Por Sonia Jodra

Trescientos banquetes, otras tantas celebraciones y muchas comidas cotidianas llevaba ya en su interior aquel día que finalmente acabó en la basura, entre los trastos inservibles que ya no dan lustre a la mesa en la que se posan. Era la segunda mitad del siglo X y Wadi-l-Hiyara era un centro administrativo, político y religioso importante en la frontera de la Marca Media de al-Ándalus. Mezquitas, alcazaba, baños, zocos, talleres y una muralla defensiva daban cuenta del esplendor de la ciudad, desde la que se impartía gobierno hasta Atienza, Alcalá o Madrid. Incluso los califas cordobeses paraban en la ciudad para abastecerse en sus viajes hacia los territorios cristianos del norte.