Por Gustavo García

El Hospital Universitario de Guadalajara ha sido modélico en su funcionamiento y en el trabajo de sus empleados durante unas décadas. Todavía quedan enormes profesionales que son dignos de todo el respeto. Sin embargo, ya llevamos unos cuantos años que el deterioro de los servicios y de la propia infraestructura se dejan notar. Los pacientes también lo vienen sufriendo en sus carnes y cualquier cosa, por pequeña que sea, incluso determinados trámites suponen un mundo para solucionarlos. En determinadas ocasiones se trata de situaciones inexplicables que se podrían achacar a la deficiente organización, a que el centro ha crecido, pero no sus medios o la adecuación de personal suficiente, o bien, que los propios trabajadores se hayan ido dejando llevar por la desidia en ciertos momentos, asqueados de tanto descontrol. Ahora, que por fin se está ampliando a la zona nueva, es de esperar que el empujón moral, al menos, sirva para motivar a los más despreocupados y darles otros bríos.
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