Imágenes que ilustran el reportaje «Guadalajara, destino gastronómico para celebrar la llegada del otoño» en la sección Viajes de hola.com.
A una hora de Madrid… Es el mejor reclamo turístico que tenemos en Guadalajara y que hasta ahora no hemos logrado superar. Más que nada porque lo funciona, para qué cambiarlo. El mercado madrileño de personas ávidas de experiencias es tan inmenso que resultaría absurdo dirigir los esfuerzos en otra dirección que no fuera la Comunidad de Madrid. Nuestra cercanía al gran centro económico del país siempre nos ha generado ventajas y desventajas en igual medida. En este caso es nuestro valor en positivo por excelencia.
Vacunación en el Polideportivo San José de Guadalajara.
Sabíamos que la economía está condicionada por muchas variables, pero nunca habíamos pensado que la salud podía influir de forma tan acusada en los datos económicos de un país, de toda Europa y en general de todas las economías mundiales. Los datos de desempleo de mayo son la muestra de que la vacuna ha sido toda una inyección de esperanza y dinamismo económico para nuestro país. Guadalajara ha liderado el descenso del desempleo en Castilla-La Mancha y volvemos a cifras que no conocíamos desde hace meses. Comenzamos a ver la luz al final del túnel. Y por suerte, en esta zona nuestra del Corredor del Henares se suceden los proyectos que alumbran un futuro halagüeño. Por fin podemos afirmar que hay vida después de la pandemia. No aquella vida que dejamos en marzo de 2020. Aquella probablemente nunca la recuperaremos. Pero tenemos en nuestras manos el desafío de construir una nueva.
La calle Bardales, epicentro del barrio. // Foto: La Crónica
Por Patricia Biosca
¿Se acuerdan del primer Gran Hermano? Ese en el que Mercedes Milá no se cansaba de decir que era un “experimento sociológico” de primera índole que ya lo habría querido para sí Muzafer Sherif, padre de la psicología social. Todos sabíamos que en realidad aquello era una patraña para ganar dinero, pero lo decía con tanta convicción que, oye, al final el mensaje calaba. Así que ahora, cuando quiero hacer algo que sé que en realidad va en beneficio propio pero podría sacar algún tipo de enseñanza social -al menos, para justificar la vanidad-, me hago un “Mercedes Milá” y lo llamo experimento sociológico. Y aunque debería callarme este extremo, creo que conocen que se me hace cuesta arriba mentir, así que dejo las cartas boca arriba y encima de la mesa. El título del estudio que esbozaré a continuación será: “Bardales y el ocio en Guadalajara tras la era Covid-19: terrazas, gel, alcohol y poca separación”. Sigue leyendo →
Juan Murillo, periodista-cocinero autor del artículo.
Por Juan Murillo*
Que el Periodismo da para comer, pero no para desayunar ni cenar, se lo oí decir a Ander Izagirre en una conferencia retransmitida en vídeo desde el Congreso de Periodismo Digital de Huesca. Por aquel entonces, más allá del chascarrillo, muchos compañeros sufrían ya las consecuencias de una crisis cuyos efectos no tardaron en alcanzar también a mi propia historia profesional. Y ahora, con casi 34 –un número mucho más feo que el 33, dónde va a parar-, aquí me hallo; haciendo valer eso de que mejor tarde que nunca para ver si la dicha es buena.
La noticia corrobora una impresión que se viene experimentando también en Guadalajara. Aunque no hay cifras recientes publicadas de nuestra ciudad, salvo las que hace unas semanas se ofrecían, referidas en concreto al auge de las terrazas veraniegas, la evidencia es clara. Es algo que el sector tendrá que ratificar si viene acompañado por los ingresos. Porque una cosa es abrir y otra, muy distinta, mantenerse con solidez. Guadalajara no ha destacado nunca en los índices de bares por habitante: 961 había a finales de 2013 en la provincia, 363 de ellos en la capital.
Me gustaría proponerles un ejercicio de interacción como se hace en las modernas ciencias de inteligencia emocional. Es muy sencillo. Ustedes únicamente deben responder a la siguiente pregunta: ¿Conocen alguna capital de provincia española con un casco histórico que tenga menos actividad que el nuestro? Responder con un sí o un no será suficiente, pero si el interaccionante reflexiona sobre el monosílabo que le ha venido a la cabeza encontrará sentido a lo que sigue.
Antes, cuando las ciudades eran más estrechas, se podría decir que no habías estado allí si no conocías su plaza Mayor. La mayoría de las que conozco y son bastantes, gozan de este espacio representativo como punto de referencia de su ciudad. En la nuestra no es así; está completamente abandonada, aunque ya se va viendo un tímido haz de luz con el resurgimiento de dos establecimientos hosteleros, aunque uno de ellos ya existía décadas atrás. Aun así es todo un logro para nuestra ciudad que se siga manteniendo operativo.
Imagen reciente de la calle Bardales un día de diario. / Foto: M.P
Por Míriam Pindado
La calle Laurel en Logroño, la Gran Vía y Bordadores en Salamanca, La Elvira de Granada, El Paseo del Salón en Segovia, Tejares en Albacete…estas son sólo algunas de las calles más populares de ciudades españolas que, sin ser grandes capitales, se han hecho famosas por su oferta hostelera y nocturna. En Guadalajara no podemos hacer alarde de tener una calle que esté a la altura de estas o de otras muchas, pero si es cierto, que hace años Bardales fue algo más de lo que ahora es.
Me cuentan que en los años noventa los bares de esta céntrica calle se llenaban todos los fines de semana y que llegaban hasta nuestra ciudad gente de Alcalá de Henares, de Madrid…en cambio, ahora son muchos los que se escapan los fines de semana a la capital o a alguna localidad vecina del Corredor del Henares. ¿Qué ha pasado?
Los Reyes de España visitaron el stand de Castilla-La Mancha, en Fitur, en el que está incluido Guadalajara. // Foto: lacronica.net
Por Marta Perruca
“Más vale regalarte un traje que invitarte a comer” -suele decirme cierto amigo-. Debo admitir que tengo un estómago agradecido y que me gusta disfrutar de esos pequeños grandes placeres con los que, de vez en cuando, nos obsequia la vida como sentarse delante de una buena mesa a comer. Para mí, casi tan importante como el destino turístico es su gastronomía que incluso, a veces, se convierte en un placer en sí misma si, sencillamente, un día me levanto de la cama y me digo a mi misma “hoy me apetece comer fuera”.
Fotograma del último anuncio de la Lotería de Navidad
Por Óscar Cuevas Moral
Si el bar de Antonio estuviera en Guadalajara a lo mejor también nevaba un 22 de diciembre. Pero seguramente no. Lo que sí que es bastante probable es que si eso fuera así, el Manolo alcarreño estaría también en paro, como el Manolo del anuncio de la Lotería de Navidad de este año. No es difícil que ocurriera en una provincia donde entre un 20 y un 25 por ciento de quienes deberíamos estar trabajando no lo estamos porque no podemos. Uno de cada cinco, casi uno de cada cuatro. Un drama para caldear la Navidad y ponernos blanditos con un «spot». Qué les voy a decir, si ustedes ya lo han visto porque no se habla de otra cosa.
Claro que si el bar de Antonio estuviera en Guadalajara es muy probable que nuestro Manolo, como el del anuncio, tampoco le hubiera comprado Lotería a su amigo. Y no sólo por el dichoso desempleo, sino porque la nuestra es una de las provincias españoles donde menos jugamos en el Sorteo de Navidad, según dice la estadística oficial. Un dato: apenas 42 euros por habitante en la última ocasión, cuando el 62.246 no nos tocó ni con un palo largo.
Tanto es así, que si el bar del anuncio estuviera en nuestra provincia, la ilusión que defiende el hostelero televisivo ante la desesperación laboral de su amigo tendría muy poco fundamento. No sólo porque las malditas leyes de la probabilidad dicen que, como cantara Pepín Tre, «lo más importante es tener salud»; sino porque, por estos lares -por aquello de que somos pocos y jugamos menos- los premios golosos no se asoman ni por invocación divina. Hay que remontarse a 1970, 44 años, para encontrar la última vez que el Gordo se vendió en nuestra tierra. Dicen que hubo otra ocasión, a mediados del siglo XIX, cuando cayó en Molina en un frío día de 1852. Pero de eso no se acuerdan ni los muertos del cementerio, claro.
Quizá lo más cruel de nuestra historia transportada es que si Antonio viviera en Guadalajara muy probablemente hace meses, años, que habría bajado las persianas del bar. Como tantos hosteleros lo han hecho en nuestra ciudad desde que la crisis asomó sus garras por la puerta que abrió «Lehman Brothers». No lo digo por decir. He leído en estos días una información sacada del último Anuario Económico de España que edita La Caixa, donde se dice que Guadalajara es, fíjate, la provincia de España que tiene menos bares. Y no en términos absolutos, sino relativos. No llegan ni al millar las instalaciones hosteleras que se reparten por nuestra provincia. En concreto son 985, lo que hace que tengamos 1 bar por cada 260 habitantes. Que viene a ser la mitad de negocios hosteleros que la media española (uno por cada 132 personas).
Dice este mismo estudio que son más de 50.000 los bares españoles cerrados entre 2008 y 2012, periodo en el que se registró una caída de ventas del 22% a nivel nacional. Y estoy seguro que los datos de Guadalajara son incluso peores. Y lo son, porque aquí nada ayuda. Porque esta es, lo saben, una de las provincias donde con más virulencia se ha cebado la recesión económica, multiplicando por 7 y por momentos hasta por 8 esa tasa del 3’7% de paro que llegamos a tener en los días de vino y rosas, allá por el tercer trimestre de 2007.
Reciente derribo de una casona típica en plena cuesta del Reloj // Foto: CulturaEnGuada
Pero, si a pesar de todo, el bar de Antonio estuviera en Guadalajara capital y hubiera logrado seguir abierto, es probable que estuviera en un casco histórico asolado por la tristeza, vacío de vida, plagado de solares, dejado de la mano de Dios, en el que las autoridades miran para otro lado, cuando no facilitan, cuando no directamente fomentan la desaparición de nuestros mejores edificios. No podría ser «El Boquerón» el bar de Antonio, por ejemplo.
Obras en la calle Miguel Fluiters // Foto: Guadaqué
Y digo que en el hipotético caso de que el bar de Antonio estuviera en Guadalajara, siguiera abierto, y se ubicara en el centro de la capital, probablemente llevaría meses padeciendo zanjas, maquinaria pesada, cascotes, polvo y pasarelas de fortuna, para culminar unas obras que están mejorando ciertamente el aspecto de las calles, pero que a nuestro casco le llegan con décadas de retraso. Porque es tarde. Porque al muerto no lo revive un masaje cardíaco en corazón necrosado. Y poco importa que ahora corran un poco más para salvar «la campaña de Navidad». Lo perdido no tiene remedio.
Cartel de la enésima Ruta de la Tapa, que empieza este fin de semana // Imagen: CEOE
Si el bar de Antonio estuviera en Guadalajara, en fin, a lo mejor se había apuntado a la enésima edición de una Ruta de la Tapa impulsada por la patronal y las administraciones. Una ruta que ya se antoja cansina y repetitiva, y que ha perdido cualquier impacto de novedad, por cuanto lleva años siendo lo mismo. Como si la gente quisiera tapas en los bares un par de fines de semana al año. Y es que, lamentablemente, si el bar de Antonio estuviera en Guadalajara posiblemente no habría querido apostar por la combinación gastronómica de calidad. Y siempre, de continuo, no a empujones ruteros. Pero no seamos derrotistas, porque a lo mejor nuestro Antonio alcarreño es alguna de esas honrosas excepciones que sí están ofreciendo en nuestra provincia pinchos creativos a diario, de gratis o de pago, pero con oferta apetecible. Ejemplos hay varios, pero como no quiero dejarme a nadie fuera, me van a disculpar que no cite a mis favoritos. Ellos saben quiénes son.
Afirmo, y concluyo, que si el bar de Antonio estuviera en Guadalajara las cosas serían diferentes a las del anuncio, pero hay algo que sería igual; calcado a esas historias paralelas que han surgido alrededor del spot navideño. Porque en el hipotético caso de que cayera el Gordo en nuestro bar alcarreño imaginario, en esta tierra nuestra no iba a faltar el especulador fastidiado por no haber logrado echar a Antonio del local, ni el banquero avariento que buscara ávido los clientes recién premiados para venderles un plazo fijo, dos preferentes, un producto financiero buenísimo o a su madre si hiciera falta. Que es que esa gente sí que está muy repartida, coño.