
Ascensión Mendieta, en el entierro de su padre. //Foto: Público
Por Álvaro Nuño.
“Gracias por venir a este acto tan triste». Las palabras de Ascensión Mendieta en el entierro de su padre, el pasado domingo en el cementerio civil del Este (o de La Almudena, como quieran llamarlo), reflejan el sentimiento de esta valiente mujer de 92 años, que ha luchado sin descanso hasta poder darle una sepultura, velarle y llevarle flores sobre una lápida con su nombre, reconocible. Su lucha ha sido una batalla continua contra los elementos, contra la historia, contra el olvido, contra un estado de las cosas que prefiere olvidar y no reabrir viejas heridas, un discurso, claro, que mantienen los que no las sufren. Ascensión ya ha cerrado la suya y a sus 92 años puede morir en paz después de haber encontrado el cadáver de su padre, que yació 78 años en una anónima fosa común en el cementerio municipal de Guadalajara.