¿Y qué narices hago aquí?

Por David Sierra

Allí estaban. Con la mirada perdida en el horizonte. Una sonrisa torcida, de esas que cuestionan el ‘¿y que narices hago aquí?” y se responden solas con un ‘calla, que esto va en el sueldo”. Los trajes impolutos, de ese negro enlutado que es cada vez menos propenso. Los palios rectos. Y siempre una mirada de reojo a ese párroco que, repentinamente se muestra pletórico del mismo modo que, entre bambalinas, defendía su postura futbolística con las razones por las que el Madrid no termina de carburar. Los representantes de la plebe y los de los dioses, juntos ante la talla de esa Virgen por la que muchos van a brindar estos días hasta hartase el paladar.

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Yo tampoco voté

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Monumento a la Constitución de 1978 // Foto: GuadalajaraDiario.es

Por Álvaro Nuño.

Efectivamente, yo no voté la Constitución de 1978. Evidentemente con mis ocho años recién cumpliditos, no tenía edad para participar en aquel lejano referéndum celebrado ayer hace cuatro décadas como hicieron 81.355 vecinos de la provincia. Dicen los viejos del lugar -perdón, los más veteranos que lo pudieron seguir– que Guadalajara fue uno de los lugares donde la Carta Magna recibió más apoyo, un 81,43 por ciento de síes, lo que nos convirtió en la quinta provincia de España más constitucionalista de España. Por contra, un 14,14% de los que metieron su papeleta en la urna, dijeron que no la querían, lo que nos colocó como la séptima provincia del país donde más rechazo suscitó, lo que nos colocó en el mismo grupo que las tres provincias vascas y Navarra.

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De lobos, pastores y corderos

Lobos con piel de pastor

Portada del libro del periodista alcarreño. // Foto: Edit. San Pablo

*Por Juan Ignacio Cortés.

El escándalo de los abusos sexuales de menores dentro de la Iglesia católica fue definido por Benedicto XVI como la mayor crisis de la institución desde la reforma protestante. Lo que comenzó como un leve rumor sobre algunos sacerdotes más cariñosos de lo debido en Estados Unidos, se reveló con el tiempo un complejo entramado de horror y silencio en el que jugaban un papel esencial centenares de sacerdotes abusadores, miles de víctimas y una jerarquía eclesiástica que no quiso darse por enterada y que trabajó duro para ocultar los abusos creyendo así defender la reputación de la Iglesia. Con su actitud solo consiguió agrandar el abismo de dolor en el que habían caído las víctimas.

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