Las cuentas claras

Por Borja Montero

Los ayuntamientos han recibido esta semana una buena noticia que llevaban años esperando. El Ministerio de Hacienda ha anunciado que va a relajar las draconianas reglas de gasto e inversión para las entidades locales en el uso de los remanentes de tesorería de sus presupuestos, esto es, del superávit obtenido en su gestión diaria. Estos resultados positivos a final del año habían sido empleados habitualmente para complementar partidas inversoras o hacer pequeñas obras que se habían quedado fuera de las cuentas, pero desde la llegada de Cristóbal Montoro a la cartera encargada de los dineros públicos, con el sacrosanto mantra de la estabilidad presupuestaria, lo financieramente sostenible y la reducción del endeudamiento y el déficit público, los consistorios habían quedado maniatados en las materias en las que podían reinvertir el fruto de su ahorro, su contención y buena gestión. Sigue leyendo

El infragasto

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El Ayuntamiento de Guadalajara ya ha cerrado las cuentas de 2016 y espera para poder gastar el superávit conseguido en el pasado ejercicio. // Foto: cedida

Por Borja Montero

Cualquiera que se dedique a la gestión de lo económico en cualquier ambiente, ya sea en su propia casa o en una empresa, sabe de lo complicado que es siempre hacer cuadrar los números positivos y los negativos, los ingresos con los gastos y, sobre todo, la respuesta a ciertos imprevistos o el siempre necesario cambio de planes y prioridades a mitad de la partida. El Ayuntamiento de Guadalajara se encuentra actualmente en pleno proceso de cierre de sus cuentas anuales, un trámite que sirve para comprobar si los presupuestos del ejercicio anterior fueron ajustados a las necesidades reales de la ciudad y, como todo en esto de la gestión pública, para darse bombo sea cual sea el resultado final.

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Trámites

 

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El Ayuntamiento de Mazuecos se ha visto envuelto en la actualidad económica y tributaria en una semana convulsa en lo que a este tema se refiere. // Foto: Perfil de Facebook Mazuecos Guadalajara 

Por Borja Montero

 

El Ministerio de Hacienda no da abasto para atender a tanta actualidad informativa en los últimos días. Sin ánimo de desdecir a mi compañera Miriam Pindado en su estupendo artículo de ayer, un departamento habitualmente tan hermético como el de las cuentas del Estado, quizás un poco menos desde que está capitaneado por el lenguaraz Cristóbal Montoro y sus más que habituales declaraciones rayanas en la indiscreción o la incorrección política, tiene estos días que recordar a los ciudadanos, como cada año, que cumplan con sus obligaciones fiscales y revisen las rentas percibidas en 2015, además de anunciarles la puesta a su disposición de medios cada vez más diversos y tecnológicos para llevar a cabo este trámite. Esta campaña que ha coincidido en el tiempo con el revuelo causado por los “Panama Papers”, que poco tienen que ver precisamente con el cumplimiento de las obligaciones tributarias que todo hijo de vecino está obligado a hacer mes a mes y que tiene su colofón final con la Campaña de la Renta de cada primavera. Con la salida a la luz de la larga lista de personajes de todo pelaje implicados en empresas y conductas financieras poco claras (que no necesariamente delictivas), Hacienda tendrá ahora que convencer a la ciudadanía, después de la inacción que protagonizó tras la revelación, similar en lo que al procedimiento de ocultación del dinero se refiere, realizada Hervé Falciani, que incluía a 130.000 presuntos evasores fiscales clientes del banco HSBC, de que pondrá todas las herramientas de que disponen los servicios de investigación y recaudación tributaria para hacer que estas empresas y cuentas opacas regularicen su situación, paguen las penalizaciones pertinentes y sus responsables pasen por los tribunales o por la ventanilla de las arcas públicas, lo que sea menester. Y esto, aunque no se lo crean, tiene su relación, algo remota, con Baides y Mazuecos, entre otros municipios de la provincia. Sigue leyendo

¿Y el milagro?

Cospedal y Aznar, en el mitin que dieron en el Hotel Tryp de Guadalajara en mayo de 2011. // Foto: PP de Guadalajara.

Cospedal y Aznar, en el mitin que dieron en el Hotel Tryp de Guadalajara en mayo de 2011. // Foto: PP de Guadalajara.

Por Rubén Madrid

Advertencia: Antes de comenzar a leer el artículo de hoy, le conviene saber que este texto versa sobre presupuestos estatales y regionales. A pesar de ello, se ha limitado la inclusión de cifras, se ha escogido un planteamiento esquemático y se ha forzado la utilización de metáforas, preguntas retóricas y otras figuras literarias que a buen seguro mermarán el rigor del contenido pero facilitarán la comprensión lectora. En cualquier caso, si tras la lectura advierte síntomas de fiebre, vómitos o diarrea, acuda cuanto antes al centro de salud más próximo.

Los mismos PGE de siempre. El diputado Antonio Román compareció el lunes con otros compañeros alcarreños de su partido en el Congreso y en el Senado para hacer la lectura positiva de rigor acerca de los Presupuestos Generales del Estado. A pesar de los esfuerzos, su versión no ha podido ser menos entusiasta: el también alcalde destacó, como lo hizo también el Twitter oficial de su formación, tres inversiones de las cuentas que Madrid ha diseñado para el próximo año: la tercera conducción de Aguas del Sorbe, las obras para los ribereños y el Parador de Molina.

Relean con atención: la tercera conducción de la MAS (que también llamábamos tercera tubería), las obras para mejorar el abastecimiento a los municipios de Entrepeñas y Buendía y el tan debatido Parador de Molina. Es decir, los diputados del PP en el Congreso y en el Senado nos venden estos días los presupuestos generales del estado (PGE) de 2014 con el mismo spot publicitario con el que lo hicieron los diputados socialistas en el último año de la anterior legislatura. Las partidas presupuestarias ya no sólo saltan de ejercicio en ejercicio, sino que cubren ciclos legislativos completos. Como la tan cacareada deuda, también las inversiones estrella del PP son herencia de Zapatero.

Anuncia Román que nos cae del cielo un maná con cierto sabor rancio a estas alturas. Pero intenta jugar al despiste cuando se vanagloria de que la ‘inversión’ estatal ha aumentado en la provincia durante los años de gobierno de Rajoy: según estos números, si en 2008 se ‘invirtieron’ 42,2 millones, en 2014 han sido más de 82 y en 2015 serán 89,2. Y yo les pregunto: ¿de verdad se invirtieron? ¿A quién pretenden engañar? ¿Por qué no dicen cuántas de las partidas presupuestadas quedaron intactas?

Román y el resto de parlamanterios nacionales del PP por nuestra provincia, en una comparecencia del lunes. // Foto: PP de Guadalajara.

Román y el resto de parlamanterios nacionales del PP por nuestra provincia, en una comparecencia del lunes. // Foto: PP de Guadalajara.

Porque a los 82 millones de euros que supuestamente se habrían invertido en el año en curso hay que restarles todo ese gasto que no se está empleando, que figura pero no circula. Por eso la única comparación válida sería la del gasto previsto para el año que viene con el dinero invertido realmente en este, y no con todo el humo proyectado. Si Rajoy -como antes Zapatero- hubiese dado salida a todos los ceros previstos para nuestra provincia, no sólo daríamos por buenos esos supuestos aumentos presupuestarios de año en año, sino que hace tiempo que la tercera conducción, las obras de los Ribereños y el Parador serían realidades. Las cuentas, dejemos ya de marear la perdiz, no suben ni bajan, simplemente se repiten.

Del dicho al ‘techo’ hay poco trecho. ¿Y qué me dicen de los presupuestos regionales? ¿Qué hay de la Autovía de la Alcarria? Aseguró Cospedal en una vista a  Pastrana de 2011 que la tan demorada infraestructura se comenzaría a construir durante su primer mandato, que ciertamente no sería llegar y besar el santo porque no estaba el horno para bollos, pero que lo abordaría al final de esta legislatura. Anunciaba así su compromiso, subrayaba, «sin trampa ni cartón».

Seguimos esperando. Porque también los Presupuestos Regionales se han ido calcando de año en año. Y si varían, es a la baja: se cae la inversión para el campus, ahora que habíamos amagado con tomárnoslo en serio; y se despista la del Hospital hasta el punto de que donde tenía que estar y estuvo ya no está, aunque vuelve a aparecer en las ruedas de prensa en una suerte de presupuestos verbales que son más cuentas de la vieja que cuentas oficiales. Si acaso, quizás y tal vez la partida está pero versa, nos dicen en Toledo, sobre análisis del proyecto. Si unos presupuestos son una declaración de intenciones, juzguen ustedes: tres años después andamos haciendo análisis del proyecto.

Sabíamos de sobra que no era fácil la cuadratura de los números con un techo de déficit que nadie está dispuesto a saltarse ni siquiera por imperiosa necesidad y con un pago de intereses que en la región obliga a dedicar cada año más de 2.000 millones de euros (ya saben: en caso de naufragio, la banca primero). Así que del dicho al techo de gasto hay poco trecho. Qué pocas alegrías nos reservarán en esta provincia las cuentas autonómicas que la rueda de prensa más entusiasta hasta ahora ha versado sobre políticas de familia.

Pero es que esta legislatura ha demostrado que la paralización de la vida política no sólo afecta a las grandes inversiones. El equipo de Cospedal sigue calentando con el ánimo de entrar al terreno de juego, si acaso, en el tiempo de descuento. Lo ha demostrado Echániz. La firma del convenio sanitario con la Comunidad de Madrid sigue esperando desde el primer minuto. Nos dice ahora que se firmará. Lo ha anunciado en decenas de ocasiones: en plasma y en directo, con tam-tam y con señales de humo las más de las veces… y el convenio, en el mejor de los casos, estará listo para los últimos meses de la legislatura.

También la Junta está dejando las reformas del Teatro Moderno y la cesión del espacio al Ayuntamiento, consabidos desde hace meses, para las postrimerías de la legislatura. Con suerte en los prolegómenos de la campaña podrá abrir el teatro que el propio consejero Marín ordenó cerrar. Entre tanto, más de lo mismo, tres años de gestión perdidos. Como se perdieron dos en Recópolis y en Los Casares, como se siguen perdiendo en los centros de interpretación y en casi cualquier infraestructura cuya llave haya tenido la mala suerte de caer en manos de este político cuyo balance consistirá, de nuevo si todo va bien, en tres años y medio de agresiones y digresiones y sólo medio de gestión productiva.

La directora general de Impacto Ambiental, Matilde Basarán, y Guarinos, en Torija.

La directora general de Impacto Ambiental, Matilde Basarán, y Guarinos, en Torija.

La impronta de Guarinos. A lo más que están logrando llegar los ejecutivos del PP es a acabar algunos de los proyectos que ya habían sido diseñados por ejecutivos socialistas. En Diputación es evidente: las tres inauguraciones más importantes a las que hemos asistido a lo largo y ancho de la provincia en los últimos tiempos han sido el Centro de Interpretación de la Casa del Cordón de Atienza, un proyecto ‘made in Pérez León’, la apertura por fin del nuevo museo de los tapices flamencos de la Colegiata de Pastrana, un anuncio que realizó el expresidente Barreda en Guadalajara tras la restauración de las telas en Bélgica, y la construcción del tercer vertedero en la planta de tratamiento de residuos de Torija, que se ha llevado a cabo con un retraso inaceptable: se ha puesto en marcha en 2014 cuando el propio vicepresidente Robisco aseguraba en 2011, cuando el segundo vaso estaba ya repleto, que era «urgente».

Por lo demás, siguen jugando a bomberos pirómanos (sin construir el parque de Sacedón, por cierto), solucionando ahora los propios problemas que se crearon desde dentro, como restituir el premio Manu Leguineche y poner sobre el escenario a una Banda Provincial de Música que sólo peligraron con la llegada del nuevo equipo provincial a la Plaza de Moreno. Admitamos que Guarinos ha contado con muchos menos recursos que Pérez León, pero la cosecha de frutos en su paso por el mismo despacho no resiste una comparación. Todavía estamos esperando una idea reveladora, una campaña turística, una obra fundamental con su rúbrica que vaya a quedar en la memoria de este mandato en la institución provincial.

Lo divino y lo humano. Nos justificarán nuestras autoridades competentes que es muy fácil criticar pero que estamos en crisis, que las cuentas de las administraciones estaban tiritando cuando llegaron y que el dinero no sale de debajo de las piedras. Y nos dirán que han tenido que resolver dificultades inimaginables. De acuerdo entonces. Todos hubieramos querido dirigentes de mayor talla para enfrentarnos a dificultades tan gigantescas, pero dado que su capacidad ha resultado humana, demasiado humana, al menos que sean claros. Que hagan pedagogía y que no disimulen. Que empiecen reconociendo que han hecho lo que jamás prometieron. Porque el PP no se presentó a las elecciones de 2011 advirtiendo que dejarían la tarea para última hora ni anunciando este concurso de acreedores en toda regla que ha maniatado la capacidad de inversión real y ha reducido drásticamente la cobertura social.

Fueron ellos los que hincharon el globo de la decepción que ahora estalla entre sus manos. Tanto tiempo estuvimos los castellano-manchegos escuchando al PP que cuando gobernaran todo sería diferente que algunos nos lo creímos. Aseguraron que no prometerían lo que no podrían cumplir. Nos dijo Román que con Cospedal en Toledo se acabarían los «incumplimientos» con la provincia de Guadalajara. Nos aseguraron todas las voces de la derecha hasta la extenuación que se podían hacer las cosas de otra manera, porque en gestión eficiente nadie les podía dar lecciones.

En una comunidad autónoma que fue un feudo socialista, una de las principales explicaciones de la victoria de Cospedal no fue otra que la creencia de no pocos ciudadanos en que, ante la incapacidad socialista frente al naufragio de la crisis y tras padecer los vicios adquiridos tras más de veinte años, había llegado la hora de enviar a estos una temporada al banquillo para dar una oportunidad a quienes con tanta vehemencia venían reivindicando de una vez por todas la titularidad.

Captura de un titular de 2010 rescatado de la hemeroteca digital de ABC.

Captura de un titular de 2010 rescatado de la hemeroteca digital de ABC.

No sólo eran mejores, es que prometían El Milagro. Lo repitieron cientos de veces en campaña electoral: en 1996 habían obrado el milagro y lo iban a volver a hacer; el milagro del PP, el milagro de Aznar, el milagro de Rato serían el milagro de Rajoy, de Cospedal, de Román. Su ‘Anunciación’, lo recordamos bien en Guadalajara, culminó en el mitin que dio ‘Aznar reaperacido’ con Cospedal en mayo de 2011 en el Hotel Tryp.

Nos juraron que tenían la varita mágica, pero no era verdad. Y las excusas ya no cuelan, porque nos hemos caído del guindo. Los estúpidos no sabemos de economía, ya lo hemos dicho otras veces, pero a estas alturas tampoco somos tan tontos como para ignorar que un milagro es algo más que intentar sanear las arcas públicas aplicando unos recortes inauditos sobre las políticas sociales y diseñando unas cuentas con inversiones ficticias, como las que han vuelto a presentarnos otro año más. Ni multiplican los panes y los peces ni resucitan a los muertos. En esta legislatura hemos asistido a una maniobra de distracción detrás de otra; ¿milagros? Ninguno.

De «poner en valor» a «malvender»

Antigua casa cuartel de Sigüenza, que el Estado va a vender en subasta. // Foto: addmeet.com

Antigua casa cuartel de Sigüenza, que el Estado va a vender en subasta. // Foto: addmeet.com

Por Concha Balenzategui

Que el Estado quiere deshacerse de un montón de propiedades inmobiliarias no es ningún secreto. Es, concretamente, una de las medidas previstas en la Comisión de Reforma de las Administraciones Públicas desde el año pasado, y afecta a más de 15.000 inmuebles públicos. Hay un extenso listado de bienes incluidos en lo que se llama “Programa para la puesta en valor de los activos inmobiliarios del Estado”, y que persigue su venta a lo largo de tres años, de los cuales ya ha transcurrido uno y medio, pues termina en 2015.

Ha llamado mucho la atención, a nivel nacional, la anunciada subasta del Castillo de Maqueda, en la provincia de Toledo. Y en lo tocante a Guadalajara, se ha hablado sobre todo de la Prisión Provincial y de las instalaciones de «las Cristinas». Más desapercibido ha pasado -al menos yo apenas he visto noticias- la venta de la antigua casa cuartel de la Guardia Civil de Sigüenza. Se trata, para quienes no conozcan este último caso, de un edificio situado a las afueras de la ciudad del Doncel, en la carretera de Soria, justamente detrás de la Estación de ferrocarril, en una finca de 2.000 metros cuadrados. Es un inmueble edificado a mediados del siglo pasado, de planta cuadrada y dos alturas. En total, son casi 5.000 metros edificados, que se pueden emplear para convertirlos en viviendas, o para cualquier uso lucrativo, terciario o de equipamiento.

Así que si tienen ustedes ganas y posibilidades de invertir en esta bella ciudad, estén atentos, que la venta viene siendo anunciada desde hace tiempo por el organismo encargado en el Ministerio, la Gerencia de Infraestructuras y Equipamiento de la Seguridad del Estado (Giese), y solo está pendiente de que se fije fecha de subasta. De hecho, el antiguo acuartelamiento seguntino figura entre los 25 inmuebles seleccionados desde la óptica de los posibles promotores, por su interés y buena situación, anunciados en la web admeet.com.

Hasta aquí los datos. Y ahora las percepciones, con tiento, porque el tema se presta a la demagogia y ya ha sido presa de ella en las últimas semanas. Es fácil que uno caiga en la tentación rápida de lamentarse por la pérdida de estas propiedades, que ahora son de todos, y pueden pasar a manos de un promotor privado. Si a eso le unimos la subasta del edificio de la Cámara de Comercio, por razones distintas y con otro propietario, el próximo mes de septiembre, es fácil dejarse llevar por la sensación de que Guadalajara se está convirtiendo a algo parecido a la casa de subastas Moody.

Portada del recinto del colegio Las Cristinas, en la capital. Foto: lacronica.net

Portada del recinto del colegio Las Cristinas, en la capital. Foto: lacronica.net

Para empezar, lo de “Programa para la puesta en valor de los activos inmobiliarios del Estado” es sin duda un nombre poco afortunado. Ciertamente, convertir en apartamentos o en hotel un inmueble que está en desuso es darle un valor. Pero para el Ministerio de Hacienda es un valor monetario, pasajero, que se va como ha venido. Algo así como vender las joyas de la abuela para pagar los gastos ordinarios.

Por otro lado está el hecho de que otras administraciones públicas tienen prioridad para una venta directa, que está prevista en el caso del antiguo colegio de Las Cristinas, como bien se deduce de la última respuesta del Gobierno a las preguntas de la diputada socialista Magdalena Valerio, y que se especifica como cláusula en el caso del cuartel de Sigüenza. En la venta de la cárcel y en la del colegio de los militares, es conocida la voluntad de negociación por parte de la Diputación, y del Ayuntamiento y la Junta de Comunidades, respectivamente. Y es lógico que algo que es público y ha dejado de tener interés para una administración, pase a manos de otra que demuestra el deseo de quedárselo. Hablamos de bienes, sobre todo los de la capital, muy bien situados y para los que habría un destino útil, puesto que las Cristinas podría ser la pieza clave en la ampliación urbana del Campus de la Universidad de Alcalá.

Pero claro, este último aspecto también tiene su reverso oscuro. Porque a fin de cuentas, son instalaciones pagadas por los ciudadanos. Qué más nos da, a ustedes y a mí, si era un Ministerio o una administración local la propietaria. Y ahora la Diputación o el Ayuntamiento tendrían que pagar de nuevo, porque el Gobierno central ha dejado sentado que no las cede gratis et amore. Y todo queda en manos de la capacidad negociadora por ambas partes o de su interés en llegar a un acuerdo. Si uno se muestra interesado, el edificio se revaloriza, y esto deja al Estado en una posición de fuerza para reclamar más, cuando debería perseguir únicamente el desprenderse de un bien que no usa, evitar su deterioro, ahorrarse los gastos de mantenimiento, y procurar que su uso siga siendo público y de utilidad. ¿Están de acuerdo? Eso sí que sería de verdad “poner en valor”.

Pero pongamos por caso que no hay acuerdo ni con la Cárcel, ni con las Cristinas, ni con el Cuartel de Sigüenza, sobre el que desconozco siquiera si existe una negociación. Entonces el inmueble sería vendido en subasta, al mejor postor. Y eso sí que es triste. Porque las opciones de uso están muy abiertas para el comprador, y da lo mismo si sus planes son convertirlo en algo realmente útil y que revierta en la localidad, o simple y llanamente lucrativo. No es lo mismo levantar un centro sanitario, o un hotel, que supondría puestos de trabajo y atracción de más visitantes que dejen dinero en la hostelería o el comercio, que una lujosa mansión particular, pongamos por caso.

Cuadro que recoge una vista del antiguo cuartel de Sigüenza, y que la web  vendedora usa como ilustración. // Foto: addmeet.com

Cuadro que recoge una vista del antiguo cuartel de Sigüenza, y que la web vendedora usa como ilustración. // Foto: addmeet.com

Pero lo que está claro es que en la venta en subasta hay una “pérdida de valor”. Por ejemplo, la antigua casa cuartel de Sigüenza sale con un precio de 582.000 euros, cuando hay una tasación del año 2006 que lo valoraba en 1.164.000. Exactamente la mitad. ¿Y qué ocurre si no hay postores en la primera subasta? Pues que el precio de la siguiente lógicamente bajaría.

Teniendo una imposición de vender en este año y el próximo, el riesgo se multiplica. Y como el mercado inmobiliario sigue bastante parado -algo de movimiento hay, según las estadísticas- estaremos de acuerdo en considerar que este no es un buen momento para la venta. ¿O no? Quien tenga ahora un propiedad seguro que, si no es por necesidad imperiosa, prefiere aguantar hasta que los precios suban un poco o el mercado recupere brío.

Todo lo demás se llama «malvender», no «poner en valor». Hay demasiados riesgos de que ocurra.