipios y muchos más núcleos de población, una de las mayores en este aspecto. Ello supone que alcance zonas con una bajísima densidad de población. Allí no hay conexiones adecuadas para el uso de internet, las coberturas telefónicas no llegan a la totalidad del territorio –ni siquiera con las compañías punteras–, el transporte público casi no existe o las inversiones en infraestructuras decaen sobremanera. Y, ya si aparece alguna Filomena, no es que no llegue la fruta, la carne o el pescado, sino que algo tan básico como el pan puede estar varios días sin suministrarse. Además, hay municipios muy pequeños que gravan escandalosamente con impuestos como el IBI a quienes poseen inmuebles en sus términos, lo cual es ya el acabose –y hay ejemplos flagrantes y obscenos al respecto–. La falta de rentabilidad económica y en votos hace que esto siga como está durante años y años. Por eso, se reclaman desde trenes convencionales, como es el caso de Priego en Cuenca, hasta la vía rápida por carretera entre Alcolea del Pinar y Monreal del Campo, en Guadalajara y parte de Teruel, por poner sólo dos cercanos.
Estos colectivos son de origen muy diverso, aunque unidos por objetivos comunes y están convencidos de que la unidad de acción, junto a sus firmes convicciones, pueden conseguir el futuro que desean para el mundo rural. Hay una sintonía clara entre ellos, de ahí que la presencia institucional “va a ser la única forma de encauzar las soluciones, incluso para las pequeñas ciudades, empezando por lograr un Pacto de Estado por el reequilibrio territorial”. Y, es igualmente, evidente que uno de los principales retos de los españoles en estos tiempos es “enfrentar con rotundidad esos desequilibrios territoriales”.
En Teruel una fuerza política de estas características fue la más votada en su provincia, consiguiendo un diputado y dos senadores. Por tanto, la España Vaciada considera que “es necesario estar presentes en las instituciones para tener capacidad de influencia en las medidas políticas que nos afectan”. Bien harían otras formaciones con tener en cuenta este movimiento, pues, de seguir por los actuales derroteros, la presencia en los ámbitos de estos nuevos moradores podría dar el vuelco electoral en muchas provincias. Son pocos, pero unidos, pueden dar más de un susto a los partidos tradicionales y a los de más reciente creación.
Ciertamente, que, como bien dicen ellos, “es el momento de avanzar con decisión para empezar a resolver, de manera urgente, el grave problema de la despoblación y de los desequilibrios”. Reiteran que trabajarán para “definir la forma más adecuada de encauzar esta nueva estrategia, apostando, como siempre, por el diálogo y el consenso entre todos”. En la última toma de contacto, en la que participaron 28 de estos colectivos y plataformas, se aclaró que “deben seguir con su identidad y trabajo, siendo el cauce de participación para recoger la sensibilidad y los problemas de los habitantes de los territorios, así como para trasladar sus demandas y propuestas a las instituciones”.
Razón no les falta. Esperemos que sigan organizándose en tan loables tareas y cuenten con el apoyo general que necesitan. España no tendrá así las dos diferentes versiones de que, en una parte, por desgracia, hace gala Guadalajara.
Comienzan a difuminarse los mantras pandémicos. “De esta saldremos mejores”, “a partir de ahora sabremos valorar lo que de verdad importa”, “comienza el nuevo éxodo de la ciudad a los pueblos”. Mentira. La pandemia ha sacado lo peor de cada una de nosotras. Lo que más echamos de menos son las compras, salir de marcha y los viajes de ocio. Y los pueblos siguen tan vacíos o más que antes.
Que haya pueblos de 50 habitantes a los que ha llegado a vivir una familia de 5 personas, incrementando el padrón un 10 por ciento, no significa que se invierta la tendencia urbanita que nos acompaña desde hace más de medio siglo. Y es absurdo identificar el incremento en la demanda de vivienda en los pueblos del extrarradio de Madrid con la solución a la despoblación al medio rural. Hay pueblos y pueblos. El Casar es un pueblo y Campillo de Ranas es un pueblo. Pero no tienen nada más en común. La despoblación afecta sólo al segundo.
El espejismo fue bonito mientras duró. Pensar que iniciábamos cambio de ciclo y nos disponíamos a volver a nuestros orígenes resultaba gratificante para quienes presumimos con “ser de pueblo”. Pero hasta en eso nos engañamos, porque la mayoría de los que nos creemos “de pueblo”, realmente somos “gente de barrio”. Crecimos en esos barrios que llenaba la gente llegada de los pueblos y es ese espíritu “de barrio” el que realmente ha marcado nuestras trayectorias vitales.
Somos domingueros y veraneantes “de pueblo”. Igual que los que se afanan en hacer la penúltima ley contra la despoblación desde las diferentes administraciones. Resulta irónico luchar contra la despoblación de los pequeños pueblos desde las grandes ciudades. Es como defender la sanidad pública con un seguro privado o hablar de la lucha contra el cambio climático con una bolsa de plástico en la mano y bebiendo con una pajita. Para defender algo hay que creérselo, hay que tener pasión por ello, hay que vivirlo.
Así que propongo que en el «Anteproyecto de Ley de Medidas Económicas, Sociales y Tributarias frente a la Despoblación y para el Desarrollo del Medio Rural en Castilla-La Mancha» se dé más voz a los territorios y, sobre todo, a sus gentes. Ellas y ellos saben lo que sus pueblos necesitan para no desaparecer del mapa y conocen la dureza que impone vivir en el medio rural una vida que actualmente está diseñada para ser vivida en las grandes ciudades.
Me gustaría reflexionar también en torno a los perfiles de nuevos pobladores del medio rural que se están registrando en estos tiempos. Puesto que considero desacertado pretender que los pueblos sean cómodas oficinas para freelancers de profesiones diversas. Es justo pedir wifi de alta velocidad para poder teletrabajar, pero estamos llevando lo más absurdo de la vida urbanita a los pueblos. Comprar por Amazon a diario, esperar a un repartidor que acaba de recorrer 60 kilómetros para entregarnos una funda de móvil que vale 3 euros y vino de China en barco, comprar embutido y vino online… Eso no es “vivir en un pueblo”. Eso no frena la despoblación, no reabre escuelas, ni impide que se reduzca el número de trenes que paran en nuestro municipio.
“Viendo las nubes y escuchando a Los Panchos, digo que quiero licenciarme en paisajes, ser inspector de nubes”, me dijo una vez el maestro de periodistas Manu Leguineche en una entrevista. Cuando una persona que ha recorrido el mundo viviendo en primera línea los principales acontecimientos informativos del siglo XX habla así de su vida en el pueblo, es que hay otra mirada para poder vivir acompañado por el canto del cuco o el aroma de la lluvia.
Como diría Rosendo, hay muchas “maneras de vivir”. Y todas ellas persiguen lo mismo, hacernos tan felices como seamos capaces de soñar. Desde el espíritu de la chica de barrio que presume con ser de pueblo, os invito a volver al pueblo sin Netflix, a disfrutar del mejor grupo de whatsapp, el que toma el fresco en la plaza en las noches agostinas. Delibes dijo que “si el cielo de Castilla es tan alto, es porque lo levantaron los campesinos de tanto mirarlo”. En el pueblo se mira el cielo más que en las ciudades. A ver si hay suerte y los que desde las grandes ciudades se afanan en salvar a los pequeños pueblos tienen la altura de miras que esto necesita.
Ni las máquinas. Ni tan siquiera las máquinas sobreviven al proceso de la despoblación. Al cierre de oficinas que, – sobre todo tras la caída de las cajas de ahorro, se ha venido produciendo en los últimos años con el propósito de ganar rentabilidad a costa de marginar aquellos lugares exentos de proporcionar rentabilidad -, se ha unido la clausura de los cajeros automáticos, el último recurso para que la población rural pudiese realizar aquellas operaciones bancarias más habituales como la obtención de dinero en efectivo.
La Diputación de Guadalajara propone financiar la instalación de cajeros. / Foto: Cadena Ser.Sigue leyendo →