Por Borja Montero
La gestión de la cosa pública está siempre, como no podría ser de otra manera, bajo el constante examen de los ciudadanos, beneficiarios o víctimas, según el resultado final de la acción política en sí, de lo administrado. De este modo, y a pesar de las interpretaciones siempre superlativas, por lo interesado, de los implicados en estas tareas, el vecino puede y debe ponderar si las medidas y decisiones tomadas por las administraciones que le afectan son beneficiosas o útiles para su vida, poniendo de este modo la calificación justa entre la utopía que prometen los que las ponen en marcha y el desastre que vaticinan sus contrincantes políticos. A veces, sin embargo, se da la posibilidad de que una medida traiga consigo ambas facetas, tanto el paraíso que se persigue con su adopción como el infierno de su plantación en la realidad. Las razones de esta bipolaridad de una misma decisión pueden ser diversas, pero casi siempre suele ser un error de calculo, como si un ingeniero no tuviera en cuenta la resistencia de los materiales antes de abordar una obra, lo que lleva al colapso de las buenas intenciones.
Sigue leyendo →