
Por Abraham Sanz
Los defensores de la sanidad pública estamos de capa caída. Más aun cuándo día a día el funcionamiento de la misma nos deja en evidencia tantas veces que hay veces que es sólo la propia fe en que lo público ha de mantenerse y sostenerse como uno de los pilares básicos de nuestro Estado del Bienestar, la que nos hace valorar positivamente este servicio que, de unos años a esta parte, está sufriendo un más que notable deterioro. Y es una pena, porque el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha era una de las instituciones con mejor valoración a nivel estatal y, aún con los recortes, las propias encuestas de la Administración nos siguen diciendo que la ciudadanía está satisfecha. Sin embargo, ahora la gran pregunta es, ¿a quién preguntan en estas encuestas?
A mí no. Y tengo clara mi respuesta. Mi grado de satisfacción con esta prestación se ha ido devaluando en función de según ha ido avanzando la tijera en el patrón político del PP en la región. Probablemente, nuestra región contará con unas cifras que era mejor no contemplar cuándo llegaron al Gobierno, pero tras tres años de gestión, quienes ganaron porque tenían la pócima que resolvería todos nuestros males, no han mostrado ni un solo atisbo de ser capaces de acometer esta mejoría. Únicamente se han preocupado de entorpecer unos servicios como la Educación o la Sanidad que, si bien eran mejorables, contaban con unos status de calidad de un notable grado. Ahora bien, ese estatus se sigue gozando gracias a la presencia de un buen número de instalaciones por nuestro atomizado mundo rural, por los centros de salud ejecutados por los barrios de la ciudad –aunque del futuro de Los Valles ya ni se habla y ni siquiera se plantea-,… pero no dejan de ser ladrillos, edificios que antes contaban con una presencia médica mayor y que ahora, obliga a muchos vecinos de localidades vecinas a hacer cábalas para cuándo pueden ir al médico, atendiendo a su realidad personal, la realidad laboral y, además, las dificultades añadidas de no gozar de una presencia médica similar a la anterior.
Si bien, ante esta tesitura de crisis que hemos vivido, estos recortes, pueden ser entendidos, hasta aceptados. Pero lo que es inadmisible son las demoras para poder tener en tus manos unas pruebas que al profesional sanitario le permitan corroborar una enfermedad o la posibilidad o no de realizar un tratamiento; o peor aún, demoras de meses que para poder realizar alguna prueba diagnóstica necesaria para la evaluación de un paciente. ¡Por ahí sí que no! Y así lo ha denunciado el PSOE recientemente, con datos de pacientes reales, en los que se demuestran retrasos de siete meses para poder realizar una resonancia magnética; mientras que otros pacientes sufren ya demoras –de forma rutinaria- de entre tres y cuatro meses para realizar cualquier otra prueba que si bien no es de urgencia, si genera una intranquilidad e incertidumbre que no es de recibo. Más aún, el tiempo de espera que habría que sumar para que los resultados fueran vistos por un especialista…. ¡Acabáramos!
Es una lástima que un servicio como SESCAM esté en boca de todos, pero para realizar comparaciones peyorativas con otros entes que prestan una labor similar, pero de forma privada que, a la fuerza siguen ganando terreno con el beneplácito de nuestros políticos más interesados en reformar el sistema a su gusto, que tratar de reensamblar el endeudado sistema sanitario anterior. También es una lástima que una obra como la ampliación del Hospital de Guadalajara, que era de carácter prioritario en el año 2007 y por tal motivo, tanto PSOE como PP la llevaban en sus programas electorales; siete años más tarde esté empantanada. Primero porque los primeros no supieron gestionar tan notable infraestructura y tan notable gasto. Tanto que al final se tuvo que parar porque la empresa ya acumulaba demasiadas mensualidades sin recibir sus emolumentos. Y los segundos, porque no les ha importado ver esa obra inacabada y no tratar de buscar una salida útil para la ciudadanía y para el propio centro hospitalario. Tanto que ya ni siquiera se encuentra en el cajón de las prioridades y, según las últimas palabras de Cospedal, se terminará cuándo se pueda. Casi, indicando que se trata de una obra que nunca se debería haber puesto en marcha porque, ahora la prioridad está en Toledo donde escándalo tras escándalo, han caído en la cuenta de que aquellos polvos -tanto recorte- vienen estos lodos… En fin, cosas de la política que al final, pagamos los de siempre, los ciudadanos de a pie.
Eso sí, parece que ya por fin, cuando acudamos al Hospital de Guadalajara, podremos aparcar sobre asfalto y caminar sobre una vía pavimentada, cuando aparquemos nuestro coche en este lugar. La lamentable imagen de este invierno con la gente sorteando charcos y barros para poder acceder al centro, parece que ha hecho mella en nuestros dirigentes que si bien, primero quisieron negar lo innegable, ahora han tenido a bien, echar una pequeña capa de asfalto que dignifique esta instalación. Ya era hora.