La celebración del Día Internacional de la Mujer se celebra cada año el 8 de marzo. En una época como la actual, donde hasta las cosas más pequeñas se debaten y se diseccionan hasta lo imposible, el día de la mujer genera mucho debate. De unos años a esta parte; tanto en el entorno femenino como masculino, son muchas las voces que tienen algo que aportar en este sentido, a veces con argumentos razonables, a veces solo con argumentos, sin más.
No entiendo los pasos atrás, las involuciones ni los atrasos. Considero que intentar esconder o poner sordina al derecho de la comunidad LGTBI a celebrar en la calle su identidad es casposo, absurdo e insalubre. Por ello espero que la bandera multicolor esté en calles y plazas de toda nuestra provincia. Que nadie esconda las banderas, menos aún los que tanto las abrazan. Porque cuantos más colores tengan las banderas, más valores defienden. La bandera arcoíris está llena de derechos, de felicidad y de oportunidades para muchas chicas y muchos chicos que no se merecen que nadie esconda este orgullo de bandera.
Hipatia de Alejandría, Ada Lovelace, Marie Curie, Rosalind Franklin o Margarita Salas. Son el espejo en el que queremos que se miren las niñas y las chicas jóvenes para que por fin se rompan los techos de cristal que existen en la ciencia para las mujeres. Pero hay otros ejemplos más cercanos con tanto valor como el de las mencionadas. Sonia Pérez Díaz, de Guadalajara, es profesora titular de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) y es la primera matemática mujer que ha recibido el galardón ‘Award for International Scientific Cooperation of the Chinese Academy of Sciences’. Olga Mediano, de Guadalajara, es neumóloga en el Hospital Universitario de Guadalajara y ha sido designada por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ)para coordinar todas las acciones del año 2022 como año de los Cuidados Respiratorios Intermedios.
De las 42 mujeres que este año han perdido la vida en nuestro país a manos de sus parejas o ex parejas, una es de nuestra provincia. Al margen de la fría cifra, lo cierto es que la lucha contra esta desigualdad que mata debe estar más viva que nunca, para frenar los discursos negacionistas y el machismo que cada vez cala más entre los jóvenes junto a otros postulados de la extrema derecha como el racismo o la aporofobia. Centros educativos, colectivos ciudadanos e instituciones celebraron ayer en Guadalajara este día de reivindicación y justicia.
También podríamos denominarles tontos de baba, porque les imaginamos babeando de insana envidia al paso de las grandes estrellas de cine de nuestro país. No hemos visto sus rostros. Pero sin duda se asemejan más al del Homo Neanderthalensis que al del Sapiens Sapiens. Detesto que ambos sujetos se hayan hecho famosos por sus deplorables comentarios sobre las mujeres que desfilaban delante de sus cámaras en la Gala de los Premios Goya gracias al talento que las ha llevado hasta lo más alto. La vulgaridad con la que emiten comentarios como “la que no quieras pa ti me la pasas” es tan hiriente por su contenido como por la normalización con la que la realizan. Dos varones en una posición profesional inferior al de ellas se permiten el lujo de hablar de ese tráfico de carne fresca como si realmente estuvieran en condiciones de hacerlo.
Me preocupa. Me preocupa sobremanera que en este país se siga llamando “puta” a una mujer por su aspecto, por el número de tatuajes que lleva en su cuerpo y por la profundidad de su escote. Los dos sujetos no son más que dos tontos del culo. Pero sus palabras constituyen la normalidad en muchas barras de bar -¡Bendita pandemia que ha limitado sus nocivos efectos!-, en muchos grupos de whatsapp y en muchas noches de copas en cuadrillas que como el Homo Neanderthalensis salen de caza ante lo que ellos consideran una cuestión de supervivencia de la especie; la suya, la de los primitivos que no han logrado llegar a Sapiens.
Y es que en la semana del feminismo por antonomasia, en estos días de 8 de marzo pandémico en que las mujeres seguimos siendo sospechosas de haber precipitado hace un año el contagio de ese virus que en los mítines de partidos de extrema derecha no tiene capacidad de contagio, ha servido para airear los pensamientos podridos que en los últimos años estaban siendo retenidos por quienes reniegan de la necesidad de que por fin las desigualdades de siglos sean corregidas en un acto de justicia social que, sin duda, hará que en este planeta las cosas avancen de forma más racional.
Se ha puesto de moda ser radical anti feminista. Se lleva criminalizar la lucha de las mujeres por las mujeres. Y los tontos del culo se multiplican amparados en los discursos torticeros de las formaciones políticas del exceso y los comentarios esparcidos por opinadores de tercera en platós de televisión. ¡Madre mía! Cuántas mujeres dedicaron su vida a luchar para lograr que las que hemos llegado después pudiéramos manifestar nuestras opiniones, pudiéramos tener voz, pudiéramos tener voto. Si vieran el uso que algunas “compañeras” hacen de esas conquistas, alineándose con el pensamiento del opresor…
Resulta sobrecogedor que palabras como equidad, igualdad, solidaridad, tolerancia y justicia provoquen tanto miedo entre los hombres. Fundamentalmente los de las especies Neanderthalensis y Cromagnon, que últimamente se han venido arriba y piensan que la mascarilla les protege para volver a decir lo que hasta hace pocos años era normal y que en los últimos años habíamos logrado que dejara de serlo. Pero sobrecoge más aún el apoyo que encuentran entre las mujeres de su especie. Señoras, “el hembrismo” no existe porque nunca ha existido un sistema matriarcal basado en privilegiar al género femenino frente al resto. Tranquilicen a sus compañeros porque no es eso a lo que aspiramos las que luchamos para que nuestras hijas no tengan miedo a decir en público que son feministas, que están orgullosas de las grandes mujeres que nos antecedieron en la lucha y que, por supuesto, no solo quieren ser científicas -que últimamente parece que se ha convertido en el objetivo único de esta lucha-. Queremos que nuestras hijas puedan querer ser lo que quieran ser, sin que su género, femenino, masculino, no binario o cualquiera que sea, limite sus opciones de soñar. Como indica Chimamanda Ngozi, “el problema del género es que describe cómo debemos ser, en vez de reconocer quiénes somos”.
Porque esto va de sueños. Sueños de igualdad entendida como proporcionar a cada uno lo que necesita, porque dar lo mismo a todas y a todos significaría perpetuar las desigualdades heredadas desde que los Sapiens aún no se paseaban por Europa.
De verdad, no seáis tontos del culo, que ya no se lleva. Dejad que vuestra especie evolucione al Homo Sapiens por completo, que ya os hemos dado unos siglos de margen para que podáis hacer la transición sin dramas.
Me decía una amiga hace unas semanas que algún día tendría que escribir sobre nosotras, las mujeres. Que dedicase unas palabras a las mujeres que trabajan fuera y dentro de casa, jornada de 24 horas, siete días a la semana, desarrollando su lado profesional y también ocupándose de su familia, de sus hijos y en muchos casos, de sus padres, a veces enfermos o ancianos. El próximo domingo 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, designado para reivindicar el papel de la mujer y la igualdad de derechos con el hombre en la sociedad y como persona. Aunque en la teoría y con la ley en la mano seamos todos iguales, lo cierto es que, lamentablemente, existe la ‘brecha de desigualdad de género’ que aún tenemos que eliminar.
Se acerca el 8 de marzo. Una fecha señalada en el calendario. Las calles se tiñen de protesta. De reivindicación. De proclamas en favor de la igualdad. En defensa de los derechos para que sean efectivos sin distinción de géneros. Para reclamar el fin de las discriminaciones, de las violencias en todas sus formas. Para hacer entender a quienes desde las aceras miran y callan incrédulos, anclados en la tradición, porque aún no comprenden el cambio al que de manera ineludible el movimiento feminista conduce a la sociedad.
Manifestación por el Día de la Mujer. / Fuente: Ser Guadalajara.
En la cola del ‘super’ la proporción, a simple vista, refleja que los avances que poco a poco se van sucediendo son lentos. Ellas siguen insistiendo en demostrar que son todoterreno. Y de eso, otros, los otros, se aprovechan. Vuelan con la compra de un lado a otro por los pasillos de la tienda, mientras atienden al pequeño chiquillo encaprichado con unos chocolates de la caja. Con el portafolio del trabajo bajo el brazo. Multiplican esfuerzos y alzan la cabeza altivas. Mujeres del nuevo siglo. Capaces de todo. Convencidas de haber superado el listón sostenido de manera y bajo unas reglas que no preveían su presencia en la línea de salida.
Otras utilizan el teléfono móvil como una prolongación de la oficina, mientras sus ojos desvelan propuestas para la cena. Preguntan con descaro a la dependienta donde está eso o aquello, marcando el territorio a través del establecimiento de esa diferenciación de clase que otorga el poder económico, ese que incide en las mayores desigualdades y cuya lucha para frenarlas ha quedado relegada al ostracismo bajo el temor de la desaceleración. Vestidos y perfumes se enfrentan al uniforme aromatizado de la panificadora. Los planes de igualdad inciden sobre las mujeres que ya están empoderadas y relegan a las débiles a la sumisión social de las rutinas que marcan el día a día. Son soluciones que se alejan de la otra mitad, de su educación, de su involucración, de recibir y decodificar el mensaje correctamente y de dotarle de las herramientas y conocimientos necesarios para eludir la desinformación y evitar caer en el adoctrinamiento que rezuma de las tradiciones.
Aparecen amas de casa que extrañan a sus hijos cuarentones, aún dependientes de la economía familiar, incapaces de adquirir una barra de pan sin equivocarse. Siguen cumpliendo con aquello que heredaron de sus madres, defienden en libertad vigilada los valores que les instan a permanecer enjauladas entre los barrotes invisibles del costumbrismo machista. Y lo defienden con uñas y dientes. Y, cuando a veces se revelan, es una rebelión ficticia que acaba de nuevo en el redil; sin consecuencias, a no ser que enviudar antes de tiempo suponga esa llave liberalizadora.
Sintomáticamente, el 8 de marzo se ha convertido en una cita de contraposición de pareceres entre las propias mujeres. De conceptos, de modelos. Una confrontación dentro del propio género femenino con respuestas, actuaciones y manifestaciones públicas dispares. Una lucha necesaria en la que, quizá por primera vez, la masculinidad se pone al servicio de la femineidad o bien queda al margen como un mero espectador expectante por el resultado final. Llegar hasta este punto pone de manifiesto que el movimiento feminista ha dado pasos de gigante hacia ese reto utópico que consiste en conquistar la igualdad.
Y sin embargo, la igualdad aún queda lejos porque sigue siendo sumisa. Está sometida. Carente de la distancia necesaria para evitar la imposición de un género sobre el otro. Es una igualdad que continua abriéndose paso para sobresalir entre las acentuaciones constantes de las diferencias entre hombres y mujeres en vez de focalizarse en aquellos aspectos que pueden generar más empatía. Que no es otra cosa que la propia humanidad, entendida como tal.
Rubén (Paco León) y la Jessy (Yolanda Ramos), el paradigma pokero de Homo Zapping. // Imagen: Antena 3
Por Patricia Biosca
Allá por los tardíos noventas, época de mi edad del pavo particular, entre mis coetáneos utilizábamos la palabra “bakala” para referirnos a aquella tribu urbana que disfrutaba con los ritmos machacones tipo “Pont Aeri”, llevaba chándal con corchetes y/o los colores de la bandera de España en un lateral y entre los chicos un peinado que reconocíamos como “tipo cenicero” y entre las chicas una coleta alta y apretada solo despeinada por dos mechones finos delanteros que eran rubios en el caso de las más atrevidas. De repente, no se sabe muy bien cómo, la palabra para definir al mismo grupo cambió y pasaron a llamarse “pokeros” y “chonis”. En aquel momento, yo me quedé perpleja. ¿Acaso había algún matiz en el significado que había cambiado y yo no había notado? ¿Los pokeros llevaban el cenicero y la coleta más alta y yo no me había percatado? Me resistí todo lo que pude para seguir con la tradición “bakala”. Nadé a contracorriente para hacer ver que la palabra no estaba hueca, que aún tenía tanta vida como Dj Nano a los platos de “Música Sí”. Luché por hacer ver que eran nuestros “bakalas” y no sus “pokeros” quienes tenían preferencia. Y luego pasó con los góticos y los emos. Los rokeros y los “guarros”. Los litros de toda la vida, que pasaron a llamarse “catxis” y “minis”, como si fuésemos vascos o madrileños de toda la vida. ¿Pero quién había decidido cambiar el nombre a cosas que todo el mundo aceptábamos antes?Sigue leyendo →
No han pasado ni dos meses desde que las reivindicaciones feministas, cada vez más presentes en el día a día de nuestra sociedad en los últimos años, dieran un definitivo aldabonazo en la puerta de los asuntos pendientes y urgentes de la agenda pública gracias a las movilizaciones convocadas con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora (saben que a mi me gusta la denominación clásica), una ocasión en la que no pude pasar por lato el hecho de que los protagonistas institucionales en el acto oficial celebrado en Guadalajara fueron cuatro hombres. Como el transcurso de las semanas, aquellos que se prendieron lazos morados de sus solapas los han vuelto a guardar en el fondo de los cajones y han vuelto a sus viejos prejuicios y diferenciaciones estúpidas, lejos de hacerse eco de aquellas demandas. Lo que viene a continuación no deja de ser anecdótico pero precisamente por ello da cuenta de que muchos no tienen la mínima intención de cambiar absolutamente nada, ni siquiera lo más visible, ni siquiera lo menos grave. Sigue leyendo →
Invitación al acto institucional oficial con motivo del 8 de marzo en la que hay una ausencia total de mujeres. // Foto: Facebook del concejal José MorslMo
PorBorjaMontero
8 de marzo. Una fecha grabada en el subconsciente colectivo y que para un gran número de personas tiene una gran significación. El Día de la Mujer Trabajadora, denominación original de esta onomástica y, si nos atenemos a la concepción marxista de la capacidad de trabajo y la visión dialéctica de la sociedad, la más acertada para definir las reivindicaciones que habitualmente se sacan a la palestra, dio paso al Día de la Mujer, supuestamente más amplio pero que ha servido para intentar vaciar de contenido la jornada, y ahora al Día de la Mujeres, nombre que muchas le han dado tras la convocatoria de la huelga feminista a nivel internacional, fruto de un movimiento imparable en los últimos años de concienciación sobre la desigualdad y los desmanes de la sociedad patriarcal, que hace que este año el 8 de marzo sea un poco más 8 de marzo. Sigue leyendo →