Estaba clavado frente al estante del jamón serrano como el que mira intensamente una obra de arte. Su mirada atisbaba temor, aunque los años de experiencia le permitían seguir tranquilo. No era la primera vez. Ni seguramente sea la última. Cuando el pasillo quedó vacío, echó la mirada a un lado y otro asegurándose de que no hubiese miradas delatoras. Fue rápido. En un movimiento de mano ensayado agarró dos paquetes de apenas noventa gramos y sin mirarlos siquiera los introdujo en la parte trasera del pantalón. Lo tenía estudiado al detalle. Para salir del paso dio otra vuelta por el comercio, metió en el carrito de compra un par de cervezas de marca blanca y marchó hasta la caja. Nunca podría intuir que le habían delatado y le estaban vigilando. Cuando tuvo que testificar, avergonzado, reconoció que lo hacía para comer.
La Tasa de Pobreza o Exclusión Social publicada en la última Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) sitúa a Castilla La Mancha como la cuarta comunidad autónoma con mayor porcentaje, un 37,9%, por debajo de Canarias (44,6%), Ceuta (41,9%) y Andalucía (41,7%) y diez puntos por encima de la media nacional. Que la recuperación económica no está llegando a todos por igual lo demuestran unas cifras que en la región empeoran en casi un punto porcentual con respecto a la encuesta publicada en 2015. Y todo ello a pesar de que la renta anual media neta por persona ha supuesto un incremento en casi 250 euros, poniendo de manifiesto una mayor desigualdad entre los que más ganan y los que menos. Además, la región es la segunda que más sufre carencia material severa junto con Murcia. La carencia material severa se define como la ausencia de al menos cuatro conceptos de los nueve que se preguntan en la encuesta: no puede permitirse ir de vacaciones una semana; no puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado cada dos días; no puede mantener la vivienda con una temperatura adecuada; no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos; retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda; no puede permitirse disponer de un automóvil ni teléfono ni televisor ni lavadora.

Porcentaje de personas con carencia en al menos cuatro conceptos.
Se acercaba la hora de cierre. Pocos clientes frecuentaban los pasillos del supermercado. Eran las compras de última hora. En esos instantes saltaron todas las alarmas de la atención que el dependiente tiene cuando él entró por la puerta. Llevaba una camiseta llena de agujeros, como si estuviera recién sacada de un cubo de basura. Le estaba grande. Las bermudas sucias y descoloridas, desgastadas por toda la zona de la entrepierna, tampoco favorecían su imagen. Unas chanclas con calcetines completaban la indumentaria. Sus andares tampoco transmitían confianza. Eran bastos y sin un destino seguro. En sus ojos se veía el hambre. También su honestidad. Lo estaba pasando mal. Se acercó a uno de los dependientes y le susurró al oído. No quería que nadie se diera cuenta de sus intenciones. ¿Me podría dar algo de comer?. Le dijo. Las palabras sobran cuando la necesidad llama a la puerta. Le pidió que le acompañara hasta el almacén. De allí sacó una barra de pan junto con un paquete de magdalenas que estaban a punto de caducar. Y le acompañó hasta la salida con un gracias que difícilmente salió de la garganta. Nunca más regresó.
Casi un 17 por ciento de los encuestados en la región ha declarado llegar con mucha dificultad a fin de mes. La cifra varía poco de la obtenida el pasado año y es otro indicador de las dificultades por las que está atravesando la población. Las cifras únicamente se ven aliviadas por el dato de los hogares medidos con este mismo indicador, que muestran un descenso de dos puntos con respecto al año anterior, pasando del 16,4 al 14,7%.

Más de un 43% de la población castellanomanchega encuestada revela no poder permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año y más de un 4% reconoce no poder permitirse una comida de carne, pescado o pollo cada dos días y casi un 16% admite retrasos en el pago de recibos como la hipoteca, el alquiler, el agua o la luz, una cifra muy superior al 2% que lo admitía en 2004.
No obstante, desde el Ministerio de Economía y Competitividad ven el vaso medio lleno y acogen los datos globales como agua de mayo en lo que han denominado “crecimiento inclusivo” de la economía española. Sustentan esta idea en la bajada de la carencia material severa, por segundo año consecutivo, tras pasar del 6,4% al 5,8%, y por la reducción de la baja intensidad en el empleo, desde el 15,4% al 14,9%. A pesar de esta buena impresión, algunos sectores de población no consiguen ver el vaso de la misma manera que el Gobierno de España. Tal es el caso de los extranjeros no pertenecientes a la Unión Europea que por tercer año consecutivo ven incrementar su porcentaje en las dificultades para llegar a fin de mes.
“2×1” se puede leer sobre la tapa de un yogurt. “50% de descuento” en el plástico de una bandeja de carne con fecha del día. Así hasta una decena de referencias de todo tipo. Es la comida que se tira. Que podría tirarse al final del día. Que se acumula en los contenedores al término de cada jornada. Que algunos recogen con ganchos y bastones. Los buscadores de su tesoro. Son la parte de esas cifras que miden la indignidad y que luchan para romper la estadística. Para comer pollo, al menos, tres días.