
El sillón de Elena de la Cruz en el Consejo de Gobierno de la Junta, a la espera de un nuevo inquilino pero aún lleno de vida. // Foto: Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha
Por Borja Montero
El fallecimiento de Elena de la Cruz ha trastocado, sin duda, el panorama político y social de la provincia y de la región. El contenido humano de la noticia es evidente, ya que cualquier ausencia siempre es notoria, máxime cuando una persona joven y tremendamente activa se desvanece de una forma tan repentina, tan sorprendente e inesperada. En lo puramente político, también es un momento espinoso, sobre todo para aquellos que contaban con ella en sus planes, obligados ahora a sobreponerse al dolor y, además, recalcular sus previsiones y buscar un perfil compatible con los equipos ya en marcha, un sustituto que inicia su labor bajo una lupa inconsciente, bajo una alargada sombra. Sigue leyendo