
La desaparecida Juguetería Lirón, en la Calle Mayor // Foto: familia Lirón
Por Álvaro Nuño.
A quien más y a quien menos, llegadas estas fechas, parece que las luces de colores, las felicitaciones -la mayoría protocolarias y automáticas pero otras sinceras- y buenos deseos para estos días o para el año que comienza, incluso el canturreo constante que escupen los vídeos navideños y los mensajes comerciales, reblandecen el corazón más duro. Con el cambio de década -los puristas dicen que será dentro de un año y no el próximo 31 de diciembre- y la llegada en mi caso del medio siglo de existencia en 2020, parece que hace aflorar sobre mí la nostalgia de una niñez cada vez más lejana. Por eso hoy me he intentado poner en «modo Biosca» pero con algunos años más que ella y menos memoria.