Por David Sierra
Uno de los comentarios más habituales tras estas semanas de enclaustramiento familiar en plena primavera es el impresionante aspecto de nuestros campos. La naturaleza, cuando por las circunstancias que fueren, se desprende de las agresiones humanas, es capaz de regenerarse y propiciar exuberantes paisajes que hipnotizan cualquier mirada. Quienes por cuestiones laborales o de otro motivo han tenido la oportunidad de ser testigos de ese proceso coinciden en este punto. Aunque también tiene mucho que ver en ello las limitaciones para desempeñar esas tareas rutinarias que suelen llevarse a cabo en estas fechas como son la limpieza de cunetas y caminos rurales o los tratamientos herbicidas en solares y otros espacios donde no suelen dejar crecer las ‘malas hierbas’. A curar lo llaman.

Hace unos días, el alcalde de Arbancón, Gonzalo Bravo, solicitaba a la Diputación que “hinque los codos” para dar solución a la creciente maleza que cubre las cunetas de las carreteras que conectan su pueblo y hacía extensible esa petición a las de toda la provincia. Si bien el regidor achacaba este problema a algo que ocurre cada primavera, independientemente de quien gobierne la Institución Provincial, este curso la pandemia y una climatología bastante abundante en precipitaciones han dejado que los entornos estén más densos de lo habitual en vegetación y más descuidados que de costumbre.
Podríamos justificar con la pandemia el que muchas de las tareas de limpieza y mantenimiento de los montes y de los campos no se hayan producido este año como debieran. Y que, por tanto, la llegada de la época estival requiriera una atención más exhaustiva para impedir que se prenda la mecha. El riesgo es evidente y los datos cantan cuando de una superficie forestal de 764.300 hectáreas, según indicó el delegado de la Junta de Castilla La Mancha en Guadalajara, Eusebio Robles, tan solo se ha actuado en materia de prevención en unas 800.
Llegados a este punto, no es extraña la preocupación manifestada por algunos sindicatos como la Federación de Servicios Públicos de UGT Castilla-La Mancha, que denuncia una reducción de medios humanos al reducir el tiempo de cobertura total pasando de 122 a 100 días. El responsable regional de Bomberos Forestales de esta organización apunta que de los 2063 compañeros que trabajarán en la campaña, solo 850 realizarán trabajos en el periodo de máximo riesgo (122 días) y 1.213 lo harán durante 100 días. “La reducción no se realiza por motivos técnicos, sino económicos, lo cual es bastante preocupante”, dice. La parte que le corresponde a Guadalajara es de 463 efectivos, de los que 60 son personal funcionario de la Junta de Comunidades y 403 de la empresa pública Geacam.
Si el Covid 19 ha puesto de manifiesto las deficiencias del sistema sanitario en su conjunto, los incendios forestales que cada verano asolan el territorio español en general y el castellanomanchego en particular, dejan en evidencia la aún deficiente política de prevención y extinción, una vez superada la trágica etapa cospedaliana. La conservación del medio ambiente y su protección es una de las alternativas con mayor proyección para frenar la despoblación e incentivar la vida en el entorno rural; pero para ello es imprescindible que las administraciones públicas lleven a cabo un proceso de reconsideración de este sector como remedio contra esa gran pandemia, también con nombre y sin vacuna, que continua afectando a nuestros pueblos.